El Salvador: Sombras del pasado
*David Hernández*
La campaña electoral en El Salvador se caracteriza en sus últimas semanas por la descalificación de candidatos y partidos basada en las sombras de un ayer que en el caso salvadoreño se remonta a lo más negro de la fatídica guerra civil. Esta, librada entre 1979-1992 por los principales contendientes disfrazados ahora de partidos políticos, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) y la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), aún sigue presente en la agenda electoral del año 2009.
Uno de estos tiros al blanco se centra en el actual candidato a la Vicepresidencia de la República por el FMLN, el otrora comandante de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), una de las cinco guerrillas que compusieron el FMLN, Salvador Sánchez Cerén, a quien se acusa de ser autor intelectual y copartícipe de una matanza de militantes de las FPL durante la guerra, efectuada entre otros, por su subalterno Mayo Sibrián, quien dirigía el Frente Paracentral (entre los Departamentos de San Vicente, Usulután y La Paz). Durante dicha masacre, que se cuenta entre las más negras páginas escritas por la izquierda durante el conflicto armado, se asesinó cruelmente, a veces a garrotazo limpio para no gastar munición, en nombre de la revolución salvadoreña a centenares de combatientes por la simple sospecha de ser agentes del enemigo infiltrados en la organización.
Lo más vergonzoso es que una pacotilla de cagatintas mercenarios de la derecha han aprovechado este garrafal error de la izquierda, al no hacer pública en su debido momento una autocrítica —que incluyera una deducción de responsabilidades y una petición de perdón a las víctimas— , y han emplazado al atribulado candidato, y al mismo FMLN, a qué respondan por estos crímenes.
Mucho de todo el trasfondo de esta historia se remonta a otros hechos deleznables en dichos años de sangre y fuego. Corría la década de los ochenta, luego de la tragedia dentro de las FPL en 1983 que culminó con el asesinato por 87 puñaladas de Mélida Anaya Montes, la comandante Ana María, a manos de sus propios compañeros, y el suicidio del jefe supremo de las FPL, Salvador Cayetano Carpio, alias Marcial, bajo la sospecha de haber sido por lo menos el avalador de dicho asesinato. Ana María, la histórica profesora fundadora de la asociación magisterial ANDES 21 de Junio, se había desmarcado de la línea sectaria "marcialista" de las FPL y acercado a posiciones unitarias del resto de las cuatro organizaciones que conformaban el FMLN (el Partido Comunista Salvadoreño, PCS, la Resistencia Nacional, RN, el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP y el Partido de la Revolución Centroamericano, PRTC). Ese fue el pecado por el cual sus mismos hermanos revolucionarios la masacraron a puñaladas.
De igual o peor ignominia, siempre dentro del espectro de la izquierda salvadoreña, es el cobarde asesinato en 1975 del poeta Roque Dalton García, a quien sus mismos camaradas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), asesinaron con un tiro fallido al hombro y otro tiro certero a la cabeza, bajo la nunca demostrada acusación de ser agente de la CIA (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos). El autor intelectual de este asesinato es un oscuro personaje que yace en el basurero del olvido, Edgar Alejandro Rivas Mira, alias Sebastián Urquilla, "el gran capitán", y el autor material de los mortales disparos es el que fuera máximo jefe del ERP, el comandante Joaquín Villalobos, alias "Atilio" o "Renè Cruz", actualmente viviendo una vida seudoacadémica en Inglaterra financiada por las migajas de su antiguo "enemigo de clase", y su acompañante en dicho asesinato y por lo tanto cómplice, Jorge Meléndez, alias Jonás, un mítico jefe guerrillero del ERP actualmente concejal de la Alcaldía de San Salvador.
¿Qué nos indica toda esta historia incómoda de cadáveres en el clóset que la izquierda salvadoreña aún no desenterrada? Sobre todo que el FMLN aún sigue bajo la sombra del misteriosismo, el secretismo y la compartimentación, debido a que hay temor por los muchos errores y horrores cometidos en nombre de la revolución que no se atreven a denunciar y aclarar. Un ejemplo: la implicación de parte de la dirigencia del actual FMLN en secuestros y robos aún después de firmados los Acuerdos de Paz.
Probablemente Salvador Sánchez Cerén, un pobre hombre que trata inútilmente de estar a la altura de su compañero de fórmula, el presentador de televisión Mauricio Funes, no tenga ni idea del garrafal error que está cometiendo al no tomar una posición pública respecto a las acusaciones que desde la ultraderecha un coro de individuos financiadas por los poderes fácticos de El Salvador le hacen.
Y es que en realidad los verdaderos culpables de esta cosecha de tempestades son los mismos dirigentes de la izquierda que no supieron (o no pudieron) rectificar a tiempo y reconocer públicamente los crímenes cometidos en nombre del pueblo y de la revolución. Ya sea en el caso del cobarde asesinato de Roque Dalton en 1975, en la tragedia del crimen y suicidio de Ana María y Marcial o en las monstruosas matanzas en la década de los ochenta efectuadas por Mayo Sibrián y avaladas por la entonces cúpula de las FPL.
Aún es tiempo de rectificar, a pesar del alto costo político que ello implique, pues la verdad y la justicia deben prevalecer.
Académico y novelista salvadoreñoalemán escribe desde El Salvador y Colaborador de Salvadoreños en el Mundo -
La campaña electoral en El Salvador se caracteriza en sus últimas semanas por la descalificación de candidatos y partidos basada en las sombras de un ayer que en el caso salvadoreño se remonta a lo más negro de la fatídica guerra civil. Esta, librada entre 1979-1992 por los principales contendientes disfrazados ahora de partidos políticos, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) y la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), aún sigue presente en la agenda electoral del año 2009.
Uno de estos tiros al blanco se centra en el actual candidato a la Vicepresidencia de la República por el FMLN, el otrora comandante de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), una de las cinco guerrillas que compusieron el FMLN, Salvador Sánchez Cerén, a quien se acusa de ser autor intelectual y copartícipe de una matanza de militantes de las FPL durante la guerra, efectuada entre otros, por su subalterno Mayo Sibrián, quien dirigía el Frente Paracentral (entre los Departamentos de San Vicente, Usulután y La Paz). Durante dicha masacre, que se cuenta entre las más negras páginas escritas por la izquierda durante el conflicto armado, se asesinó cruelmente, a veces a garrotazo limpio para no gastar munición, en nombre de la revolución salvadoreña a centenares de combatientes por la simple sospecha de ser agentes del enemigo infiltrados en la organización.
Lo más vergonzoso es que una pacotilla de cagatintas mercenarios de la derecha han aprovechado este garrafal error de la izquierda, al no hacer pública en su debido momento una autocrítica —que incluyera una deducción de responsabilidades y una petición de perdón a las víctimas— , y han emplazado al atribulado candidato, y al mismo FMLN, a qué respondan por estos crímenes.
Mucho de todo el trasfondo de esta historia se remonta a otros hechos deleznables en dichos años de sangre y fuego. Corría la década de los ochenta, luego de la tragedia dentro de las FPL en 1983 que culminó con el asesinato por 87 puñaladas de Mélida Anaya Montes, la comandante Ana María, a manos de sus propios compañeros, y el suicidio del jefe supremo de las FPL, Salvador Cayetano Carpio, alias Marcial, bajo la sospecha de haber sido por lo menos el avalador de dicho asesinato. Ana María, la histórica profesora fundadora de la asociación magisterial ANDES 21 de Junio, se había desmarcado de la línea sectaria "marcialista" de las FPL y acercado a posiciones unitarias del resto de las cuatro organizaciones que conformaban el FMLN (el Partido Comunista Salvadoreño, PCS, la Resistencia Nacional, RN, el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP y el Partido de la Revolución Centroamericano, PRTC). Ese fue el pecado por el cual sus mismos hermanos revolucionarios la masacraron a puñaladas.
De igual o peor ignominia, siempre dentro del espectro de la izquierda salvadoreña, es el cobarde asesinato en 1975 del poeta Roque Dalton García, a quien sus mismos camaradas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), asesinaron con un tiro fallido al hombro y otro tiro certero a la cabeza, bajo la nunca demostrada acusación de ser agente de la CIA (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos). El autor intelectual de este asesinato es un oscuro personaje que yace en el basurero del olvido, Edgar Alejandro Rivas Mira, alias Sebastián Urquilla, "el gran capitán", y el autor material de los mortales disparos es el que fuera máximo jefe del ERP, el comandante Joaquín Villalobos, alias "Atilio" o "Renè Cruz", actualmente viviendo una vida seudoacadémica en Inglaterra financiada por las migajas de su antiguo "enemigo de clase", y su acompañante en dicho asesinato y por lo tanto cómplice, Jorge Meléndez, alias Jonás, un mítico jefe guerrillero del ERP actualmente concejal de la Alcaldía de San Salvador.
¿Qué nos indica toda esta historia incómoda de cadáveres en el clóset que la izquierda salvadoreña aún no desenterrada? Sobre todo que el FMLN aún sigue bajo la sombra del misteriosismo, el secretismo y la compartimentación, debido a que hay temor por los muchos errores y horrores cometidos en nombre de la revolución que no se atreven a denunciar y aclarar. Un ejemplo: la implicación de parte de la dirigencia del actual FMLN en secuestros y robos aún después de firmados los Acuerdos de Paz.
Probablemente Salvador Sánchez Cerén, un pobre hombre que trata inútilmente de estar a la altura de su compañero de fórmula, el presentador de televisión Mauricio Funes, no tenga ni idea del garrafal error que está cometiendo al no tomar una posición pública respecto a las acusaciones que desde la ultraderecha un coro de individuos financiadas por los poderes fácticos de El Salvador le hacen.
Y es que en realidad los verdaderos culpables de esta cosecha de tempestades son los mismos dirigentes de la izquierda que no supieron (o no pudieron) rectificar a tiempo y reconocer públicamente los crímenes cometidos en nombre del pueblo y de la revolución. Ya sea en el caso del cobarde asesinato de Roque Dalton en 1975, en la tragedia del crimen y suicidio de Ana María y Marcial o en las monstruosas matanzas en la década de los ochenta efectuadas por Mayo Sibrián y avaladas por la entonces cúpula de las FPL.
Aún es tiempo de rectificar, a pesar del alto costo político que ello implique, pues la verdad y la justicia deben prevalecer.
Académico y novelista salvadoreñoalemán escribe desde El Salvador y Colaborador de Salvadoreños en el Mundo -
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Elecciones ES
Estimado David, creo es inmportante aclarar tanto deman qe se dio en la guerra, cosa quea derecha jamas lo hara.
ReplyDeleteDuele abrir las heridas del pasado; pero hay que sanar aunque el costo sea mas fuerte que el DIOXOGEN.
Sin embargo, creo que esta es UNA ARMA QUE CAUSA A MENDIGOS AVAROS ARENISTAS PARA UNTAR MAS EL DOLOR DEL PUELO SALVADORENO.
Latimosamente para buscar justicia hay que comenzar por casa.
Saludos,
Jose Matatias Delgado Y Del Hambre.
Aún es tiempo de rectificar, a pesar del alto costo político?
ReplyDeleteY en tiempo electoral , especialmente cuando TODAS las encuestas le dan un gane en primera vuelta al FMLN?
Ja, ja,ja, ja, ja,
QUE NO DARIA ARENA PARA QUE SE TE REALIZARA ESE TU SUEÑO!
El FMLN no tiene ninguna culpa de que ARENA este gastando sus ultimos cartuchos y se dediquen a la campaña sucia del pasado, despues que Tony Saca ha salido llorando en los medios diciendo que "hay que olvidar el pasado".. pobrecitos los areneros, se les acaba la fiesta.