El listo de la colina

Por Álvaro Rivera*

Los Beatles nunca le dedicaron una canción, por eso no me queda más remedio que articular unas notas sin música en torno al listo de la colina, esa contraparte realista del célebre fool on the hill. Mientras el tonto se droga con ideas y buenas intenciones y es incapaz de ver la realidad, el listo hace todo lo contrario allá en la colina del poder: sitúa las ideas ahí donde debe hacerlo, en el crudo horizonte de un sistema político concreto y en los límites y en las verdaderas intenciones que tienen los agentes que lo componen.

Construyamos de prisa un tipo ideal del “listo de la colina”: tiene un pasado de izquierda (cosa bastante común en El Salvador), esgrime razones para repudiar de forma continua y sistemática ese pasado (algo bastante común y nada reprobable) y ahora es un presunto defensor del liberalismo y la democracia. Pero estos rasgos típicos pueden encontrarse en personas coherentes a las que no cabría tildar de listas.

Aclaremos un punto, antes de seguir, como es obvio me inspiro en una persona concreta para construir mi modelo del listo de la colina, pero mi empresa no valdría la pena si todo quedase reducido a un señalamiento personal. De lo que se trata es de hacer un retrato de un tipo de intelectual y de sus complejas relaciones con el poder conservador en los últimos veinte años.

A través del listo podríamos rastrear las torpes maneras con que la izquierda ha gestionado sus diferencias internas y la forma hábil con que el poder conservador ha sabido nutrirse de intelectuales que abandonaron su militancia política en el FMLN.

No puede hacerse generalizaciones sobre el conjunto de la disidencia, pero si puede afirmarse que de su seno ha surgido un tipo especial: el listo de la colina. Lo que caracteriza al listo son las ventajas materiales y de status que obtiene del repudio sistemático de la izquierda como alternativa política. A lo largo de estos años, el listo se ha especializado en criticar al FMLN y ha guardado un profundo y sintomático silencio respecto al ejercicio del poder de los conservadores. Su enfoque unilateral le ha impedido construir una imagen amplia, realista y equilibrada de nuestro sistema político y por lo mismo, por su enfoque unilateral, se ha visto imposibilitado de hacer una defensa verdaderamente lúcida de la democracia.

Y es que el listo olvidó de que la derecha salvadoreña no es la derecha francesa y no se paró a reflexionar que los “liberales criollos” han sido tradicionalmente enemigos del liberalismo progresista. Una cosa es defender lo menos malo, en aras de la democracia, y otra es callar durante veinte años frente a las líneas de conducta conservadoras que han obstaculizado el desarrollo de una democracia más fuerte y mejor estructurada en El Salvador.

El crítico que se especializa en una sola rama (el ataque sistemático a un solo partido) acaba por perder de vista las dimensiones del bosque (la particular naturaleza del sistema político salvadoreño).

Su enfoque unilateral y su carácter monotemático hacen que el listo racionalice su trabajo para los conservadores como si este fuese una defensa de la democracia. Así se autoengaña para huir de la conciencia de su parcialidad estrecha.

Recibir un pago del gobierno no es un delito, pero puede ser un problema ético si el presunto analista les oculta esa relación a sus lectores, al mismo tiempo que presume de total independencia de juicio. Es una ley (formulada en términos probabilísticos) que nadie escupe sobre la mano que bien le paga. Pero no seamos simplistas, el analista inteligente sabe cómo escapar de las peores trampas de la gratitud, puede vender un servicio, pero no por ello vende su mente. Aquí, tampoco nos engañemos y pensemos que la derecha es una pagadora zafia. ¡Para nada¡ Años de ejercicio del poder le han dado tacto para tratar con inteligencia a sus escritores más útiles. Por eso les dejan un margen de libertad, para que dichos escritores se reconcilien con su mala conciencia escribiendo un par de articulillos en los que critican esta o aquella práctica de la derecha en el gobierno.

Aquí el problema no procede solo de los pagos (se puede vender un servicio, pero no la mente), sino que de la imagen distorsionada que el listo de la colina tiene de sí mismo y de los conflictos generales en que se posiciona. Como ya dije, disfraza su trabajo bien pagado para los conservadores como una épica lucha en favor de la democracia. Todo el mundo es libre de autoengañarse, por supuesto, pero el autoengaño no es una buena premisa para un analista. Predecir desastres y hacer cálculos mecanicistas no es una buena carta de presentación para alguien que presume de realismo y es que la realidad es compleja y cambiante y no se somete con facilidad a los esquemas de la propaganda o a las trampas que nos ponen las fobias.

Durante las pasadas elecciones, el listo cometió un gran error: se creyó su propia propaganda. Ya es hora de que él, que tanto se ha preocupado por derribar los mitos de la izquierda, se ponga a derribar esa imagen falsa que a lo largo de estos años se ha hecho de sí mismo. Y es que los giros de la realidad ahora le demuestran que no es más lúcido que el tonto de la colina.

Álvaro Rivewra Larios es salvadoreño residente en Madrid

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