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Muere Luis de Sebatián, Adiós Compa

Por Carlos Ernesto García*

Cuando a finales de 2009 se cumplen 20 años del asesinato de los jesuitas en El Salvador, las páginas de los periódicos nos sorprenden hace sólo unos días, con la noticia de la muerte en Barcelona de Luis de Sebastián, quien fallecía como consecuencia de sufrir un infarto.

En el silencio de la madrugada, recuerdo que una noche de invierno, abrí la puerta y tras ella, apareció un hombre de mediana edad, alto, delgado, de bigote y vistiendo una gabardina blanca, que de pronto me pareció un personaje sacado de las novelas de Grahan Greene y quien, extendiendo sus brazos, me tomó por el hombro diciendo: “Hola compa, me llamo Luis de Sebastián”, al tiempo que sonriente preguntaba por el resto de convocados a la cita, refiriéndose así a los otros que habían llegado antes que él, al departamento de la Calle Ercilla, un lugar entre la Glorieta de Embajadores y la estación de Atocha en Madrid.

Pronto se sumaron al encuentro del ex vicerrector de la Universidad Centroamericana, Marianella García Villas, fundadora de la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador, el padre José Rutilio Sánchez, Jorge Arias Gómez, que había llegado de Praga, la poetisa Claribel Alegría y su hija Maya, así como el poeta Roberto Armijo, quien con su pipa y luciendo su barba negra, salió de una habitación en la que se encontraba descansando tras el viaje en tren desde París, ciudad donde vivía exiliado desde mediados de los 70 y, donde murió en marzo de 1997.

Corría el mes de diciembre de 1980, aquel año había sido uno de los más sangrientos en El Salvador y lo que nos reunía a todos en esos días, eran los preparativos para lo que ya sabíamos que vendría: La ofensiva final, que el entonces recién formado Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional lanzaría en enero del año siguiente.
Yo tenía entonces 20 años de edad y, junto a otros compañeros, me habían asignado pequeñas tareas, como por ejemplo llevar durante el día algunos sobres a distintas instituciones de la ciudad o estar atentos del teléfono en una habitación cercana al punto de aquel departamento, donde el grueso de compañeros se encontraban conspirando, mientras que entre discusiones, risas y alguna que otra anécdota, corrían las horas y pasaban los días.

Una tarde, se decidió que saldríamos a dar un paseo y, a pesar del viento frío que hacía aquella noche, nos fuimos a la Plaza Mayor donde buscamos unas mesas y pedimos cerveza, que el camarero acompañó de pequeños trocitos de tortilla de patatas. Roberto Armijo habló de Roque Dalton, de sus hijos que estaban en la montaña; Arias Gómez, nos ilustró sobre las distintas calidades de la cerveza, sin perder la oportunidad para hablarnos de su experiencia en la entonces Checoslovaquia y de las virtudes del socialismo; Marianella, que moriría pocos años después con tan sólo 35 años de edad y Luis de Sebastián, eran los que menos hablaban y los que presentaban un gesto más severo en su mirada, quizá más reflexivos sobre los acontecimientos que se avecinaban. Rutilio Sánchez que entonces era el responsable en Europa de la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU), daba misa en una pequeña iglesia de la ciudad, mientras que, Claribel Alegría había decidido quedarse a descansar junto a su hija. Aquella misma madrugada, acompañé al aeropuerto a Jorge Arias Gómez, quien durante el camino en taxi habló sobre la figura de Farabundo Martí, de la que él había escrito la primera biografía que se conoce. Regresaba a Praga. El resto fueron marchando de manera escalonada, hasta que sólo quedamos unos pocos compañeros, la mayoría, miembros de las FPL.

Más tarde, ya en Barcelona, cuando tras incorporarme a la Coordinación Europea del Sistema Radio Venceremos, me reencontré con Luis de Sebastian, quien por aquel entonces pertenecía a la llamada comisión político-diplomática del Frente Democrático Revolucionario, brazo político del FMLN, lo que le llevaba a viajar constantemente por distintos países europeos, donde realizaba gestiones ante las distintas cancillerías, especialmente las de Inglaterra, Alemania e Italia. Su nombre, pronto se convirtió en un referente y ya no era extraño verle en distintas actividades de solidaridad dando conferencias sobre el proceso revolucionario salvadoreño que tan bien conocía, levantando la bandera del diálogo y en busca de una paz para nuestro pueblo.

Pasados los años, poco antes de la firma en 1992 de los Acuerdos de Paz, le visité en su despacho en la prestigiosa escuela de economía Esade, donde él daba clases de economía. Lo buscaba para pedirle que fuera, junto a otros intelectuales, miembro de la revista Xibalbá de Cultura, una publicación de ámbito latinoamericano que estaba a punto de sacar. Su respuesta fue entusiasta e inmediatamente propuso algunos artículos para los primeros números de la revista, idea que más tarde hizo extensiva al padre Ignacio Ellacuría, quien un día hizo llegar a la redacción, el documento que le solicité para nuestra publicación, un articulo en el que trataba sobre la relación iglesia-lucha armada. Más tarde, gracias nuevamente a Luis de Sebastián, nos vimos por última vez con Ellacuria, después de que éste recibiera de manos del alcalde de Barcelona, a finales de 1989, el premio de la Fundación Comín. Luego el padre Ignacio, tomaría la fatídica decisión de marchar, adelantando su viaje a El Salvador, donde tenía la intensión de mediar entre el gobierno de Alfredo Cristiani y la dirección del FMLN, en el marco de la ofensiva Hasta el tope, lanzada hacía pocos días por la guerrilla salvadoreña. No tendría ninguna oportunidad y por el contrario, encontraría al poco de llegar, la muerte junto al resto de sus hermanos jesuitas. Tras aquellos acontecimientos perpetrados por un grupo de élite del ejército salvadoreño y por la prácticamente total impunidad en torno a los asesinos, Luis de Sebastian se convirtió en una persona distante, sin dejar por ello de escribir y por lo mismo, de reflexionar sobre el mundo de la pobreza y el hambre, que se convirtieron en el gran tema de sus varios libros.

En una de las varias ocasiones que quedamos, ya bien entrada la conversación, contó cómo fue que formaron en San Salvador, el Frente Democrático Revolucionario; de su estrecha relación con destacados líderes estudiantiles, gremiales, campesinos y religiosos; de cuando los oligarcas salvadoreños en sus delirios anticomunistas le acusaban de andar midiendo sus propiedades, para según ellos, luego expropiarlas; relató también, de la mujer que un día juró en el mismo altar donde Luis había casado a los hijos de esta, que no descansaría hasta verle muerto. Pero quizá la más graciosa de las anécdotas, fue del día que se encontraban en una ciudad del oriente del país en un restaurante y se produjo una balacera enfrente de ellos, mientras su compañero de mesa ahora en el suelo le decía, señalando a un guardia nacional herido en la calle, que su obligación como jesuita era salir y darle a aquél pobre moribundo la extremaunción.

En noviembre de 2006 nos acompañó en la provincia de Barcelona durante unas jornadas culturales dedicadas a El Salvador. En esa oportunidad, él dio una conferencia magistral y, como siempre, muy humana. Al despedirnos, con su abrazo fraternal dijo “adiós compa” a lo que desde estas páginas hoy le digo “adiós compa”…y de pronto, aparece la imagen de una fotografía tomada en el momento en el que un pequeño grupo de jóvenes jesuitas, recién ordenados y vistiendo sotanas negras llegan, al entonces aeropuerto Internacional de Ilopango. La instantánea muestra, entre otros, a un Luis de Sebastián y a un Ignacio Ellacuria, cargados de ilusiones y sobre todo, sonrientes.

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Carlos Ernesto García, poeta, escritor y corresponsal de prensa El Salvador - Arriaga_40@hotmail.com
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1 comment :

  1. Gracias Carlos por esta crónica sobre Sebas, el Padre Luis de Sebastián, S.I., nuestro querido profesor de Teoría Monetaria y Econometría en aquellos tiempos pasados de inicios del campus de la UCA, en Antiguo. El cura coco que me regalaba cigarros y nos permitía, a veces, tomarnos unas cervezas con él, al final de la nocturna. Quizá tiempos mejores que ahora, para seguir a Manrique, por cuanto nos hinchábamos de ilusiones, locuras de cambio y esperanzas, como cipotes que éramos entonces sus alumnos. Corría el año 1972, y con él, la forja de movimientos populares, como también, el militarismo en su apogeo, la agroexportación boyante.

    Terminaba recién el patrón oro y el shock del petróleo yacía potencial para explotar en 1974, temas que le fascinaban. Entonces, el Padre Luis de Sebastián nos introducía a la matemática económica y Ellacu, el teólogo más prestigioso entonces, el Padre Ignacio Ellacuría, S.I., heredero de Xabier Zubiri, nos impartía ética económica, dejando la impronta de "ciencia y consciencia" en el quehacer profesional de los cipotes maduros que éramos para ese año.

    Ellacu fue a Sebas lo que un padre es a un hijo. Recuerdo cómo le dolió cuando "colgó la sotana" y luego se desposó con su novia de la pubertad, entonces ya viuda. Le dolió que dejara a la Sociedad, no que se casara. Hoy entiendo con su crónica, al saber Sebas del asesinato de él el 16.11.89, el poderoso vínculo afectivo e intelectual que unía al estructuralista y al tomista. Los más destacados en sus campos en toda la orden.

    Vi su último escrito en El País, del 26 de mayo. Sufría siempre por lo que nos pasaba a los salvadoreños, siempre haciendo sus análisis costo beneficio. Dios lo tiene dando cátedra a sus arcángeles ahorita. Es que necesitamos de todas las fuerzas humanas como si no existieran las divinas y de todas las divinas, como si no existieran las humanas, para hacer vida el ideal de Luis, cambiar a El Salvador...y ojalá hubiera sido posible sin sangre, como lo anhelaba, pero no se pudo, no se pudo. No dejaron. Hoy espero que con su intercesión y los arcángeles formados por él, los que ahora están al mando se imbuyan de ese cacumen y esa nobleza de su alma. Hasta la vista, Padre de Sebastián.

    Carlos A. Imendia

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