Francia y la gobernanza incierta

Macron y Le Pen se diputarán el poder en Francia en la segunda vuelta el 7 demayo

Francia y el principio de la gobernanza incierta
Sergio Servellón*

La suerte está echada. Macron y Le Pen han cruzado el Rubicón de la primera vuelta electoral y se enfrentarán el próximo siete de mayo para dirimir la próxima figura presidencial en Francia. Todo apunta a que Emmanuel Macron unirá las voluntades y los votos necesarios para derrotar a la candidata del Frente Nacional. Hasta aquí, se han cumplido los pronósticos electorales. Marine Le Pen, apareció en un momento como la previsible, aunque improbable ganadora de esta lid; sin embargo, el voto de derecha y el de la izquierda radical lograron estimular, en la quincena previa, un sustancial incremento como lo reflejan los resultados. Este hecho recortó las expectativas de Le Pen y aumentó las de Macron.

Ahora, se abre el compás de espera para los resultados de la ronda final. Si como estimamos, Macron es elegido presidente, según los usos y costumbres de la V República, el 10 de mayo desfilará triunfal, rodeado de la Guardia Republicana y con toda la pompa y boato de la ceremonia instaurada por el General De Gaulle. Inmediatamente después, el nuevo presidente se instalará en el Palacio del Elíseo, nombrará a su Primer Ministro y éste a su vez, anunciará el nuevo Consejo de Ministros.

Aparentemente, se cumple todo el procedimiento prescriptivo del traspaso de poderes, incluido el “botón nuclear”; no resta más que comenzar el nuevo quinquenio. Empero, nada de esto es así. Las nuevas condiciones políticas en Francia no aseguran la estabilidad de gobernanza. La tradición republicana impone la necesidad de una mayoría parlamentaria que le permita al nuevo mandatario gobernar con una Asamblea afín a su partido. Siempre ha sido así y por ello, las elecciones legislativas están convocadas, de oficio, para el mes de junio y es aquí donde aparecen los nubarrones de la inestabilidad gubernamental.

Macron no tiene Partido, parte de un movimiento social (“En Marche!”) formado por un variopinto enjambre de fuerzas sin estructura orgánica ni jerarquía política. Ha logrado su victoria aunando la desilusión y contestación al desastre de la Presidencia de François Hollande de consuno a la disgregación del Partido Socialista, plasmado en un 6% que lo ubica en el quinto lugar. Por lo tanto, la perspectiva inmediata es la figura de la “cohabitación”. Para ello, tenemos que comprender la dinámica de las elecciones legislativas en Francia.

La contienda electoral legislativa es también a dos vueltas, con la modalidad de formación de mayorías reforzadas en la segunda vuelta. Aquella fuerza mayoritaria en la primera ronda, depende del voto de “desistimiento” de las fuerzas minoritarias para lograr elegir al diputado que irá a la Asamblea. Esta modalidad depende de las negociaciones que los partidos hacen entre sí y, para el caso actual, el conjunto de derechas (republicanos, gaullistas, liberales, etc.) es mucho más homogéneo y disciplinado que la permanente dispersión entre las izquierdas.

Los candidatos perdedores ya han llamado al voto de desistimiento a favor de Macron lo que le asegura una holgada mayoría del 62% contra 42% pero, no es gratis, todo tiene su precio. La capacidad de gobernar con estabilidad parlamentaria depende del número de diputados que pertenezcan al partido del presidente; no parece posible que, en quince días, Macron logre fundar un partido consolidado y mucho menos que, en un mes, logre una mayoría legislativa de la cual sus candidatos son tan desconocidos como su probable militancia. Las expectativas electorales de las diferentes derechas rondarían el 40% mientras que las izquierdas no logran acordar una posición de común acuerdo. La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon no ha llamado a votar por Macron y entre el PS y los Verdes difícilmente llegarían al 20%.

Si este es el escenario posible de las Legislativas, el precio que Macron debería pagar por su elección es la figura de la “cohabitación”; es decir, una mayoría parlamentaria de derechas que invocaría su derecho a formar un nuevo gobierno. Ya fue el caso de François Mitterrand y también de Jacques Chirac: un presidente con un gobierno de oposición. Aunque ideológicamente Macron no tenga problemas para gobernar con un Primer Ministro de las derechas (Fillon, Juppé, Copé o Bertrand), la realidad es que no sería “SU” mayoría presidencial y tendría que adaptarse a una política más liberal y menos social de la que ha anunciado en su campaña.

Finalmente, la Presidencia de Macron no resuelve la fractura social ni política que sufre Francia como tampoco desaparece el fantasma de la ultraderecha de Le Pen ya que, en las legislativas, tiene la posibilidad de formar un grupo parlamentario mayor que el de los socialistas. El sesgo ideológico del próximo gobierno será liberal, europeísta, de comercio de libre cambio y restrictivo en la asistencia social. Pero la estabilidad de gobernanza no está garantizada para un mandatario que presida un gobierno de oposición.

¿Qué significado podría tener para El Salvador? En las circunstancias actuales, aparentemente ninguno o muy mínimo. Las relaciones bilaterales han disminuido fuertemente luego del Tratado de Lisboa que prima las relaciones entre regiones y atribuidas a la Unión Europea; por ello se ha firmado el Tratado de Asociación (ADA) que retoma las relaciones europeas y vehicula sus ayudas a través de su Embajada en San Salvador. Es atribución del Ministerio de RREE de establecer una verdadera política exterior de Estado para intentar un marco político de cooperación. Por otro lado, Francia tampoco es destino final de inmigración con lo cual, no vemos ninguna incidencia particular.

Sergio Servellón es colaborador de SPM 

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