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El socialismo en Santa Marta, Sensuntepeque, El Salvador

El socialismo vive en Santa Marta, Sensuntepeque
Por Tania Hándal

A dos horas de San Salvador y tras recorrer un sinuoso camino llegué a Santa Marta, Sensuntepeque, donde me había invitado para honrar el aniversario de Schafik.

Me sentí encantada del lugar tan pronto arribé allí. Su gente es especialmente comunicativa y generosa con sus sonrisas. Los compañeros me llevaron a un salón de la biblioteca de la escuela comunal para sostener una conversación con ellos. Con toda ceremonia se fueron presentando uno a uno, mencionando sus duras experiencias vitales desde la década de la guerra. La mayoría de ellos estuvieron refugiados en Mesa Grande, Honduras, donde tuvieron que huir a causa de los bombardeos en la zona. Hombres y mujeres entrados en años y en un coraje difícil de imitar; y al mismo tiempo, dulces y humildes como son los campesinos salvadoreños.

Más de dos horas charlamos animosamente. Me contaron sus problemas, sus esfuerzos por superarlos y sus éxitos que son, sin duda alguna, increíblemente grandes.

De ser un grupo de 60 familias retornadas de Mesa Grande a finales de los años 80; hoy son más de mil. Su población ha crecido no sólo en número, el crecimiento más refinado ha sido el de su conciencia. Aquí, en Santa Marta y ellos lo saben, han trascendido del concepto de agrupación humana al más puro socialismo. Me comentaron cómo han logrado que sus convicciones políticas sean un sólido referente para vencer cualquier obstáculo. Por ejemplo: la escuela. Con grandes sacrificios lograron edificar locales ventilados, iluminados, espaciosos, limpios, propios para la educación; lograron además formar profesionales dentro y fuera del país, quienes jamás piensan abandonar su comunidad, sino todo lo contario, vuelven para continuar reproduciendo sus conocimientos con los más jóvenes y reforzando los vínculos comunales. Me sentí francamente deslumbrada con esos muchachos. La muestra más evidente de su formación es que allá no hay delincuencia; la tierra es común, la siembra, la cosecha, los animales y más que todo el espíritu de cooperación entre todos. El tema de la escuela fue largo y maravilloso. Su actualización está con la vanguardia tecnológica: tienen centro de cómputo y su propia antena para conectar a internet. Cuentan también con una estación de radio que abarca todo el departamento de Sensuntepeque.

Otro detalle sorprendente fue el discurso de las mujeres. Las matriarcas de la comunidad tienen una fuerza en la palabra, como sólo puede tenerla una conciencia revolucionaria en plena lucha. Hablan sobre sus derechos en relación con la tierra; la resistencia ante la minería metálica y puedo asegurar que son tan coherentes como si se hubieran pasado la vida estudiando en una universidad.

Luego de enterarme de sus triunfos a los cuales saludo con mis más entusiastas sentimientos; me hablaron de sus problemas. No sólo son graves, son urgentes de resolver. Por un lado, los antiguos propietarios de la tierra donde están asentados, amenazan con desalojarlos si no “vuelven a pagar” por la misma propiedad. Ellos han acudido a todas las instancias gubernamentales y de Derechos Humanos, con sus documentos en mano para demostrar la legitimidad de la compraventa que hicieron hace tantos años. Sin embargo, la Fiscalía falló a favor de los antiguos propietarios. Por otro lado, sus jóvenes están siendo amenazados a muerte por alzar la voz en contra la minería; dicho sea de paso, los mártires asesinados por esta causa, son de la Comunidad de Santa Marta.

Regresé del acto que la comunidad ofreció en honor de Schafik con mi alma convulsionada. Nada más hermoso se puede ofrecer a Schafik que ver realizado su proyecto político en una comunidad tan creadora y combativa; y al mismo tiempo, con un profundo dolor por conocer sus problemas.

Amigos de todo el mundo que leen esta página web; si oyen hablar de Santa Marta, Sensuntepeque, El Salvador, sepan que la gente que vive allí es la más viva encarnación del socialismo, de la cooperación más decidida entre sus habitantes y ofrezcan su solidaridad a ellos que por ahora, enfrentan a los enemigos de siempre, pero renovados en maldad: la burguesía local y el imperio.

Tania Hándal, esposa de Shafick Hándal
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