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Divididos somos más débiles

Bandera salvadoreña en muy mal estado. 
Dividido y con deterioro social, nuestro país retrocede
Por Alberto Arene

Uno de los principales deseos de los ciudadanos al inaugurarse el gobierno del presidente Sánchez Cerén hace 3 años es que dejaría atrás la actitud y la retórica confrontativa de su antecesor. Y así lo hizo impulsando como nadie diversas iniciativas y comisiones de diálogo. Y para el XXV aniversario de los Acuerdos de Paz, solicitó al secretario general de Naciones Unidas que facilitara el diálogo para el logro de acuerdos de nueva generación. Y así logró el nombramiento y trabajo del facilitador, el embajador Benito Andión.

Nunca un presidente ha tomado más iniciativas y a hecho más llamados al diálogo y al entendimiento, ni conformado más comisiones para impulsar acuerdos que Sánchez Cerén. Y nunca se ha priorizado tanto la inversión, el gasto y el cambio social como en su gobierno. Pero nunca en la posguerra ha estado el país tan dividido y con tanto deterioro social, paradoja de sus primeros tres años de gobierno.

Con Sánchez Cerén se inaugura verdaderamente el primer gobierno del FMLN, el gobierno del partido. En el anterior mandaba el presidente y su composición era más amplia. En el actual manda el partido y su composición es más partidaria aunque la coordinación de los ministros de las diferentes áreas sea tanto o más precaria. La ampliación y profundización del poder del partido en el Estado y su mayor influencia en la sociedad es su prioridad política. Impulsaron mayor inversión y gasto social así como los encuentros y festivales del presidente todos los sábados en distintos municipios del país, acumulando ya más de un centenar.

Pero el cambio y progreso social depende críticamente de varios factores combinados: primero del empleo y de su remuneración; de la calidad de la educación pública y del subsidio del gobierno para comprar uniformes, útiles escolares y alimentación para los estudiantes de familias pobres; de la calidad de la salud pública, de la dotación de equipos y del debido abastecimiento de medicinas y materiales diversos en los hospitales; de la calidad y precios de los servicios municipales, y del valor de sus tasas e impuestos; de los precios de la electricidad, del gas y del agua, y del nivel de los subsidios gubernamentales para financiar a los estratos de menores ingresos; de la calidad y precios del transporte; del acceso al crédito y del interés del dinero; del nivel de impuestos indirectos, y de impuestos sobre la renta respecto al nivel de los salarios, y de este respecto a la estabilidad de precios.

El bajo nivel de crecimiento de la economía, de creación de empleos decentes y salarios dignos, y las dificultades fiscales crecientes han obligado a un ajuste fiscal desordenado reduciendo los presupuestos de educación y salud, reduciendo y/o cortando subsidios, aumentando el precio al agua y de la electricidad, de los impuestos y precios de la telefonía, y de los servicios, tasas e impuestos municipales. Y ha aumentado el riesgo financiero, reduciendo la liquidez e incrementando diversos tipos de interés. El crecimiento de las remesas, de las exportaciones, de la producción agropecuaria, y del salario mínimo, se lo comerá la crisis y el ajuste fiscal, deteriorándose aún más la situación social. La crisis del Hospital Rosales simboliza semejante deterioro.

Lo social depende del empleo y del salario, y de la capacidad fiscal del Estado para financiar la educación, la salud y la seguridad social, viabilizar el equilibrio y sostenibilidad de las finanzas públicas y la estabilidad financiera. Con la prolongación del crecimiento precario y la agudización de la crisis de las finanzas públicas, todo el Estado y su política social se ve afectado, así como el nivel de vida de sus ciudadanos, especialmente los más pobres y de clase media.

Al tomar posesión el presidente no entendió las dimensiones de la crisis fiscal en ciernes, convocando al gabinete económico a discutirla un año después. Pero de nada sirvió, siguió aferrado al ministro Cáceres y a su Plan que de reforma previsional no tiene nada, sin llevar a nuevos ministros que consensuaran una solución integral realista con el Fondo Monetario Internacional y el partido ARENA empeñado en desgastar al gobierno de cara a las próximas elecciones legislativas y municipales, y presidenciales. Y así perdió tres preciosos años, señalando la responsabilidad en la Sala de lo Constitucional, en ARENA y en los grandes empresarios, sin avanzar en ninguna solución duradera.

Bajo esta perspectiva, después del primer impago llegaría el segundo, profundizando el ajuste desordenado y sin recursos, que será más radical con mayores costos sociales y políticos. Y mientras el presidente sigue impulsando el diálogo y se reúnen las diversas comisiones, y el embajador Andión avanza en su interlocución y propuesta, la confrontación y el deterioro social crecerán en plena coyuntura electoral a la que entraremos ahora y no saldremos hasta dentro de 22 meses. Y todo esto en contra de la voluntad de diálogo y del compromiso social del presidente y de buena parte de su gabinete.

Por esta vía no veo a mi país unido avanzando. Lo veo cada vez más dividido con mayor deterioro social, en franco retroceso.

Alberto Arene es ex presidente de la Comisión Ejecutiva Portuaria Autónoma
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