La revolución de los pequeños

M. J. Pérez-Barco

Una oportunidad para vivir. Es lo que todavía piden a gritos millones de niños del mundo en pleno siglo XXI. Ayer fue su día internacional en todos los rincones del planeta. Una fecha que además tuvo un cariz especial ya que también se conmemoró el vigésimo aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño, el documento de referencia mundial que recoge los derechos humanos, civiles, sociales, culturales, políticos y económicos de los que debe disfrutar la infancia en cualquier país.
Un tratado que ha supuesto un «logro histórico», como Su Majestad la Reina calificó este documento durante la presentación ayer del informe «El estado mundial de la infancia» con el que Unicef quiso celebrar un día tan señalado. Gracias a este código de principios se han logrado notables avances para los más pequeños durante los últimos veinte años. Pero como advirtió Doña Sofía «queda mucho por hacer» para que «el espíritu y la letra de la Convención se convierta en una realidad, sin excepciones, para todos los niños del mundo».

Ratificada por 192 países

Y es que aunque todos los países del mundo han firmado el tratado, todavía hay dos naciones -Estados Unidos y Somalia- que no lo han ratificado. Y de las otras 192 que lo han hecho, sólo 70 han incorporado la Convención en su legislación.
Con ese camino ya andado, el tratado de derechos del niño ha dado grandes frutos. Uno de los indicadores más destacados señala que la mortalidad infantil se ha reducido un 28%. Hace dos décadas fallecían al año 12,5 millones de niños menores de cinco años. Hoy día son 8,8 millones. A pesar de ese descenso, aún hay muchos pequeños a los que salvar.

Los esfuerzos para luchar contra las enfermedades, las campañas de vacunación, la ampliación de los servicios sanitarios, la mejora de la seguridad en la alimentación y nutrición, el acceso a fuentes mejoradas de agua potable... han ayudado a reducir la mortalidad infantil.

Existe otro indicador, clave para el desarrollo, donde también se han dado grandes pasos: la educación. Ocho de cada diez niños ya van al colegio y el 90% de ellos terminan la enseñanza Primaria. La desigualdad de género parece corregirse, ya que también ha aumentado el número de niñas que asisten a la escuela.

Pero no hay que bajar la guardia, porque los desafíos resultan todavía titánicos, más aún en esta etapa de profunda crisis económica que ha agravado la situación de muchísima gente que ya sufría hambre y desnutrición. Como consecuencia el impacto ha sido mayor en los niños, los más vulnerables.

El informe de Unicef demuestra, una vez más, que la vida de millones de pequeños pende de un hilo, sobre todo en África y Asia: 25.000 menores de cinco años mueren diariamente y cuatro millones de recién nacidos pierden la vida antes de cumplir un mes. La diarrea, el paludismo o la neumonía acaban con cuatro millones de menores al año. Enfermedades y causas que se podrían prevenir.

No están registrados

Existe muchos frentes que combatir, porque los derechos de los pequeños se quebrantan en muchas sociedades. Cincuenta y un millones son seres «invisibles», es decir no figuran en ningún registro, no disponen de un certificado de nacimiento, lo que les impide disfrutar de servicios tan básicos como los de salud o asistir al colegio. Y las niñas se llevan la peor parte: 64 millones de adolescentes se casaron antes de los 18 años, la mayoría de las veces obligadas, y 70 millones son víctimas de la ablación.

Las peores formas de violencia siguen cebándose con la infancia. La situación resulta especialmente dramática para aquellos que pierden a sus padres: 145 millones de niños son huérfanos. Sin la protección de los progenitores se ven condenados a cualquier tipo de explotación: 150 millones trabajan y 1,2 millones son víctimas de la trata todos los años. No se escapan de las peores atrocidades: muchos son entregados como pago de deudas y a otras formas de esclavitud como la prostitución, pornografía y conflictos armados (cerca de 250.000 son utilizados como porteadores, cocineros, soldados o esclavos sexuales en guerras).

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