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¿Hacia dónde va el barquito salvadoreño?

¿Hacia dónde vamos?
Por Manuel García

El filosofo romano Séneca advirtió que el viento no nos puede servir si no sabemos hacía dónde sopla. Es decir, si usted no sabe qué rumbo sopla el viento, no puede aprovechar su energía para alzar la vela del barco que lo pueda llevar al destino deseado. Es estratégico tener información sobre el rumbo del viento para planificar el futuro.

A nivel global, conocer las intenciones de amigos y enemigos es de suma importancia. Es como saber si el viento sopla de Norte a Sur, u Oriente a Poniente. En términos reales, esto implica, si usted es un gerente de un banco, por ejemplo, conocer dónde van sus clientes, cuáles son sus aspiraciones, y conocer bien la competencia para poder ofrecer el mejor servicio posible. Esta es la realidad de un banco, pero también es la realidad de cualquier persona, organización o país. El Salvador necesita ser más estratégico a la hora de procesar la información para actuar y estar mejor preparado para afrentar las tempestades del futuro.

Ciertamente, predecir el futuro con una certeza del 100% es casi imposible, pero podemos hacer una estimación inteligente usando la información disponible. Así como se puede predecir si mañana lloverá, podemos predecir si un programa tendrá éxito o no, si una propuesta de un político se fundamenta en información real o especulaciones. En democracias avanzadas como la de Estados Unidos, los políticos toman sus decisiones después de haber consultados a expertos en la materia. Obviamente, muchas veces esos mismos políticos se equivocan, pero por lo menos hacen el intento de informarse. En sociedades avanzadas, las universidades y los centros de investigación tienen un rol importante en influenciar el proceso de políticas públicas.

En El Salvador, desgraciadamente, la opinión de los expertos tiene poco peso. Los políticos más parecen personajes sacados de un poema de Roque Dalton, es decir, lo saben todo, lo pueden todo, y al final, no pueden resolver los problemas de los salvadoreños. Además, padecen la grave enfermedad de querer curar el cáncer como que fuesen curanderos, en lugar de basar sus decisiones en información sólida. En tales circunstancias, con la excepción de FUSADES, pocas instituciones académicas en El Salvador tienen un peso estratégico en influenciar las políticas públicas. Y al final del día, muchos políticos toman decisiones sin haber leído ningún dato económico. No hay tiempo para eso. Tampoco es necesario si lo único que se busca es complacer al jefe del partido.

Es una lástima que las universidades y otros centros de investigación en El Salvador no tengan un rol decisivo a la hora influenciar las políticas públicas. Los líderes académicos necesitan conquistar y defender el espacio que les pertenece. De lo contrario, el país corre el riesgo de no maximizar su potencial.

Nuestro país, geográficamente y demográficamente, tiene un potencial enorme. El Salvador está en camino en convertirse en un puente aéreo entre América del Sur y América del Norte. Ya existen vuelos directos desde San Salvador hacía importantes capitales de las Américas. El hecho que se pueda volar desde San Salvador hasta Lima puede ser un factor decisivo para una empresa a la hora de decidir si abre una filial en El Salvador. Este es un dato relevante porque muchas veces las empresas buscan facilidad de transporte, especialmente transporte aéreo. Si tiene que invertir un día para hacer trasbordo, ya sea viajando hasta Miami, para luego viajar a Lima, esto puede disuadir a cualquier ejecutivo que busca eficiencia. Es necesario señalar que el país ha dado pasos significativos para ubicarse como referente regional en el transporte aéreo. El Salvador necesita crear las condiciones para que el turista europeo, estadounidense y asiático llegue a Centro América a través de San Salvador. Estudiar las experiencias de otros países que han logrado ser referentes ya sea en la industria aérea, turística, salud, etc., nos puede ayudar a identificar nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Con esa información, podemos desarrollar una solida estrategia para convencer a empresas que apuesten por El Salvador.

Si alguien en El Salvador se toma el tiempo para analizar dónde se mueve el mercado global, se dará cuenta que aquellos países que apuestan por el talento humano serán más competitivos. China, por ejemplo, ha invertido millones de dólares para fortalecer sus universidades. Los líderes chinos se dieron cuenta hace 30 años que si China quería competir a nivel global, además de ser la fábrica más grande del mundo, necesitaba tener la capacidad de ofrecer valor añadido.

Si El Salvador quiere ofrecer valor añadido, además de mano de obra barata, necesitamos exigir más a nuestras escuelas, universidades, pero no basta con exigir, es necesario apoyar programas que puedan formar a ingenieros, químicos, biólogos, en fin, apoyar a las ciencias. Tenemos que apostar por atraer los “call centers”, las maquilas, pero también necesitamos ser un referente en la industria electrónica, química, farmacéutica, etc. Pero estas industrias solamente vendrán a El Salvador si tenemos el talento humano. Es necesario reconocer una verdad que no podemos ignorar: No podemos pretender ser doctores si actuamos como curanderos. Es hora de hacer bien las cosas.

© 2010 Manuel García es columnista colaborador de Salvadoreños en el Mundo

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