Mauricio Funes y los reclamantes de la confianza
Mauricio Funes, alguien en quien se puede confiar
Por Mariano Ramirez*
Antes y después de las elecciones del 15 de marzo último, muchos articulistas y dirigentes empresariales y del establishment salvadoreño han sido recurrentes en pedir al Presidente electo que envíe señales que den confianza.
La fundamentación es bien conocida: la incertidumbre que provoca el arribo de un gobierno de izquierda puede atentar contra el clima necesario para que fluyan las inversiones y se dinamice la economía.
Las palabras incertidumbre y confianza, a fuerza de tanto uso, corren el riesgo de perder toda significación y de adoptar un sentido que no es que, en rigor, corresponde. Cuando esta duda se presenta es preciso recurrir al Diccionario de la Real Academia Española. Es preciso volver siempre a las fuentes.
Este diccionario nos dice que incertidumbre es a falta de certidumbre, que es a su vez definida como certeza, obligación de cumplir algo. Confianza, a la vez, es la esperanza firme que se tiene de alguien o algo. Alguien en quien se puede confiar, que posee las cualidades recomendables para el fin a que se destina.
Comencemos, entonces, por informarle a articulistas y grandes empresarios que en encuestas reservadas que se han hecho en los últimos días para el Presidente electo –una de ellas realizada por una casa encuestadora de consolidado prestigio- los niveles de confianza popular en Mauricio Funes ronda en torno del 80%. Su imagen personal y el nivel de aprobación acerca de cómo se ha conducido en la transición muestran registros aún más altos. Son grados de popularidad y simpatía muy altos, que el propio FMLN debiera tener en cuenta a la hora de diseñar su estrategia en la relación con el futuro Presidente.
Confianza en Funes
Es decir, mayoritariamente (más de un 80%), el pueblo salvadoreño tiene confianza en Mauricio Funes. Ahora bien, ¿esa realidad no satisface a los inversores, a los empresarios que deben inyectar dinero en la economía productiva para combatir la recesión que ya ha comenzado en el país?
Hoy mismo, uno de los articulistas que fundan su razón de existencia en la demanda de certidumbre a Mauricio Funes y al FMLN, Rafael Castellanos, publica La Prensa Gráfica su nos sacude con su latiguillo: “Para superar la pobreza necesitamos una economía dinámica. Esto requiere inversión privada y que fluya el crédito. Ambas cosas requieren que el Gobierno y FMLN den señales que generen confianza”.
En primer término, es verdad que el trabajo y la producción son las armas con que cuentan las sociedades para luchar contra la pobreza. Y ello requiere, desde ya, algo más que la actitud de los privados. Pero no son señales, que me perdonen los “analistas”. Hacen falta políticas gubernamentales correctas, acertadas, destinadas a crear el clima necesario de negocios para que los privados arriesguen su inversión y motoricen la economía de un país.
En este sentido, el incremento exponencial de la inseguridad, de la pobreza, la falta de servicios públicos adecuados –salud, educación, etc.- y la disminución de la capacidad productiva de El Salvador son consecuencia de un gobierno que, se supone, no necesitaba mandar señales que generaran confianza, pues todos los que hoy la reclaman aplaudían a Arena. Sin embargo, el país está fregado, con tanta confianza que esta gente ha derramado.
La hipocresía como una de las bellas artes
No hay que ver más que la realidad tal como es y no hace falta ir muy lejos para ver la hipocresía de los demandantes de confianza. Un ejemplo que todos recordarán: en plena campaña, las propuestas electorales de Mauricio Funes y del Frente fueron censuradas estos prohombres desde los medios de comunicación.
Y, al mismo tiempo, aplaudían el programa arenero que balbuceaba Rodrigo Ávila e intentaba darle seriedad el desaparecido Arturo Zablah. Este, precisamente, sostenía que el país tendría un crecimiento promedio del 6%, que algunos años podría ser mayor, lo que indicaba un acumulado de más del 30% en los próximos cinco años. A esa altura, recordemos, CEPAL ya había anticipado que el crecimiento no superaría el 1%.
Bien, esas mentiras, esos engaños, al establishment le generaban confianza y aplaudían esas previsiones que sólo se sostenían en un clima absoluto de hipocresía, que la gran prensa generaba desde sus medios. Vale la pena recordar esto porque han sido personas como el Sr. Castellanos o las cúpulas empresariales quienes jugaban sus fichas a aquellas mentiras.
En unos pocos días Mauricio Funes y su equipo de trabajo han mostrado seriedad y credibilidad. El Presidente electo ha sido reconocido como una persona lúcida y sensata por mandatarios extranjeros, organismos internacionales de crédito y la prensa internacional, que han celebrado el cambio de rumbo del país.
De manera que esa simpatía mundial y la aprobación de más del 80% del pueblo salvadoreño hacia el desempeño inicial del nuevo mandatario, debieran ser motivo de tranquilidad. Pero lo cierto es que la ansiedad de la derecha –así como de la izquierda misma- tiene otros fundamentos que no son –como se ve- la confianza y la certidumbre. Debieran –sin embargo- advertir que la ansiedad es mala consejera y que quien tiene la confianza, pero además carga con el peso de enormes expectativas populares es el Presidente electo.
Las grandes mayorías esperan de él, de nadie más. En vez de exigirle definiciones a Funes, la conducta de respeto a las grandes mayorías de parte de la grey política y empresarial, debiera ser apoyo sin condicionamientos. Pero tal vez una vez más yo esté pecando de ingenuidad.
Fuente: Diario Colatino 14/5/2009
Por Mariano Ramirez*
Antes y después de las elecciones del 15 de marzo último, muchos articulistas y dirigentes empresariales y del establishment salvadoreño han sido recurrentes en pedir al Presidente electo que envíe señales que den confianza.
La fundamentación es bien conocida: la incertidumbre que provoca el arribo de un gobierno de izquierda puede atentar contra el clima necesario para que fluyan las inversiones y se dinamice la economía.
Las palabras incertidumbre y confianza, a fuerza de tanto uso, corren el riesgo de perder toda significación y de adoptar un sentido que no es que, en rigor, corresponde. Cuando esta duda se presenta es preciso recurrir al Diccionario de la Real Academia Española. Es preciso volver siempre a las fuentes.
Este diccionario nos dice que incertidumbre es a falta de certidumbre, que es a su vez definida como certeza, obligación de cumplir algo. Confianza, a la vez, es la esperanza firme que se tiene de alguien o algo. Alguien en quien se puede confiar, que posee las cualidades recomendables para el fin a que se destina.
Comencemos, entonces, por informarle a articulistas y grandes empresarios que en encuestas reservadas que se han hecho en los últimos días para el Presidente electo –una de ellas realizada por una casa encuestadora de consolidado prestigio- los niveles de confianza popular en Mauricio Funes ronda en torno del 80%. Su imagen personal y el nivel de aprobación acerca de cómo se ha conducido en la transición muestran registros aún más altos. Son grados de popularidad y simpatía muy altos, que el propio FMLN debiera tener en cuenta a la hora de diseñar su estrategia en la relación con el futuro Presidente.
Confianza en Funes
Es decir, mayoritariamente (más de un 80%), el pueblo salvadoreño tiene confianza en Mauricio Funes. Ahora bien, ¿esa realidad no satisface a los inversores, a los empresarios que deben inyectar dinero en la economía productiva para combatir la recesión que ya ha comenzado en el país?
Hoy mismo, uno de los articulistas que fundan su razón de existencia en la demanda de certidumbre a Mauricio Funes y al FMLN, Rafael Castellanos, publica La Prensa Gráfica su nos sacude con su latiguillo: “Para superar la pobreza necesitamos una economía dinámica. Esto requiere inversión privada y que fluya el crédito. Ambas cosas requieren que el Gobierno y FMLN den señales que generen confianza”.
En primer término, es verdad que el trabajo y la producción son las armas con que cuentan las sociedades para luchar contra la pobreza. Y ello requiere, desde ya, algo más que la actitud de los privados. Pero no son señales, que me perdonen los “analistas”. Hacen falta políticas gubernamentales correctas, acertadas, destinadas a crear el clima necesario de negocios para que los privados arriesguen su inversión y motoricen la economía de un país.
En este sentido, el incremento exponencial de la inseguridad, de la pobreza, la falta de servicios públicos adecuados –salud, educación, etc.- y la disminución de la capacidad productiva de El Salvador son consecuencia de un gobierno que, se supone, no necesitaba mandar señales que generaran confianza, pues todos los que hoy la reclaman aplaudían a Arena. Sin embargo, el país está fregado, con tanta confianza que esta gente ha derramado.
La hipocresía como una de las bellas artes
No hay que ver más que la realidad tal como es y no hace falta ir muy lejos para ver la hipocresía de los demandantes de confianza. Un ejemplo que todos recordarán: en plena campaña, las propuestas electorales de Mauricio Funes y del Frente fueron censuradas estos prohombres desde los medios de comunicación.
Y, al mismo tiempo, aplaudían el programa arenero que balbuceaba Rodrigo Ávila e intentaba darle seriedad el desaparecido Arturo Zablah. Este, precisamente, sostenía que el país tendría un crecimiento promedio del 6%, que algunos años podría ser mayor, lo que indicaba un acumulado de más del 30% en los próximos cinco años. A esa altura, recordemos, CEPAL ya había anticipado que el crecimiento no superaría el 1%.
Bien, esas mentiras, esos engaños, al establishment le generaban confianza y aplaudían esas previsiones que sólo se sostenían en un clima absoluto de hipocresía, que la gran prensa generaba desde sus medios. Vale la pena recordar esto porque han sido personas como el Sr. Castellanos o las cúpulas empresariales quienes jugaban sus fichas a aquellas mentiras.
En unos pocos días Mauricio Funes y su equipo de trabajo han mostrado seriedad y credibilidad. El Presidente electo ha sido reconocido como una persona lúcida y sensata por mandatarios extranjeros, organismos internacionales de crédito y la prensa internacional, que han celebrado el cambio de rumbo del país.
De manera que esa simpatía mundial y la aprobación de más del 80% del pueblo salvadoreño hacia el desempeño inicial del nuevo mandatario, debieran ser motivo de tranquilidad. Pero lo cierto es que la ansiedad de la derecha –así como de la izquierda misma- tiene otros fundamentos que no son –como se ve- la confianza y la certidumbre. Debieran –sin embargo- advertir que la ansiedad es mala consejera y que quien tiene la confianza, pero además carga con el peso de enormes expectativas populares es el Presidente electo.
Las grandes mayorías esperan de él, de nadie más. En vez de exigirle definiciones a Funes, la conducta de respeto a las grandes mayorías de parte de la grey política y empresarial, debiera ser apoyo sin condicionamientos. Pero tal vez una vez más yo esté pecando de ingenuidad.
Fuente: Diario Colatino 14/5/2009
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