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4 años de Funes

Cuatro años de la era Funes
Por David Hernández 



Es el primer gobierno de izquierdas que ha existido en el país y ello inscribe a la actual gestión como la protagonista de un cambio epocal en la historia nacional. Se trata de un singular modelo político con una “cohabitación” muy sui géneris, entre el presidente, los respectivos aliados y el FMLN que, a pesar de las lógicas “infidelidades”, sigue funcionando. Nunca antes la izquierda había incidido tanto en los tres poderes del Estado. Y ello aún con el descalabro sufrido por el partido oficialista a nivel de alcaldías en las elecciones pasadas.

La llegada de Funes y del FMLN al poder es la historia de una serie de luchas partidistas intestinas así como de la confluencia de un frente amplio de sectores progresistas, antioligárquicos y modernizantes. Superadas, hace cinco años, las trabas ortodoxas a una candidatura flexible, incluyente, progresista y abierta, el “Factor Funes” se convirtió en un “tsunami” que arrasó a sus contendientes. Sus repercusiones condujeron al descalabro orgánico de la derecha con el surgimiento del partido GANA, que representa el intento de modernizar y volver más sensible socialmente la agenda de nación de la derecha.

Estos cuatro años han transformado el rostro político y su escenario en la nación cuzcatleca. Nada ni nadie, políticamente, volverán a ser los mismos, desde el triunfo de la izquierda en El Salvador. El “Factor Funes”, más allá del protagonismo personal, representa un cambio, una revolución de paradigmas en el sistema político nacional. La llegada al poder de la izquierda, un sueño, una quimera para muchas generaciones de luchadores sociales, significó desenganchar el último vagón cargado con balastre y proyectos obsoletos de una oligarquía ultramontana, para dejar libre el curso del tren de la historia en su imparable rumbo a la civilización, el progreso y la modernidad.

Son cuatro años en los cuales se ha producido un nuevo barajado de cartas en el ámbito partidario, en el cual somos testigos del desmoronamiento de una derecha que hasta hace poco parecía monolítica. Y el alineamiento de parte de la misma como fuerza política independiente. La izquierda tampoco es ajena a estas convulsiones; como en el darwinismo político, sobreviven los más capaces de adaptarse a las nuevas condiciones ambientales. Superadas las antiguallas y dogmas que ataban como un yeso ortopédico o como una camisa de fuerza a la izquierda, los nuevos tiempos exigen, a partir del triunfo de 2009, audacia, audacia y más audacia. Sobre todo luego del derrumbe del Muro de Berlín, la caída de las Twin Towers y el colapso del sistema financiero mundial a favor de Pekín.

Si en lo político hay un balance positivo a favor de la actual gestión gubernamental, no puede afirmarse lo mismo en lo económico, donde sigue siendo un imperativo la transformación de las desiguales estructuras económicas dominantes en El Salvador así como volver más incluyente la distribución de su riqueza. Este es el “alfa” y “omega” de la problemática nacional y el reto aún pendiente de cualquier programa político que se precie de moderno y ajustado a los tiempos.

Mauricio Funes y el FMLN representan en este contexto el inicio de una nueva era.

David Hernández es columnista salvadoreño 

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