Cuando los golpistas cierran la puerta, Lula abre una ventana

Por Irene Selser

Mencionábamos ayer en este espacio que al cierre de la jornada electoral en Honduras, el presidente salvadoreño Mauricio Funes tendía una mano desde la cita iberoamericana en Portugal al presidente electo al dar a entender que la pelota estaba ahora en la cancha del ganador (el derechista Porfirio Lobo, del centenario Partido Nacional, PN), de quien se esperaba, dijo, “una muestra de voluntad para iniciar un diálogo político” (Foto Disturbios en Honduras tras el golpe, New York Times).

Ayer, Funes amplió su postura en la declaración que hizo circular entre los 22 presidentes reunidos en el balneario de Estoril, al confirmar que tanto para él como su par y amigo, el brasileño Lula da Silva, los comicios abrían “un nuevo momento político” en Honduras, en busca de una salida tras el golpe de junio.

Funes completó la idea: dicho diálogo debe permitir “un acuerdo nacional que ponga fin a la crisis y conlleve a un gobierno de unidad, el restablecimiento del orden constitucional y la reconciliación”. Por primera vez no se mencionó la restitución de Manuel Zelaya como requisito “indispensable” para validar al nuevo gobierno, en parte seguramente por la contundencia de votos a favor del candidato oficialista Lobo, un hacendado del departamento norteño de Olancho (al igual que Zelaya), apuntalado por el golpismo civil y castrense. Lobo le arrebató de paso al también secular Partido Liberal (PL) de Elvin Santos, Zelaya y Roberto Micheletti —los grandes perdedores de esta coyuntura, además de la democracia hondureña— una racha que desde 1980, luego del último régimen militar, y hasta 2005 daba a los liberales de centroderecha dos periodos seguidos de cuatro años, por uno del Nacional.

De que Lobo esté a la altura de “este desafío”, dijo Funes, dependerá “que la comunidad internacional, y de modo especial, nuestro país, podamos normalizar las relaciones”.

Lula da Silva, unido a Funes por razones de ideología pero también “del corazón” —la esposa de este último es la militante brasileña Vanda Pignato, representante para Centroamérica del Partido de los Trabajadores de Brasil (el PT de Lula)—, aportó a su vez otro elemento de novedad, luego de apoyar cabalmente a Zelaya como huésped de su embajada en Tegucigalpa desde septiembre: planteó que su gobierno no ve en los comicios “un intento de blanquear el golpe de Estado” (en contra de lo dicho por el canciller argentino Jorge Taiana), e incluyó “en el conjunto de señales y gestos” que espera de Lobo el regreso de la olvidada OEA “como interlocutor legítimo”, cosa que, recordó, “el presidente de facto Roberto Micheletti nunca hizo”.

En cuanto a Zelaya, quizá lo mejor sea tomar el camino de exilio —¿Brasil?—, como deslizó el domingo el periódico O Globo.

Fuente: Fronteras 2/11/2009

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