El loco no era Mel

por Caterina Monti

“Trastornado”, “inhabilitado para gobernar”, “insaciable de poder”… Así calificó hace apenas unos días, Roberto Micheletti --el mundialmente ilegítimo y desconocido presidente de facto de Honduras-- al constitucionalmente electo presidente Manuel Zelaya (Mel).

¡Qué poco tiempo tomó para que la verdad quedara al desnudo, exponiendo a los auténticos portadores de la insanidad!

En cuestión de horas, tras el golpe militar, Micheletti acepta el nombramiento como mandatario de Honduras en un acto absurdo ejecutado por el Congreso Nacional, dando por recibida una ilegal e ilegitima carta de renuncia del presidente Zelaya. Micheletti jura ante Honduras que lo hace por la democracia, ante los ojos incrédulos de la comunidad internacional. Algunos, tristemente, estaban contentos al ver cómo el autoritarismo sacaba a Mel del poder, pero otros no sabían si reír o indignarse ante el burdo montaje. “¿Esto de verdad está pasando?”. Micheletti pidió a la comunidad internacional respeto a la decisión “soberana”, mientras mantenía al pueblo hondureño aislado del mundo y de la realidad.

No tardó mucho en empezar a nombrar gabinete. ¡Otro papelón de alcance internacional! Desgraciadamente, tampoco tardó mucho en agredir a la población… ordenando a policías y militares a embestir contra los “revoltosos” que pedían la reinstalación de Zelaya frente al palacio presidencial.

Diplomáticos de países con gobiernos de izquierda y periodistas también han recibido su dosis de represión. Y todo esto, irónicamente, en nombre del respeto al orden constitucional que habría violado Zelaya por su “interés de continuar en el Gobierno o por la actitud prepotente con que él habría asumido los últimos meses de gobierno”, tal como declaró Micheletti al advertir que espera el retorno del gobernante con una orden de arresto.

El principal vocero y actor del injustificado golpe militar, Micheletti realiza una de las más emblemáticas cruzadas desinformativas en nuestra América, satanizando cualquier cambio a la Constitución para permitir la reelección de un presidente en las urnas, cuando es una opción que tienen pueblos como el de… Estados Unidos, por ejemplo, sólo por mencionar un sistema político al que nadie se atrevería a tildar de totalitario. Si Mel se había atrevido a desafiar a la Corte Suprema de Justicia para llevar a cabo una consulta y conocer si los hondureños querían la instalación de una cuarta urna en las próximas elecciones, con el objetivo de avalar o rechazar que en su momento el Congreso Nacional sometiera a estudio una reforma constitucional que permitiese la reelección presidencial en Honduras.

¿Por qué no someter a Zelaya a un debido proceso judicial?, ¿por qué no declarar nulos los resultados de dicha consulta?, ¿por qué mantener a la población a ciegas ante la información que está siendo transmitida al mundo entero sobre el desarrollo del golpe de Estado?

¿Será que existe el miedo a conocer que a lo mejor y tal vez la población estaría de acuerdo con una reforma, convirtiendo el tema en un debate nacional y en una posibilidad seria?

Cambiar la Constitución es un derecho que tiene un pueblo si éste considera que el marco socio político establecido en ella está no responde a la realidad de un momento histórico... Consultarle a la población si eso es lo que quiere no es un crimen, es un derecho del pueblo y un deber del gobernante.

La Constitución debe ser siempre el fruto del ejercicio deliberativo de los pueblos para convivir según ciertas normas compartidas, haciendo uso de la razón y en respuesta a las necesidades de la época. Si los hondureños rechazan cualquier cambio que así sea y que se imponga la voluntad del pueblo ante la de cualquier gobernante que pretenda hacerlo arbitrariamente. Pero, ¿cómo creerle a este gobierno golpista que está respondiendo a esa voluntad cuando, en aras de proteger el orden constitucional, lo irrespeta, y violenta descaradamente el derecho constitucional de una nación a estar libremente informada… sin consideración de la condena internacional?

Ahora resulta que ante el derecho de Mel de llegar a reinstalarse en su puesto, acompañado y respaldado por el secretario general de la Organización de Estados Americanos, OEA, José Miguel Insulza, aparece el canciller de Micheletti, Enrique Ortez, diciendo que “dejará pasar” a Insulza, pero no a Zelaya.

Al menos para mí, queda claro que el loco no era Mel.

Fuente: La Pagina 30/06/2009

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