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Dos años de Funes

Un callejón con muchas salidas
Por Joaquín Samayoa

Ya hemos visto que el presidente sabe defenderse y pelear; ahora queremos ver si sabe dirigir. Y creo yo que él mismo se sorprendería de lo bien que puede hacer esto último si tan solo decide intentarlo.


Esta vez ha habido una coincidencia bastante grande entre todas las encuestas que auscultaron la opinión y los ánimos ciudadanos en ocasión del cierre del segundo año de gobierno del presidente Funes. Son bastante elevados los porcentajes de los salvadoreños que piensan que no ha habido progreso significativo en la búsqueda de soluciones a los principales problemas del país. Los datos objetivos sobre delincuencia y crecimiento económico respaldan las opiniones negativas de los ciudadanos.

Nadie está pensando que el gobierno actual creó los problemas que nos aquejan; consiguientemente, el Secretario Técnico de la Presidencia y otros funcionarios del gobierno y del FMLN podrían darle mejores usos a su intelecto que estar repitiendo ese tipo de explicaciones que no necesitamos. Tanto el gobierno como sus opositores deben entender que estos jueguitos de atribución de culpas ya nos tienen bastante cansados a todos los salvadoreños.

Lo anterior no significa que no debamos pensar en las responsabilidades que a cada uno le competen en la búsqueda de soluciones, cualesquiera sean los orígenes y las causas de los problemas. En este sentido, a un gobierno se le juzga por lo que hace, bien o mal, y por lo que deja de hacer. Se le debe juzgar por la parte que le corresponde en la evolución positiva o negativa de los problemas, cuando ha pasado ya un tiempo en el que sería razonable esperar algunos resultados positivos. Pero la actitud con la que hacemos ese tipo de juicios debe ser siempre constructiva y, en la medida de lo posible, desapasionada.

A los gobiernos también se les juzga por el nivel de cumplimiento de sus promesas electorales. Este criterio es talvez el que está dando lugar a los juicios más severos de parte de los ciudadanos, pero en este aspecto lo que perjudica la buena imagen del gobierno no es sólo lo que hace o deja de hacer, sino principalmente la falta de realismo o la demagogia, si es el caso, de su oferta electoral.

El presidente Funes consiguió el favor de los electores mediante promesas abstractas de cambio, pero también por haber hecho promesas muy concretas y precisas que, a mi juicio, estaban muy reñidas con la realidad que estaban viviendo el país y el entorno global de la economía. Recuerdo que en un programa de la serie “Diálogo por El Salvador” de TCS, interrogado sobre las ofertas de ARENA y del FMLN para generar empleos, manifesté que ninguno de los candidatos tenía una propuesta lúcida y viable.

Luego de dos años en los que la mayoría de salvadoreños le concedieron el beneficio de la duda al gobierno, la gente empieza a pasar factura en las encuestas de opinión. Pero mal harían el presidente y sus asesores si manejan los datos de opinión pública como un problema de imagen, porque entonces tendrán la tentación de resolverlo rectificando el discurso e incrementando la propaganda.

Después de un largo baño de realidad, este día comienza la segunda mitad del tiempo efectivo del período presidencial. El presidente ya ha marcado su territorio y ha asentado su autoridad en diversas escaramuzas y forcejeos con el FMLN, las organizaciones del movimiento social y el sector empresarial. A partir de este día, el nombre del juego es liderazgo. Liderazgo que articula una visión coherente de lo que es deseable y posible; liderazgo que escoge sus batallas para no desgastarse en hostilidades contraproducentes; liderazgo que hace lo necesario para estimular y canalizar energías creativas, para sumar esfuerzos.

Si esto se entiende, pasamos de estar en un oscuro callejón sin salida a estar en uno bastante iluminado y con muchas salidas. Ya hemos visto que el presidente sabe defenderse y pelear; ahora queremos ver si sabe dirigir. Y creo yo que él mismo se sorprendería de lo bien que puede hacer esto último si tan solo decide intentarlo.

Tres cosas me animo a sugerirle al presidente. Primero, no debe hostilizar a un sector para congraciarse con otro, porque terminará quedando mal con ambos. Segundo, ya es tiempo de hacer cambios en posiciones clave de su equipo de gobierno. Tercero, sáquele mucho más provecho al diálogo informal y privado con los principales actores económicos y sociales.

Joaquín Samayoa es analista político
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