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Recordando a Camote

Por Manuel García*

Camote siempre iba descalzo en San Miguel. Era muy alto, y tenía facciones de mulato. Bien podría haber sido hondureño, pero su familia era más migueleña que los mismos garrobos. Tenía cincuenta años de edad, más o menos, y mientras trabajaba cortando algodón en el terreno de mi abuelo, nos hablaba de la sopa de puya que vendían en el Mercado Municipal de San Miguel. Según Camote, la sopa de puya, una especie de sopa de res que incluye casi todo de la vaca, incluyendo las tripas, y todo tipo de verduras, era la mejor sopa del mundo. Si quieres los ojos de la vaca, decía Camote, también te los ponen en la sopa. La sopa de puya es conocida también como sopa de pata, uno de los mejores caldos salvadoreños, que incluye hasta plátano.

Debo admitir que mi debilidad es una buena sopa. En España, el caldo gallego es mi favorito. En Galicia existe una verdura que se llama grelo, lo cual parece una enorme planta de repollo. En los pueblos pequeños, se pueden ver grelos en las pequeñas huertas que son minuciosamente cuidadas por señores jubilados quienes dedican su tiempo a distraerse con sus pequeños cultivos que les permiten, además de distraerse, tener verduras frescas en casa sin necesidad de pagar tanto dinero en los supermercados. Además de grelos, también cultivaban cebollas, ajos, pimientos verdes, tomates, patatas. Una vez, mientras visitaba la Provincia de Lugo, Galicia, me detuve a conversar con un anciano que bien hubiese sido Camote trabajando en el terreno de mi abuelo. Con un azadón, sacaba patatas del suelo. ¿Qué hace con tantas patatas?, le pregunté. Me contestó que una parte la vendía a un restaurante, y conservaba la otra para consumo propio, incluyendo repartiendo patatas a sus hijos que vivían en el pueblo. Su huerto era muy pequeño, menos de dos tareas, pero tenía suficiente verdura para no morirse de hambre.

Pregunté a mi abuela en San Miguel por Camote. Camote era su apodo, yo nunca supe su verdadero nombre. Creo que nadie, aparte de su familia, sabía el verdadero nombre de Camote. Mi abuela me dijo que había escuchado que él vivía en Quelepa, cerca de San Miguel, y que ya estaba muy viejo. Cuando yo era un niño en San Miguel, Camote ya tenía más de cincuenta años. Recuerdo a Camote como un salvadoreño que trabajaba la tierra para sobrevivir.

La mayoría éramos pobres en el sentido de que trabajamos para sobrevivir, pero Camote era aún más pobre porque trabaja para otro pobre, es decir mi abuelo, sin ninguna esperanza de un mejor futuro. Llevaba puesto el mismo pantalón, y una camisa blanca que estaba negra por el sudor producto del sol ardiente de San Miguel. Camote tenía un vicio, como mucha gente en El Salvador, cada vez que mi abuelo le pagaba por su trabajo, corría rápidamente a gastarse el poco dinero en la cantina.

La sopa de res salvadoreña, como la que hace mi madre en Los Angeles, me recuerda a Camote. Tiene casi todo de la vaca o buey. Pero lo verdaderamente delicioso es el sabor que le da la yuca combinada con el plátano. La sopa de res te hace sudar, pero si vives fuera de El Salvador, te puede hacer llorar recordando a tu gente que dejaste atrás. Un salvadoreño que vive en Washington, D.C., Los Angeles, San Francisco, inclusive en un pueblo remoto en España, buscará la manera de beberse una sopa de pata. Y si puede, la acompañará con una cerveza salvadoreña.

Un domingo de abril, hace cuatro años, un amigo me invitó a beber sopa de pata en el Mercado Central de San Salvador. Le había hablado de Camote, y sobre la sopa de puya que venden en el Mercado Municipal de San Miguel. El calor era sofocante. Yo era el único que sudaba porque los otros ya estaban acostumbrados a beber sopa de pata a cualquier hora. Mientras bebía la sopa de pata, no podía dejar de pensar en Camote.

Si Camote vive en Quelepa, San Miguel, espero que alguien le haga llegar ésta nota. Camote, me gustaría preguntarte cómo te llamas. Cuando te veía trabajar en el terreno de mi abuelo, yo era muy niño para entender que no había futuro para ti ni para nosotros mientras tú no podías comprarte ni siquiera un pantalón, ya por tu vicio, o ya porque, siendo pobres, tampoco te pagábamos lo suficiente para salir de la pobreza. Camote, perdona si nunca te pregunté por tu verdadero nombre. Todo el mundo te llamaba Camote, y tú nunca dijiste nada. Entonces, supuse que ese era tu verdadero nombre.

© 2009 Manuel García- Colaborador de Salvadoreños en el Mundo

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1 comment :

  1. Para celebrar un buen sopon con los de menos suerte que la de varios, es necesario instalar COMEDORES POPULARES DON DE SE COBRE EL CONSUMO PARA LA NUTRICION DE NUESTRO PUEBLO.

    NO SOLO HABRA SOPA DE PATAS NI DE CAMOTE, HABRIA VARIEDAD PARA EL CONSUMO DE CALORIAS PARA LA SALUD DEL PUEBLO !

    LO NOSTALGICO DEJEMOSLO PARA CUANDO LLEGUEMOS SOLLOZOS A LA PATRIA ENTRETANTO A APOYAR LOS COMEDORES POPULARES !


    Jose Matatias Delgado Y Del Hambre.

    ReplyDelete

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