Héctor Silva Ávalos vuelve hablar del caso Katya Miranda

Este domingo, Héctor Silva Ávalos, Gerente de Redacción de la Prensa Gráfica, vuelve hablar del caso Katya Miranda. El caso vuelve a ser noticia, por que la Fiscalía General de la República, ha designado a dos de los mejores hombres para tomarle declaración a la hermana de Katya, Gina Marcela, ahora de 16 años que se encontraba presente cuando asesinaron y violaron a su hermana aquella noche del 3 de abril de 1999.

“Katya, una buena señal” titula en su columna Héctor Silva, y procede a hacer un repaso del hecho impune, poniendo en entredicho el sistema de justicia salvadoreño y presionando a la justicia para que reabra el caso, esta vez, con una nueva víctima: Gina Marcela, la hermana de Katya.

El Sr. Silva también habla de una ONG genérica que, según él, intenta orquestar “el caso para beneficio propio”.

Al final Silva termina diciendo “Aquella niña sonriente a la que alguien violó y mató ...¡frente a las narices de su padre y de su tío policía!”

Con ustedes la columna de Héctor Silva Ávalos/ Gerente de Redacción de LA PRENSA GRÁFICA

Katya, una buena señal

La señal es importante y esperanzadora. Que la Fiscalía inicie gestiones para reabrir las investigaciones sobre la violación y el asesinato de la niña Katya Natalia Miranda Jiménez, ocurrida en abril de 1999, es, me parece, la mejor noticia de la semana. Espero, esperamos muchos, que no sea este un fogonazo sin repercusiones, como tantos otros a los que nos tiene acostumbrados la justicia salvadoreña. Espero, esperamos, que no haya visos aquí de show mediático, sino de un auténtico interés de la Fiscalía General por llevar luz a uno de los casos que mejor retrata la impunidad que perforó el maltrecho sistema judicial en la primera época de la posguerra.

Por el compromiso profesional de los fiscales asignados al caso es posible imaginar el escenario de una investigación seria, desinteresada y, sobre todo, despolitizada. Toquemos madera y esperemos que así sea (lo digo no por los fiscales, sino por los políticos que suelen ensuciar las cosas con sus ansias electoreras).

Lo importante ahora es que se atienda a la nueva prueba ofrecida por los abogados querellantes de la UCA, que es el reciente testimonio ofrecido por Gina Marcela, presente en el terreno familiar de la playa donde su hermana Katya fue violada y asesinada. En líneas generales, Marcela ha contado, en una conversación con una psicóloga que la atiende en Estados Unidos, que su padre, Edwin Miranda, abusaba de ella y de su hermana. A partir de ahí, y tras seguir todo el proceso judicial correspondiente con apego a las leyes –y no, obviamente, a las ansiedades extrajurídicas–, la Fiscalía deberá determinar si hay, en la nueva prueba, mérito para reabrir el caso de Katya o reabrir otro que incluya a Marcela como víctima.

Lo importante, cualquiera que sea el resultado de la pesquisa fiscal inicial, es que todo esto no sirva, de nuevo, para fortalecer el gusano de la impunidad, crecido en las entrañas de nuestro sistema como esos animalejos que suelen devorar las plantas de los jardines y cultivos. Lo importante es que cuando la Fiscalía retome el testimonio de la hermanita menor de Katya defina, con los potestades que le da la ley, cuál es el paso sensato a seguir.

Recuerdo perfectamente lo sucedido entre 1999 y 2000, los años en que la violación y el asesinato de Katya se convirtieron, por su trascendencia pública, en una patética cicatriz en el rostro de la maltrecha justicia salvadoreña, ya entonces cuestionada por propios y extraños, por analistas locales y gobiernos extranjeros que la financiaron con sus dineros. Hubo capturas, levantamiento de escenas, presencia de la Inteligencia del Estado en un hecho delincuencial común en el que no tenía competencia. Hubo protección estatal a oficiales de la Policía implicados en el asunto.

Y al final, como dice el cantautor español Joaquín Sabina, al final llegó el final después de mucho ruido. Al final pasó que la madre de Katya y su hija viajaron a Estados Unidos para protegerse de las amenazas recibidas en El Salvador. Pasó también que el Estado se esforzó por echar tierra al asunto y que ONG de diverso color intentaron usar el caso para beneficio propio. De Katya, en realidad, todo el mundo se olvidó.

Parece, ahora, que el olvido está superado. Por eso es importante que este nuevo paso fiscal sirva, de verdad, para hacer justicia a aquella niña sonriente a la que alguien violó y mató ¡en el terreno familiar de playa, frente a las narices de su padre y de su tío policía!

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