Migrantes, van en busca del 'sueño americano' y se estrellan contra la 'pesadilla mexicana'

Brazo del crimen organizado alcanza a los migrantes
Por Diana Mancilla

Son centroamericanos que huyen de la pobreza, como los nuestros, de la crisis y falta de oportunidades. Hondureños, salvadoreños y guatemaltecos esperan su tren en una zona peligrosa pero, para ellos, también esperanzadora; ya sienten que "están del otro lado".

Tultitlán. Van en busca del “sueño americano” y muchos, sólo encuentran la “pesadilla mexicana”.

Huyen de la pobreza, como los nuestros, de la crisis y falta de oportunidades, como los nuestros.

En su mayoría hondureños, pero también salvadoreños y guatemaltecos, esperan su tren en una zona peligrosa pero, para ellos, también esperanzadora; ya sienten que “están del otro lado”.

Esta fue una parada más: Tultitlán, Estado de México. Todos están atentos por si llegan los de la migra para dispersarse y correr para no ser repatriados.

Sucios y hambrientos. Desconfiados, ven llegar una camioneta, pero es la de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (Codhem). Ya saben que llevan sándwiches y agua, no saben cuándo volverán a comer. La fila es larga, pero no son más de 50.

Hay quienes enseñan sus heridas, que todavía duelen, provocadas por las caídas en el intento de subir al tren en plena marcha, áquel que los llevará a Estados Unidos; otros no tienen males físicos pero con su plática muestran las cicatrices que llevan ya en el alma.

Dana de 16 años -ojos claros, rubia-, y Yesenia de 24 -morena-, ambas hondureñas, van con un grupo de jóvenes. Platican, como si no quisieran que se les oyera, muy bajo, ellos nos ayudaron -señalan a dos chicos-, nos iban a secuestrar. ¿Quién?, “un grupo de hombres que subieron a los vagones -se agachan- “no podemos decir nada, son malos y nos pueden hacer cosas, tienen ojos y oídos por todos lados”, dice Alexis.

Acceden a ser entrevistados a cambio de dinero. No lo quieren para comida, sino para sobornar a los garroteros y al maquinista y que no los bajen en plena marcha. Hasta con 20 pesos se conforman, aseguran.

El temor y la desconfianza se refleja en sus rostros, están atentos a todo movimiento, saben que en cualquier momento pueden llegar los de migración.

Sentados bajo el ya tristemente famoso puente Independencia, acusan, señalan a una camioneta con una cámara de video “graban todo”.

PATRICIA, EL ÁNGEL DE LOS MIGRANTES
Patricia es una mujer que desde hace nueve años se dedica a apoyar a centroamericanos que llegan a la zona de trenes de Tultitlán.Les lleva comida, los asesora en caso de que resulten heridos en su empresa de treparse a los vagones, les da los primeros auxilios y llama a emergencias.

Hace ocho años su hermano se fue a Estados Unidos, “nunca más tuvimos noticias de él, pero estoy segura que murió”, comenta triste.

Lleva un gran golpe en la cara y acusa como responsable a una ex pareja, centroamericano que se quedó aquí, protege a un mexicano que se dedica a extorsionar a los migrantes y abusar de ellos. “Golpeaban a un joven, traté de impedirlo y mi ex pareja me buscó y me pegó con un tubo en la cara”.

Denunció que ahora hay bandas dedicadas a distribuir droga. Ahí, en ese puente Independencia, llegan a tratar de reclutar a jóvenes, a vender estupefacientes o a extorsionarlos, a quitarles lo poco que tienen.

Patricia, apoyada por personal de la Codhem, trata de convencer a las mujeres y menores de edad, que se regresen a sus lugares de origen, que no vale la pena enfrentar tantos peligros.

Relata cómo ha visto pasar a casi niñas que han sido violadas una y otra y otra vez en el viaje. Cómo son entregadas a los maquinistas como pago para que los dejen viajar o a los garroteros.

Tuvo su Casa del Migrante, ya no. Le argumentaron que era ilegal y que protegía a delincuentes. Pero nada la detiene “ni me detendrá”, asegura.

“Esto que tengo en la cara sólo me da más coraje para seguir protegiendo a quienes viajan y son maltratados. “Me ha tocado atender a quienes han quedado mutilados, han perdido piernas y brazos, y para muestra él –señala a un hombre con la mirada perdida-, se la pasa drogándose, se cayó del tren y le cercenó el brazo derecho, hoy vive de lo que dan de comer los vecinos”

DERECHOS HUMANOS
Por Tultitlán pasan en promedio 200 migrantes por mes. Los jueves es cuando más llegan, nadie sabe cuál es la razón.

Ese día, la Codhem envía una camioneta con sándwiches y agua. En el teléfono público sólo basta con levantar la bocina para que de inmediato, sin marcar un número, se conecte a la institución y reciban atención, pero, desgraciadamente, siempre quitan el aviso.

El primer visitador del organismo, Federico Armeaga, da a conocer que cada semana registran al menos a 50 centroamericanos que esperan subir al próximo tren para llegar a Estados Unidos. “Lo más que hemos llegado a atender son 80 con 20 mujeres”.

Los principales problemas que han detectado son los maltratos físicos y extorsiones por parte de los elementos de la empresa de seguridad Eulen, encargada de Ferromex. Nada se ha podido hacer y siguen lastimándolos.

“En caso de violaciones a mujeres, hasta el momento nada tenemos documentado pero hay registros que en San Luis Potosí y Chiapas es donde son atacadas por garroteros, maquinistas o por los mismos que van en el vagón, pero son pocas las denuncias”.

Está también el secuestro, documentado principalmente en Chiapas y el Estado de México, pero a pesar de que se ha hecho la denuncia no hay mucha atención por parte de las autoridades, sostiene.

NOS SECUESTRARON LOS ZETAS
Óscar pide ser repatriado, se acercó a los representantes de la Codhem para solicitar su apoyo, ya tuvo suficiente, ya vio lo que nunca imaginó. Ya pasó miedo, hambre, frío, sed, golpes, en esos vagones que ahora le llaman “de la muerte”. Él viaja solo.

Platica el infierno que vivió. Ése que ya lo hizo desistir en su aventura de llegar a los Estados Unidos aún a costa de su vida. Salió de Honduras los primeros días de enero, ya perdió la cuenta; dejó a su esposa y su hijo de tres meses. Allá se dedicaba a trabajar como chofer de una camioneta de servicio público “pagaba una renta diaria, pero a veces no me alcanzaba ni para cubrirla”.

“Nos secuestraron los Zetas como a 14 que íbamos en el tren”. Lo asegura: "todos lo sabemos desde que salimos de nuestras casas, sabemos que en México corremos el riesgo de que nos secuestren y extorsionen a nuestras familias, pero de todos modos quieres seguir porque allá la vida es muy difícil”.

La voz se le quiebra, comienza nervioso a frotarse las manos. “Quería encontrar un retén porque ya me quería regresar, pero alguien me dijo que cuando más lo queríamos menos pasaba. Aquí me dijeron que llegaría derechos humanos, que a ellos les pidiera que me llevaran”, señala mientras se soba la espalda.

¿Qué te pasó? “Me caí cuando intenté subir al tren después que salimos de esa galera en Tabasco, iba con miedo tras lo que había visto y pasado. Caí de espaldas y me duele mucho”.

Se anima a contar. “Íbamos en los vagones, era de noche, éramos 14. De repente el tren bajó la velocidad, no sabíamos por qué pero como que todos nos pusimos atentos. De repente, de la nada salieron cuatro camionetas negras y se bajaron varios con una Ak 47 y nos apuntaron a todos diciendo que nos subiéramos a las camionetas, nos apuntaban a la cabeza.

“Nos llevaron a una galerota, nos dio mucho miedo, el piso estaba lleno de sangre. No sabemos qué era pero estaba lejos de cualquier cosa. Ahí, con la cara cubierta con pasamontañas, nos dijeron que todos debíamos dar un teléfono de las personas con las que íbamos a llegar a Estados Unidos. Se agarraron a un chavo primero, al que le pidieron un número pero no se los quiso dar.

“Le pusieron su dedo encima de una piedra y le comenzaron a dar con un martillito -señala el anular de la derecha-. Gritaba y gritaba. Le daban un golpe tras otro, ya le salía sangre… Cuando ya estaba molido su dedo, que les dice que se los va a dar y con ‘algo’ que le cortan la mitad del dedo, por no habernos dicho desde el principio, le dijeron. Todos estábamos mal.

“Estuvimos dos días sin comer ni tomar agua, los de ellos entraban y salían, no sabíamos qué pasaba, se veían nerviosos, dejaron de preguntarnos pero nos decían muchas groserías. Estaban como preocupados.

De repente todos se fueron, agarraron sus rifles y se salieron y un señor, que dijo que era de por ahí, nos llamó y nos dijo que lo siguiéramos, que corriéramos.

“Dijo que parecía que había un enfrentamiento con el Ejército. Parece que ya habían denunciado porque era a cada rato que llevaban a migrantes ahí y los torturaban. Nos llevó a donde estaba el tren, yo me quería regresar, quería encontrar un retén.

“Podía regresarme en tren otra vez, pero tenía miedo, mucho miedo”… Hoy, Óscar fue repatriado.

LEY MIGRATORIA OBSOLETA
La diputada federal mexiquense, integrante de la Comisión de Asuntos Migratorios, Caritina Sáenz Vargas, dijo que los migrantes “se han convertido en terreno fértil para la operación de bandas del crimen organizado y cárteles de drogas”.

Así como nosotros exigimos respeto a los migrantes en Estados Unidos, en México también debemos darlo a los centroamericanos y por ello presentó un punto de acuerdo en el Congreso federal, que ya fue aprobado, para la conformación de un grupo consultivo de legisladores que puedan debatir y resolver sobre los vacíos legislativos que existen en materia migratoria.

Destacó lo preocupante que se ha tornado el hecho de que el sur del país ha sido identificado como una “frontera sin ley” y en donde los migrantes son considerados como “mercancía” para el secuestro, la extorsión, el chantaje, los abusos sexuales, el tráfico de armas y de estupefacientes sin descartar la trata de blancas.

En el documento que presentó señala que “México no cuenta con una Ley Migratoria, la Actual Ley General de Población está totalmente rebasada de la realidad actual; así mismo, no contamos con un ámbito del Poder Judicial que pueda especializarse en delitos hacia migrantes.

Y por el contrario, en nuestro país los migrantes centroamericanos y de otros países parecieran ser considerados peor que criminales o delincuentes y lo que podría parecer increíble hasta los mexicanos que están retornando a nuestro país, también se les está discriminando y extorsionando severamente en sus derechos humanos más elementales, a tal grado que se les está tratando peor que en Estados Unidos.

"Ante esta realidad tan cruda, es necesario que dentro del Congreso de la Unión hagamos lo posible por legislar en los grandes temas que urgen a nuestro país, la agenda pendiente es vasta y no debemos desgastar nuestro esfuerzo legislativo solamente en reformas electorales que siguen dividiendo al país o en la promoción e invención de nuevos impuestos que siguen alentando a más mexicanos y mexicanas de cualquier estrato social y económico a migrar como la única alternativa posible para aspirar a una vida digna y plena”.

POCO SE HACE
Al final todo está detectado. Los abusos, extorsiones, lesiones, violaciones, secuestros, violencia contra los migrantes. Los policías municipales de Tultitlán han sido señalados como algunos de los que más atentan contra los derechos humanos de los migrantes, también personal del Instituto Nacional de Migración, pero nadie hace nada por ellos.

Brigadas de familias que saben de la condición de los centroamericanos se han organizado y les llevan de comer.

Lo mismo hace Derechos Humanos. Pero no es suficiente, porque las autoridades dejan que pase, dejan que pasen, y el tren mexicano y las bandas organizadas, para ellos, se ha convertido en la peor pesadilla en su camino a la tierra prometida, aquella que se hace inalcanzable en suelo mexiquense.

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