Una muerte anunciada en El Salvador: El Río Acelhuate de Apopa

Carlos R. Ramírez*

Mi padre aprendió a nadar en las posas del Río Acelhuate en Apopa, uno de los municipios más violentos, poblados en el octavo país más feliz del mundo: El Salvador. Antes era la ciudad de las neblinas y ahora ni señales de la frescura que se sentía en las mañanas. Mis más claros recuerdos de niño ni siquiera incluyen la posibilidad de bañarme en ninguno de los ríos que riegan mi ciudad natal, ya que su contaminación no permitía ni acercarse a sus orillas. Los riesgos a la salud eran y siguen siendo muy altos. Lo que si recuerdo vivamente es como de niño miraba las aguas cambiar de color en el transcurso de horas, rojo, verde, amarillo, azul.

Estos colores, presagiaban la muerte del gran Río Acelhuate pues agonizaba desde años cuando los gobiernos municipales de la Gran San Salvador lo sentenciaron para que muriera paulatinamente. Obviamente, estos colores no eran naturales sino el resultado de la tela que se teñía en la textilera INSINCA-SINCATEX en el kilometro 12 del la Carretera Troncal del Norte. También recuerdo que nuestros adultos de Apopa nos advertían que los desperdicios de los hospitales de San Salvador y todas las cloacas se verterían en el río que soporto las comunidades de mis ancestros. El Río Tomayate sufrió el mismo infortunio.

Bueno ahora este Rio es famoso mundialmente y es el orgullo del país por los fósiles encontrados en sus orillas erosionadas por la falta de vegetación. Espero que los paleontólogos los hayan desinfectado las piezas históricas antes de analizarlas y así no contaminarse ellos mismos con los desperdicios del Rosales o del Bloom, de La Vega o de San Jacinto.

En mi caso, tuve la suerte de aprender a nadar en Apulo, Lago de Ilopango y por suerte no en uno de los Ríos más contaminados en el país como mi papá y tíos. Bueno, hoy en día quien sabe como se encuentra el Lago de Ilopango que tanto muestran en las postales turísticas. Con el tiempo, las advertencias que nos dieron a los pobladores de Apopa fue el evitar las verduras de ciertos lugares pues los agricultores usaban las aguas de estos ríos contaminados para la irrigación de sus productos y los vendían en el mercado local. No hay duda que el consumo de hortalizas o verduras cultivadas en las cercanías de estos ríos esta altamente relacionado a las enfermedades estomacales por la abundancia amebas y muchos químicos que nadie sabe con certeza cuantos arrastra el río.

Los ríos de Apopa dice mi papa, “eran bien claritos y hasta veíamos los peces en el fondo,” ahora sus aguas son chocolate y parecen una horchata orgánica que apesta a putrefacción. Lo que llena de tristeza y preocupación es que este desemboca en el Río Lempa y que una gran cantidad de la población salvadoreña depende de este caudal y es muy difícil divorciarse de el y sobrevivir.

En EL Salvador se habla de rescatar el Río Acelhuate y otros que como el están muertos. Muchos de mis amistades en Apopa no ven tal posibilidad y se expresan dudosos de tal rescate.

Este biólogo no es tan fatalista y cree que hay una alta probabilidad de recuperar la serpiente de agua que nace en un lugarcito de San Salvador y atraviesa áreas de alta densidad poblacional para mezclarse con as aguas del Lempa y eventualmente con le Pacífico. El reto es inmenso y no creo que se logre durante el período del actual gobierno del Presidente Funes o el Ministro de Medioambiente y Recursos Naturales. Sin embargo, hay una gran oportunidad de iniciar un proceso que únicamente traerá beneficios a la nación. Los retos más grandes son el control de los desechos de las comunidades a lo largo de los ríos, reducir el abuso de los petroquímicos en la agricultura, promover el tratamiento de aguas negras por comunidades antes de vertirlas a los ríos y multar a los grandes contaminadores (públicos o privados) que quebrantas las leyes medioambientales de El Salvador. Estas multas deben ser utilizadas para invertir en el manejo de los ríos y no pasarlas a las arcas del gobierno para que se pierdan en la burocracia gubernamental.

Quizá los dos retos más difíciles serán: 1) la población que vive a la orilla de los ríos y que pesar de las inundaciones anuales y pérdidas (humanas y materiales) siguen estableciéndose a lo largo de ríos; 2) la reforestación de las zonas riverinas para reducir la erosión y la sedimentación. Ambos retos deben ser enfrentados pensando en las comunidades, haciéndolas parte de la solución y no antagonistas a los programas de manejo y de recuperación de los ríos.

Al demostrarles que los beneficios serán directamente para ellos y sus generaciones gozaran de aguas limpias se sentirán más comprometidas al la lucha por un país mas limpio. Es ya bien conocido que los bosques de galería (bosques en la orilla de ríos) juegan un papel importante en el filtro de aguas y en la reducción de erosión, contaminación, estragos de tormentas y proveen hábitat para una alta biodiversidad.

Lograr la recuperación del Acelhuate será un reto monumental, pero paso a paso se llega al fin del camino. Este trabajo requerirá de colaboración institucional, comunal, industrial, y municipal, pero sobre todo determinación del gobierno para liderar y no aceptar excusas de aquellos que únicamente hablan y no actúan. Sobre todo, los líderes de este ideal deben de ser ingeniosos para invertir fondos y contribuciones que cada comunidad (municipio) debe contribuir.

Talvez, los que han leído esta nota no logren bañarse en posas del Acelhuate, ni comer verduras o hortalizas regadas con sus aguas, pero si todos colaboramos a su limpieza, los niños que apenas están aprendiendo a leer hoy, un día dirán “los ríos de Apopa dicen que eran de los más sucios del país.”

Carlos R. Ramirez, Ph.D. Co-Pesidente del Consejo Cientifico, Académico y de Investigacion de SEEM. Actualmente catedrático d Botánica de la Universidad Estatal del Sur de Connecticut, USA.

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