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Los caminantes de Arriaga

Jaime Rivas Castillo*

A los migrantes desaparecidos y muertos en el camino y a sus madres atribuladas (Foto AP: Migrantes Centroamericanos en Chiapas).

San Cristóbal de Las Casas, México. La migración no se acaba en el principal sitio de destino. No sólo es Estados Unidos, por más que allá reside el grueso de la diáspora salvadoreña, que oxigena la maltrecha economía del país con sus remesas. La migración también es el tránsito, un largo camino de al menos 2,900 kilómetros, si se ingresa a territorio norteamericano por Texas, el estado más “cercano”. Y el tránsito, para los más vulnerables, se hace a través de México a ratos en el tren de carga, a ratos caminando. Así es más barato, si se logra escapar de los cobros que hacen los mismos maquinistas y la seguridad privada de los trenes y de los secuestradores que les acechan en el camino. Chiapas sigue siendo una de las principales entradas para los salvadoreños. Pero para colgarse por primera vez del tren en territorio chiapaneco y aventurarse a bordo de “la bestia” hay que desplazarse casi 300 kilómetros, entre Ciudad Hidalgo –la primera ciudad fronteriza mexicana— y Arriaga, en el extremo occidental de este estado. Para los salvadoreños significa cruzar todo un país, considerando que existe casi la misma distancia entre La Hachadura, en Ahuachapán y El Amatillo, en La Unión. La carga simbólica de este primer tramo es evidente. Llegar hasta Arriaga es un primer “éxito”, un éxito nada fácil.

“Marcos” es salvadoreño y acaba de llegar al albergue La Divina Misericordia, en Arriaga, poblado desde donde el tren inicia su recorrido que empuja a los migrantes hacia el estado de Veracruz, y posteriormente al centro de México y a la frontera con Estados Unidos. Las llagas en los pies, la boca reseca y el rostro curtido evidencian un promedio de cinco o seis días caminando desde Tapachula. Marcos tuvo suerte y sólo fue víctima de un intento de robo en el tramo más peligroso del trayecto, un lugar conocido como La Arrocera, situado a la salida de Huixtla, a unos pocos metros de la caseta migratoria que los migrantes rodean para no ser avistados por las autoridades. Pero allí, en el monte, les esperan los asaltantes, quienes no dudarán en golpear, violar y tirar a matar. Hasta allí llegó hace unos meses un grupo de madres salvadoreñas a depositar flores y cruces en memoria de sus hijos desaparecidos en el camino. Allí es precisamente donde ocurren más agresiones en contra de los migrantes durante la travesía de Ciudad Hidalgo a Arriaga. En los registros de tres albergues de la zona –Arriaga, Tapachula e Ixtepec— que cubren los meses de enero a abril del año en curso se documentaron 166 agresiones ocurridas en La Arrocera, la mayoría robos. Marcos, sin embargo, fue testigo del asesinato de un hondureño en el camino.

Abordar el tren significa sólo haber vencido el primer gran obstáculo para los caminantes de Arriaga. Por delante queda un enorme trecho por franquear. Pero simbólicamente se ha avanzado todo un país y ese es sólo uno de tantos alicientes. La migración se hace caminando y alcanzar el “sueño americano” implica una pesadilla para muchos. Para poder enviar los “pobredólares” de los que hablaba el P. Javier Ibisate desde la UCA hay que haber transitado por México, donde no se está ni allá (el norte) ni acá (El Salvador), una especie de limbo en el proceso migratorio. Pero con todo y los riesgos la gente sigue migrando, sigue caminando. Como dijera hace ya unas décadas el poeta y antropólogo santaneco Pedro Geoffroy Rivas:

Nada pudo detener nuestros pasos
en tierra arena roca dejamos hondas huellas
junto al mar caminamos
sobre las altas sierras
de día caminamos
de noche
sin detenernos
caminando naciendo y caminando…


* Antropólogo salvadoreño.
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3 comments :

  1. Con todo respeto, compañero Jaime, tu artículo es muy flojo. A pesar de haber estado en medio del drama humano más desgarrador que hay sobre la faz de la tierra, tu texto es frío, no tiene alma.
    Te recomiendo que leas las crónicas que está escribiendo el periodista Óscar Martínez en la sección de Migración de El Faro y aprendas un poquito a retratar un drama.

    Atentamente.

    Roberto

    ReplyDelete
  2. Roberto,


    No veo el por que de su ataque. El compa esta intentando traernos noticias frescas, no se trata de competir, sino de participar.

    ReplyDelete
  3. Claro, participar !

    Estos inmigrantes que se fueron a ser vilipundiados, hace falta que nos empapemos mas de estos escritos y razones.

    En este concierto quiero cmpartir un poema de Roque Dalton al respecto de los que mueren en su travesia... hacia las mejoras de sus vidas:



    ALTA HORA DE LA NOCHE


    Cuando sepas que he muerto
    no pronuncies mi nombre
    porque se detendria la muerte y el reposo.

    Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
    seria el tenue faro buscado por mi niebla.

    Cuando sepas que he muerto di las silabas extrañas.
    Pronuncia flor, abeja, lagrima, pan, tormenta.

    No dejes que tus labios hallen mis once letras.
    Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.

    No pronunices mi nombre cuando sepas que he muerto:
    desde la oscura tierra vendria por tu voz.

    No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre.
    Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.



    Jose Matatias Delgado y Del Hambre.

    ReplyDelete

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