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La Eutanasia

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Confieso que fui mala
Por Camila Bretón

El día que sacrifiqué a mi gato por ciento cincuenta pesos me enteré que comprar el fármaco para hacer una eutanasia no era tan caro. Mientras esperaba que Kino dejara de latir en el quirófano de la veterinaria, pensaba si el peso de un perro grande era igual al de mi abuelo Toto, postrado hacía más de un año en la cama. Cuando le pregunté al veterinario el precio para sacrificar a un animal de más o menos 80 kilos, me dijo que alrededor de 300 pesos. Qué barato, pensé. Mi abuela hacía meses que se quejaba de lo caro que le salía tener una señora que se ocupara de higienizar a mi abuelo, cambiarle los pañales, el valor de la prepaga, la crema para las escaras y los medicamentos que lo mantenían vivo.

Kino murió en cinco minutos, primero se durmió y después dejó de respirar. Lo quería, pero ya estaba harta de gastar plata en ecografías y pastillas que no lo curaban. El veterinario me preguntó si quería llevarme el cuerpo o cremarlo. Si quería las cenizas en una bolsa o en una cajita por 50 pesos más. Le dije que en bolsa, total no pensaba guardarlas ni tenerlas como objeto de decoración. Antes de pagar la cuenta le comenté que mi abuela tenía a su perro enfermo y si, llegado el caso, era posible comparar la dosis necesaria del medicamento mortal para llevar.

Unos días después, almorzando frente a la cama ortopédica de Toto, le conté a mi abuela lo rápido que había sido sacrificar a mi gato con una simple inyección. Le dije, también, que solo había pagado 150 pesos con cremación incluida. Qué bárbaro, me dijo. Insistí con el tema y le pregunté si sabía cuánto pesaba Toto y en el caso de conseguir la dosis necesaria, si ella se animaría a darle la inyección. Si no, agregué, podríamos preguntarle a la doctora o a la señora que lo cuida. Ella no respondió. Se quedó callada unos instantes hasta que me miró a los ojos, me preguntó si le estaba hablando en serio y se puso a llorar, incrédula, dejando caer el tenedor de su mano, diciéndome cómo era capaz de pensar en matar al hombre de su vida.

Camila Bretón es periodista argentina
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