El dilema de Mauricio Funes: ¿Un Lula o un Chávez?

Por Claudio M. de Rosa

El Salvador ha demostrado su vocación democrática, construida durante los últimos 25 años, lo cual ha merecido el reconocimiento internacional. Mauricio Funes ganó la elección de presidente de la República y la izquierda, que optó por el camino de las armas porque se le cerraban espacios para desarrollarse políticamente, hoy llega al poder utilizando el arma más poderosa de los hombres libres: el voto. Los señalamientos de posibles fraudes para torcer la voluntad del pueblo han quedado desvirtuados y los temores que la derecha no entregaría el Ejecutivo han chocado con una gran madurez democrática del presidente Saca, del partido ARENA y las gremiales empresariales.

Felicitaciones, señor presidente electo. El Salvador comienza a vivir una nueva etapa en su democracia, dándose un segundo caso de alternancia, después de que la Democracia Cristiana entregara el poder a ARENA en 1989. Hoy ARENA pasará el bastón de mando del país al FMLN. Pero, se debe tener claro que no hay mandato, ya que la diferencia solo fue de 69,412 votos, esto es, 2.6 puntos porcentuales del total de votos válidos. En otras palabras, el país está dividido prácticamente en partes iguales.

Durante la campaña se acusó a Mauricio Funes que había dos discursos: uno moderado del candidato presidencial; y otro de los dirigentes del FMLN, que se inclinaba hacia el Socialismo del Siglo XXI. Pasada la elección, pareciera que no era estrategia, sino que esto es una realidad que requiere dilucidarse. El gran dilema del presidente electo está en convertirse en un mandatario al estilo Lula o en un Chávez.

Si opta por el estilo Lula, estaría siendo consecuente con su afirmación a diversos medios de comunicación, que es un social demócrata, dispuesto a trabajar sincera y pragmáticamente con la empresa privada, para generar confianza y facilitar la creación de empleos y riqueza nacional, y así encarar la gran crisis económica mundial, que golpeará al país con mayor fuerza en el segundo semestre de 2009. Este camino sería más difícil y con grandes contradicciones con su partido, pero lo catapultaría como un líder –al estilo Felipe González– capaz de modernizar la izquierda salvadoreña.

Si opta por el estilo Chávez, Funes se estaría contradiciendo, abriendo una primera brecha de grandes dudas sobre la validez de su palabra, aunque encontrando un camino más armónico con su partido, para construir un modelo acorde al Socialismo del Siglo XXI, que le proveerá fondos externos con mayor facilidad. Sin embargo, esto le haría algo más difícil construir consensos o entendimientos dentro del país.

La verdadera personalidad de la izquierda salvadoreña ortodoxa comienza a salir a la luz solo unos días después de su victoria electoral. Dagoberto Gutiérrez, de la Tendencia Revolucionaria, pide no pactar con la derecha, para que esta “alternancia no camine por el camino de la oligarquía”, buscando que “las mieles del poder” no seduzcan “a los espíritus débiles”. Luego propone que para proteger la construcción del socialismo se organicen “asambleas populares”, para “construir un andamiaje organizativo nacional en defensa del gobierno”.

Si este es el camino a seguir, es altamente preocupante, porque se estaría incubando el germen de la confrontación ideológica. Nos estaríamos alejando de los criterios democráticos, del espíritu de concertación, inclusión y participación, que tanto demanda la izquierda en oposición. La defensa del gobierno ya no se estaría fincando en la calidad de su gestión, en su capacidad para mejorar al país, a fin de atraer el apoyo de los electores libremente, sino utilizando medios coercitivos y de confrontación.

La crisis económica demandará el apoyo de todo el país, de todos los sectores productivos y partidos políticos. Quienes tenemos verdadera vocación democrática estamos dispuestos a colaborar, por el bien de El Salvador, a no entrar en confrontaciones que nos dividan como sociedad, como sucede en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador. El país no desea más confrontación, desea trabajar en paz. Responder a esta aspiración nacional no parece ser una miel del poder para seducir a débiles de espíritu, sino una oportunidad para forjar liderazgos transformadores, pragmáticos, apegados a la realidad nacional y del mundo.

Es obvio que el presidente electo Funes enfrenta un gran dilema político, que tiene semejanza con el viejo refrán de la espada: “si me la dejas me muero, si me la sacas me matas”. Sin embargo, si tiene una efectiva vocación democrática, modernizadora, el estilo Lula podría dar al país una izquierda social demócrata que cumpla con los objetivos sociales y políticos sin dividir al país, que permita en el futuro alternancias sin sobresaltos para nadie.

Fuente: Columnista de LA PRENSA GRÁFICA 30/03/2009

Newer Post Older Post