Funanbulismo del salvadoreño Funes

Por Por José Javaloyes

Es lo que faltaba para subrayar lo que ya era evidente. La danza en la cuerda floja por la que camina Mauricio Funes, presidente de El Salvador, entre su templado centroizquierda que expuesto en las elecciones le llevó al poder, puliendo su biografía de ex guerrillero del FMLM, y el castrismo de sus aliados de Gobierno. Es danza que ilustra hasta donde no hace falta qué ocurrió en la vecina Honduras, donde el presidente Lobo, elegido hace un año en unas urnas internacionalmente fiscalizadas – tras la destitución del presidente Manuel Zelaya por su empeño en uncir a Honduras al carro del bolivarismo -, no ha podido comparecer como un jefe de Estado más en la reciente Cumbre Iberoamericana de Buenos Aires. Un evento en el que, por demás, ha conseguido el chavismo venezolano con su petrocorrupción, que para lo sucesivo no comparezca en ellas Estado alguno afectado en lo inmediato de un golpe de lo mismo.

Aparte de no poderse establecer si en junio de 2009 los golpistas fueron el Poder Legislativo y el Poder Judicial, o el susodicho presidente Zelaya queriendo cambiar la Constitución para que le eligieran de nuevo, algo que la Constitución prohibía; tampoco se dirimió el asunto de si la afectación de golpismo incluía escenario distintos del hondureño y fecha más remota, algo que en este supuesto hubiera alcanzado al promotor de la iniciativa. Es decir, al cabezahueca que reside en el palacio caraqueño de Miraflores.

Frustrada la operación hondureña – que habría aportado al ALBA castrochavista una pieza de gran valor en el decisivo espacio centroamericano, tan vital para el narcotráfico con el que ésta parece querer combatir a los Estados Unidos por vía de la erosión social de la droga -; visto que el paso hondureño para los aviones ligeros porteadores de la droga ya no resulta practicable, tal como lo era en tiempos de la presidencia de Zelaya, que en su día llegó al poder con los votos de la derecha, el bolivarismo tiene puestos ahora sus ojos en El Salvador. Un país de reducidas dimensiones físicas y demográficas que tuvo enorme importancia en tiempos de la Guerra Fría, pero que, durante la crisis hondureña, fue utilizado de espaldas al presidente Funes, como ha podido saberse ahora desde los papeles de Wikileaks, por sus socios leninistas de Gobierno a favor del régimen venezolano, para reintroducir en su país al depuesto Zelaya y luego de haber recibido clandestinamente éstos en territorio salvadoreño a Nicolás Maduro, el ministro de Asuntos Exteriores de Hugo Chávez.

Habrá que ir llamando, en la nueva Iberoamérica, a las cosas por su nombre. El Salvador vuelve a ser, como en la Guerra Fría, la rótula geopolítica en la zona aquella del Nuevo Mundo. Pero si entonces el centro de impulsión fue la Unión Soviética, en la actualidad es la Venezuela de Hugo Chávez monitorizada por la Cuba de los hermanos Castro, pues por razones biológicas el régimen de La Habana necesita las más de sus fuerzas para mantenerse en pie, visto el desplome de su economía pese a los auxilios del petrochavismo, aportados éstos a modo de compensación por los servicios de seguridad cubanos. Servicios y asistencias que penetran todos los espacios neurálgicos del país.

La desvelada condición de rehén de sus ex camaradas y socios de Gobierno que padece el presidente Funes, por vía los papeles de Vikileaks (que no todo lo que hay en ellos es para sacarle los colores al Departamento de Estado), define el actual problema de El Salvador. De una parte, como epílogo de la crisis presidencial hondureña, en la que Chávez perdió la partida al no poder enganchar definitivamente el Gobierno que Zelaya presidía a la reata bolivariana; y de otra parte, como prólogo del pulso hemisférico del populismo iberoamericano a la política continental del presidente Obama. Cuyas prioridades internacionales las tiene proyectadas sobre Asia y la cuenca del Pacífico.

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