Lecciones de una tormenta llamada IDA en El Salvador

Lecciones de una Tormenta En El Salvador: El SNET y su compromiso con la ciudadanía.
Por Carlos R. Ramírez y Ana Elizabeth Araniva,

Es evidente que cuando nuestros ancestros Pipiles llamaron a nuestras tierras Cuscatlán –Valle de las Hamacas– no fue por casualidad imaginativa, sino porque la tierra se mecía de un lado a otro. También reconocieron la riqueza de la tierra y el potencial para desarrollar sus comunidades en Cuscatlán. Seguramente podían pronosticar las estaciones secas y lluviosas y así plantar sus cultivos. Por otro lado, se les habrá hecho difícil pronosticar y comprender la aparición letal de un huracán, una erupción volcánica, un terremoto y otros desastres naturales y sin embargo se adaptaron y prosperaron.

Ahora, miles de años después, nuestros genes llevan parte de esa historia y esa adaptación de nuestro medio, dinámico, cambiante y bondadoso como son los Valles de Zapotitlán y Jiboa, entre muchos otros lugares del país.

Nosotros, los descendientes directos de los pipiles, tenemos hoy las herramientas para poder monitorear, pronosticar y seguir de cerca los desastres naturales y prevenir grandes pérdidas materiales y humanas.

No hay duda que la información brindada por instituciones como el Servicio Nacional de Estudios Territoriales (SNET) de El Salvador es la entidad más idónea para salvaguardar a los salvadoreños y salvadoreñas de desastres naturales como la impactante tormenta Ida. Nadie puede parar una tormenta como Ida, pero si se puede reducir sus efectos y bajar la dolorosa cuenta de muertos.

Es ya bien conocido que el SNET advirtió con suficiente antelación del peligro y muchos reconocen que esta entidad nacional hace un trabajo formidable y que generalmente la raíz del problema sobre los desastres naturales está en la comunicación entre el gobierno y el pueblo.

Generalmente leemos pronósticos de vientos del norte, chubascos en la mañana, temperaturas bajas y días soleados o nublados proveídos por el SNET a los medios de comunicación y a otros medios gubernamentales. Es evidente para nosotros que el SNET es considerado como “algo” que únicamente está ahí para dar informes y no para realizar un monitoreo científico o un trabajo objetivo autónomo que sirva a todos sin depender de entidades que no entienden el verdadero papel que el SNET puede y debe jugar en la protección de la ira de la naturaleza.

Con la llegada del nuevo gobierno, esperábamos que los cambios incluyeran la reorganización de instituciones como el SNET. Con los problemas económicos que enfrenta nuestro país, desgraciadamente no podemos recomendar su elevación a una entidad descentralizada y autónoma como lo es por ejemplo la Comisión Ejecutiva Portuaria Autónoma (CEPA). Sin embargo, existe la gran posibilidad de darle su espacio y autonomía bajo la sombría del nuevo Centro de Investigación Científica de El Salvador (CICES).

Este cambio traería al SNET el apoyo necesario para realizar sus actividades de investigación científicas del territorio, especialmente sobre las condiciones sísmicas y climatológicas a nivel nacional, y así sería no sólo la institución que nos prevenga de desastres naturales y nos ayude a minimizar muertes y perdidas materiales, sino también a tener datos que nos ayuden a tener un mejor desarrollo tecnológico sobre algo tan peligroso y destructor como los terremotos, los huracanes y las tormentas.

La administración de instituciones de investigación generalmente se deja en las manos de personas que no entienden las necesidades para poder hacer un trabajo profesional. Recientemente, nos dimos cuenta por ejemplo que en la Universidad de El Salvador, ciertos administradores consideraban que la adquisición de material básico, como hornos y estufas, era innecesario en la facultad de alimentación y nutrición.

Lo mismo ocurre con el SNET, algunos responsables en el nuevo gobierno piensan que esta magna institución no es necesaria para investigar los fenómenos naturales que nos causan tanto daño en vidas humanas y retraso social, tragedias que pueden minimizarse si hay determinación en apoyar a personas e instituciones que nos advierten de inminentes peligros de la madre naturaleza como sucedió en el caso de Ida, que arrastró 195 muertos y dejó más de 13,000 damnificados. Uno de ellos fue doña Crucita, una humilde y noble ejemplar de nuestra raza pipil, que hace más 5,000 años llamó a esta tierra Cuscatlan, no precisamente por casualidad imaginativa, sino porque sentían que la tierra sobre la cual vivían se movía por debajo de sus pies.

Doña Crucita siente lo mismo que sus antepasados –que alguien le mueve la tierra por debajo de los pies– pero ella, como buena portadora de los genes de su raza, no se da por vencida, por el contrario lucha a brazo partido por su propia supervivencia y por la de su comunidad, y mientras tanto, alguien en el nuevo gobierno rediseña un plan para intentar desintegrar el Servicio Nacional de Estudios Territoriales que tanto puede hacer por gente abandonada a la suerte de la naturaleza como doña Crucita y su comunidad.

Carlos R. Ramírez, Ph. D. Y Ana Elizabeth Araniva, B.Sc. son Co-presidentes, del Consejo Cientîfico, Académico y de Investigación de Salvadoreños en el Mundo.

Newer Post Older Post