¿Adónde va El Salvador?

Por Carlos A Aguilar

En marzo 15 del 2009, la más larga dictadura democrática de América Latina, la de la conservadora Alianza Republicana Nacionalista ARENA en El Salvador, llegó a su fin; al menos eso creímos; por primera vez en la historia política de este país, un partido con una ideología identificada con la izquierda, derrotó en las urnas, al partido representativo de la derecha, a pesar del apoyo total que este partido tuvo por parte del gobierno; la histórica alianza de izquierda Farabundo Martí de Liberación Nacional, FMLN, representante de los estratos populares en la Guerra civil sostenida en ese país en los años ochenta y luego convertido en partido político en virtud de los acuerdos de paz de 1992, veía treinta años de lucha coronados con el triunfo en las elecciones presidenciales.

Desde el final del conflicto armado en 1992, las elecciones generales del país, fueron realizadas dentro de un clima relativamente fuerte en contra el fraude en el conteo de votos, con menos garantías sin embargo, en contra de la intimidación, el acarreo y compra de votos, fenómeno al cual el pueblo se había ya acostumbrado a lo largo de toda su historia política.

Las elecciones del 2009, de hecho, disfrutaron de una mayor garantía de pureza, gracias en parte a la vigilancia de observadores internacionales, incluidos algunos de la Unión Europea (UE) y la organización de Estados americanos.

A diferencia de las elecciones presidenciales de los tres periodos anteriores, el Frente presentó a un candidato de fuera de sus filas y con una ideología no exactamente igual, (hasta donde se supo entonces) a la de la institución política que lo postuló, pero con una imagen de comunicador social limpia y equidistante de extremismos ideológicos, más aun, comprometido, según sus discursos de antes y después de las elecciones, con una plataforma de gestión más acorde con la realidad del país, tanto en lo económico como en lo social y político; tanto fue así, que los modelos de gobierno a los que se comprometió a emular el Nuevo presidente, fueron los de países como Brasil con Lula Da Silva al frente y el de los Estados Unidos con el entonces recién inaugurado presidente Barak Obama, según lo anunció en su discurso de inauguración.
Diversos factores condujeron a la derrota electoral de ARENA en las elecciones del 15 de marzo del 2009. En los años que precedieron a esas elecciones, el Presidente Antonio Saca, simultáneamente a la jefatura del Poder Ejecutivo de la nación ocupó la jefatura del partido ARENA, lo cual fue criticado incluso por observadores pertenecientes a su partido, lo anterior, unido a esquemas de corrupción estatal, potenciados durante su gestión de gobierno, con una economía devastada y sin muchas alternativas, junto a los fracasos de los planes de freno a la delincuencia, fueron, a criterio de muchos, los factores más importantes de la derrota electoral del 2009.
“PARA SER PARTE DE LA GRAN TAREA DE CONSTRUCCIÓN DEL FUTURO, YO INVITO A TODOS MIS COMPATRIOTAS, SIN DISTINCIÓN DE PARTIDOS, DE GENERO, DE RAZA, CREDO O CLASE SOCIAL”. Mauricio Funes, Marzo 15, 2009- 10: pm.

Estas palabras tomadas del discurso de la victoria del entonces recién electo presidente de El Salvador, constituyeron en sí, toda una declaración de reconciliación e inclusión ideológica para la reconstrucción de un nuevo El Salvador, la propuesta de un nuevo convenio (“new deal”) en el que todos los salvadoreños, sin distinción de clase o posición social, pusiéramos nuestra cuota de esfuerzo para que se cumpliera el destino de la Patria en toda su dimensión, así mismo para que juntos disfrutáramos de los beneficios que el futuro nos deparara como grupo social.
En esa oportunidad, la gran mayoría del pueblo salvadoreño, dentro y fuera del territorio patrio, imbuido del gran entusiasmo que generaba la perspectiva de una esperanza realizada, dio la bienvenida a lo que creyó la materialización de sueños largamente acariciados, y celebró el triunfo, más que de una figura política, la de una ideología popular, la de una diferente visión de un pueblo luchador y esperanzado, representada y promulgada por un el grupo político, abanderado de las grandes causas, luchador histórico, tanto en el campo de batalla como en los curules legislativos, durante 30 largos años.

Al inicio del gobierno del cambio, creímos que éste enfilaría su quehacer a encarar los grandes vacios (deudas históricas como yo les llamo) que los gobiernos del pasado habían generado con su ineficiente gestión, creímos que se formularía un plan de acción que atendería primero los problemas relacionados con la generación de empleos, al abatimiento de la delincuencia y la seguridad ciudadana en todos sus aspectos y a un proyecto de reconciliación nacional que tanta falta hacia y hace, después de tantos años de enfrentamiento social agudo, para luego continuar con un plan estratégico de mediano y largo plazo que dieran continuidad y base solida a una “nueva forma” de administrar un país.
El ambiente político y económico, a la fecha de la inauguración presidencial, no podía decirse fuera el más favorable para el nuevo presidente y para el FMLN para llevar adelante el cambio social que el país demandaba.
Desde el inicio de la gestión del nuevo Presidente se sabía de los grandes retos que el nuevo gobierno enfrentaría, no solo por los grandes problemas que agobiaban al país, sino también por la capacidad de maniobra que el nuevo ejecutivo debería tener para lograr la aprobación de las medidas de ley que debía presentar a una asamblea legislativa tan comprometida con los esquemas de poder del pasado inmediato, en donde si bien era cierto que los legisladores del ex partido oficial ARENA no representaban mayoría simple (32 diputados en ese entonces), también lo era el hecho de que ellos representaban una fracción muy importante del ala derechista del congreso, que junto con los diputados del Partido de Conciliación Nacional PCN y con los de un nunca definido PDC, estaban en capacidad de bloquear cualquier proyecto de ley que el ejecutivo pudiera presentar para llevar adelante su plan estratégico a favor de la población que le pudiera generar espacios políticos para el futuro.

A lo anterior podríamos agregar la falta de deseo (o de visión) del nuevo gobierno de concretar alianzas, basadas en compromisos, con los actores políticos que pudieran darle la capacidad de maniobra necesaria, más aun, el mensaje que el nuevo gobernante envió, en su discurso inaugural, a los representantes de la cúpula económica y política del país, fue de enfrentamiento, el cual fue desmentido y revertido posteriormente por acciones de composición organizativa del gabinete, con lo cual estaba enviando un nuevo mensaje, más perjudicial que el primero en cuanto a la seriedad que este gobierno tenía para enfrentar y solucionar los problemas que los gobiernos de ARENA habían acumulado.

Carlos A Aguilar Es residente salvadoreño en Los Angeles, California

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