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La encuesta de El Faro

Los matices de la encuesta de El Faro
Por Carlos Abrego

Más allá del título alarmista y un tanto amarillista de El Faro, la encuesta que ha publicado merece tranquila atención. Me voy a deterner de entrada en la pregunta que ha causado el alarmado escándalo. “Si problemas como el económico y el de seguridad pública siguieran sin resolverse ¿usted estaría dispuesto a apoyar que los militares tomaran el poder en reemplazo de un gobierno democrático? Los encuestadores afirman que la respuesta afirmativa fue de 45,6%.

Lo relevante y perverso es lo que oculta la pregunta y que al mismo tiempo sugiere: un régimen militar sería capaz de resolver nuestros problemas. No es pues de sorprenderse que muchos salvadoreños hayan caído en la trampa. Tal cual fue formulada la pregunta, la respuesta no nos entrega mucha información. Podemos imaginarnos que los problemas económicos son tan inaguantables para esa porción de salvadoreños, que están dispuestos a consentir el abandono de ciertas libertades, duramente logradas, si un régimen totalitario los resuelve. La respuesta en este caso se vuelve síntoma de una profunda desesperación.


El llamado abierto a un gobierno autoritario, ya sea civil o militar, reune menos en el segundo cuadro que presenta El Faro. Pues al darle a escoger varios tipos de gobierno, la gran burbuja baja a 11,1% en favor de los militares y a 8,8% a un gobierno civil autoritario. El total es ya menor y suma 19,9%. El resultado nos indica que la quinta parte de la población opta abiertamente por el autoritarismo. ¿Es algo sorprendente? ¿Es algo nuevo en nuestra sociedad?


No hace mucho casi un cien por cien de la población apoyó y sigue apoyando que el ejército ande patrullando en las calles de las ciudades y por los caminos rurales. Hace unos meses escribí un largo artículo que titulé: “La violencia en nuestra sociedad” e intenté allí esbozar una opinión sobre este fenómeno. En varias oportunidades me he referido al carácter despótico de nuestro Estado, del autoritarismo que recorre todo el tejido social salvadoreño, desde la familia hasta la cúspide del Estado, pasando por instituciones educativas.

O sea que si un 11,1% se declara en favor de una dictadura, cuyo verdadero nombre fue disfrazado por los encuestadores al llamarlo “Gobierno militar”, no debe sorprendernos e incluso hasta podemos considerar que muchos otros que piensan lo mismo, optaron por responder otra cosa. No me voy a parar en esos curiosos y hasta misteriosos “gobiernos” que propusieron a los encuestados. Esos nombrecitos son parte del folclor salvadoreño. Especialmente que todos los gobiernos hasta hoy, todos, incluyendo las sangrientas dictaduras pasadas, como el actual gobierno de “izquierda”, todos, repito, han tenido “una visión empresarial” y todos, absolutamente todos, han defendido los intereses de la gran empresa. ¿Es posible que los encuestadores sugieren un “golpe de Estado” de la ANEP?

El tercer cuadro viene a matizar aún más el panorama, pues a la pregunta sobre si tienen alguna preferencia sobre el gobierno que resuelva los problemas del país, pues los encuestados, dicen que no, no tienen en realidad ninguna preferencia, poco importa qué nombre se le ponga, lo importante es que los problemas de la gente se resuelvan y este 72,3% muestra lo que ocultaba el primer cuadro y que incluso desvirtuaba. Aquí merece que subrayemos el hecho siguiente, los que siguieron optantando abiertamente por un gobierno autoritario ha bajado considerablemente, es de 7,3%, autoritarismos civil y militar mezclados.


Como vemos los salvadoreños a pesar de toda su angustiante situación siguen pensando que la democracia vale la pena, aunque saben que es poco lo que los gobernantes los toman en cuenta, siguen pensando que las elecciones son necesarias para la solución de los problemas.


Sin embargo este sondeo de opinión como tantos otros, nos muestra que el sistema democrático representativo tal cual funciona está en crisis y que la desconfianza de la población hacia la clase política salvadoreña es simplemente enorme.


En conclusión es falso que los salvadoreños estén dispuestos a sacrificar la democracia y que sus preferencias vayan abiertamente hacia un régimen militar dictatorial. Lo que muestra la encuesta es que la población, en su inmensa mayoría exige urgentes respuestas a sus problemas económicos y de seguridad. La aspiración a vivir mejor de los salvadoreños es patente y está ante nuestros ojos.


Otra conclusión es que la desesperación, la angustia del mañana que experimentan tantas familias, puede fácilmente dar lugar a cualquier desliz demagógico y hasta provocar irreparables actos de despotismo. Lo que nos preocupa es que la puerta está entreabierta para una aventura totalitaria y que la “democracia” actual se está mostrando incapaz de defenderse. El presidente incluso, con su propensión autoritaria, su afición a las proposiciones fáciles y demagógicas, pareciera prepararle la cama a un régimen militar. El ejército en las calles, como en tiempos de la guerra, sirve ahora también de carcelero en las prisiones. Esto último muestra la pequeñez de espíritu ante el grave problema de la rehabilitación de los delincuentes. Es cierto que la corrupción había llegado hasta los empleados de las cárceles. Pero ya se comenzaron a manifestar los mismos casos entre los miembros del Ejército. Este problema de la corrupción también está minando la moral de los salvadoreños.


La clase política es vista por la gente como una parte corrupta de la sociedad, que vela exclusivamente por sus intereses, que miente y que pisotea sus compromisos. Han sido muchos los actos de corrupción, incluso criminales en los que se han visto mezclados diputados, ministros y altos funcionarios del Estado. La purificación moral anticorrupción prometida en la última campaña electoral por el actual presidente resultaron ser simples palabras tiradas al aire. Ahora hasta parece ridículo recordar las poses de tribuno romano que adoptaba amenazando con mandar a todos los corruptos ante los tribunales, todo vuelto un Cicerón, nuestro presidentillo, vociferaba a los cuatro vientos el horror que le causaba tanta corrupción.

Los carceleros caen en la misma corrupción, policías caen en la misma corrupción, la misma en la que han caído altos personajes de la vida pública. Los primeros son despedidos, enjuiciados. Los otros, salvo algunas raras excepciones, gozan de los dineros mal habidos, delante de todos, sin inmutarse, descaradamente.

La sociedad salvadoreña está ahora huerfana de ideales, de altos valores. No tiene mucha fe en los partidos políticos, ni en los hombres políticos. Sienten los salvadoreños que el horizonte está tapado, que no existen perspectivas y que las opciones políticas actuales no pueden de nuevo alimentar su esperanza.

Fuente: Blog de Carlos Abrego
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