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La confianza más frágil


Por Julián Mansilla *

Reconozco que la primera vez que escuché la expresión “Joder y no dejarse joder” –supuestamente presentada, además, como un estandarte de la identidad salvadoreña- me generó cierto escalofrío. ¿Cómo se estructura una sociedad que parte de esa premisa? ¿Qué ocurre –pensé- con aquellos que no logran joder a los demás? ¿Terminan inevitablemente jodidos?

Estoy convencido de que, en cada comunidad, hay un correlato directo entre las grandes noticias –los hechos de gobierno, las polémicas públicas- y el modo en que se establecen las relaciones entre los individuos en la vida diaria y anónima. Unas son reflejo de las otras. Por eso, cuando recibí la invitación para escribir todas las semanas una columna para La Página, pensé en aquella frase. Y he decidido invertirla. “No joder y no dejarse joder” será un espacio para revisar cómo las grandes cuestiones que ocupan el centro del debate no son más que pequeños ejemplos de cómo funciona la sociedad salvadoreña todos los días.

Desde hace días que pienso en Adolfo Torrez. No sabía quién era. Ahora leo sobre él. Sus inestables explicaciones. Su preocupación. Pero también me detengo en algunas de las cosas que me permiten construir al personaje. Lo imagino en sus tiempos de poder. Lo imagino orgulloso de su “alcurnia” familiar ligada a la contra nicaragüense (no soy, precisamente, un admirador de la revolución y de sus resultados, pero me cuesta imaginar algo más turbio que esa milicia de mercenarios pagados en las sombras por la administración Reagan). Lo imagino con muchos amigos poderosos. Con contactos de ésos que resuelven todo en segundos. Imagino un personaje que no me gustaría.

No recuerdo si la expresión también se utiliza en El Salvador, pero en Argentina solemos decir “le soltaron la mano” a quien, por cualquier razón, le quitan el apoyo desde el poder y lo dejan solo frente a la tormenta. A Torrez, justamente, le soltaron la mano. Lo dejaron sólo frente a su desgracia. Y cuesta comprenderlo. ¿Cómo llegó hasta semejante cargo dentro de ARENA si no se habían tomado todos los recaudos sobre su honestidad e idoneidad? Y si efectivamente lo hicieron, ¿por qué lo abandonan ahora? Es decir, si en su momento demostró su probidad de manera tan rotunda como para llegar a una alta responsabilidad, ¿por qué no le otorgan el beneficio de la duda y no le creen sus compañeros de militancia política?

En este sentido, como decía en las primeras líneas, la política no hace otra cosa que reflejar el modo en que se desenvuelve una sociedad. Yo he tenido una gran fortuna y sé que he ganado, en El Salvador, amigos que son para toda la vida. Pero pocas parecen costar más que construir una relación de confianza. Y lamentablemente, pocas cosas cuestan menos que destruirla. ¿Para qué se supone que sirve la confianza? Debería ser una barrera de contención frente a los malos momentos. Por ejemplo, si de un gran amigo, de una persona que me ha demostrado su lealtad durante mucho tiempo, me comentan que incurrió en una falta grave (de cualquier tipo), lo más probable es que yo, antes de juzgarlo, le pregunte a ese amigo si es verdad. Y en función de su respuesta comience a construir un juicio de valor sobre el asunto. Pero nunca lo haría antes de escucharlo, de dejarle decir su verdad.

Es curioso: desde que me vi obligado a terminar con mi experiencia de vida en El Salvador me he distanciado de gente que consideraba muy querida. O mejor dicho, ellos se distanciaron de mí. Hombres y mujeres con los que compartía muchas horas de mi vida allí, sobre los que estaba dispuesto a poner las manos en el fuego. Hombres y mujeres que dejaron de responder mis correos, que ya no atendieron mis llamados. Vaya uno a saber qué les dijeron de mí. Vaya uno a saber quién se los dijo y con qué intención. Lo único cierto es que, a pesar de haber construido una relación de confianza, el vínculo se cortó en función del primer correveydile. Ni siquiera me dieron una oportunidad. Y en realidad, no importa mi experiencia personal: conozco infinidad de historias ajenas semejantes en El Salvador. ¿Así de efímeros pueden ser los vínculos? ¿Para qué sirvió, entonces, haber construido la confianza si se destruye con tanta facilidad? ¿Si alcanza con una frase malintencionada para derrumbar una experiencia compartida?

Me preguntó si Torrez estará pensando en eso. Si sentirá que lo abandonaron. Que los amigos de siempre le dieron la espalda. Si es así, me resulta difícil de entender que no se rebele ante eso. Debería sentirse injustamente crucificado. Sin embargo, no habla de los viejos amigos que los abandonaron. ¿Será porque cree –o sabe- que en realidad no lo abandonaron? ¿Qué sólo le han pedido que baje el perfil hasta que puedan ayudarlo? Dudo mucho que Torrez se considere culpable. Al fin y al cabo, no hizo otra cosa que reproducir el modelo nefasto que ya conocía (y que defendía): probablemente ya sabía bien que bastaba con pagarle medio millón de dólares (o más) a un importante estudio de abogados para que la acusación más sólida quedara deshilachada. De hecho, ésa es la explicación que él mismo construyó. Es decir, eso es lo que a él le parece lógico y lícito hacer frente a un personaje como Silva. Como si no fuera obsceno que un grupo de abogados se haga “socio” de un dinero ilícito para impedir que quien lo consiguió, vaya a prisión. De otra manera, ¿quién podría, si no es con dinero sucio, pagar una cifra semejante a un abogado?

Se me ocurre otra opción: ¿No son muchos los que disfrutan haciéndoles creer a los demás que tienen poder para acciones como desbaratar un fallo en la justicia? Una de las primeras expresiones que aprendí, cuando llegué a El Salvador, fue “vergón”. Otra, “mero mero”. Y he conocido a muchos con ardientes deseos de ser considerados de este modo. Tanto, que serían muy capaces de atribuirse la posibilidad de dejar impune a Silva. Aun cuando no fueran realmente capaces de hacerlo. ¿Torrez tenía semejante poder o sólo disfrutaba con la idea de que otros creyeran que lo tenía? ¿Lo tienen algunos abogados? ¿Basta con ser capaz de pagar medio millón de dólares para ser impune? Ojalá que no: sería un ejemplo perfecto de la funesta máxima “Joder y no dejarse joder”. Robar cincuenta y luego invertir cinco para no pagar las consecuencias. Una ecuación perfecta para la impunidad.

Lo dramático del asunto es que no tenemos las respuestas. No sabemos si existen los personajes capaces de garantizar la impunidad de otros (aunque sabemos que hay varios que, en la intimidad, se enorgullecen de eso); no sabemos si hay estudios de abogados capaces de hacer “milagros” legales; no sabemos si la impunidad es una cuestión de la envergadura de una cuenta bancaria. Y entonces, como no sabemos, nos quedamos en silencio. Pero el silencio siempre es el cómplice más fiel de la mentira.

En ese sentido, recuerdo un hecho que llamó mi atención cuando todavía vivía en El Salvador. Nunca supe –en esto la distancia puede jugarme en contra- qué ocurrió con tres jóvenes –y prominentes- salvadoreños que fueron detenidos en un crucero, acusados de corrupción de menores. Todos aquellos que conocían la historia (y que los conocían a ellos) me aseguraban que la acusación era absurda. No tengo razones, confieso, para creer lo contrario. Es decir, no sería capaz de prejuzgar a gente que no conozco. Además, de hecho, confío en muchas de las personas que me garantizaron la inocencia de estos muchachos. Sin embargo, lo único que me hacía dudar era el silencio de los medios acerca del tema. Todos aquellos que comentaban el caso (y la cuestión, a decir verdad, era la comidilla de todas las reuniones sociales) se nutrían de rumores y de informaciones publicadas por periódicos extranjeros ya que la enorme mayoría de los medios de comunicación salvadoreños ignoraban el caso. Es obvio que, a juzgar por el interés que el caso despertaba entre la gente, no se trataba de una razón editorial: nadie podía decir, sin sonrojarse, que el caso no justificaba una cobertura periodística. ¿Por qué el silencio, entonces? ¿Para encubrirlos? ¿Por qué, si eran sus amigos y los consideraban inocentes? Quizá me equivoco, pero si yo me viera involucrado en una acusación de ese tipo, clamaría mi inocencia por todos los medios. No dejaría de gritar mi descargo en todas las tribunas públicas. Justamente, el silencio, lejos de ser mi aliado, sería mi peor enemigo. Pero, evidentemente, esta gente no pensaba como yo.

No los entiendo. Para tampoco los culpo. En realidad, como Torrez, sólo reflejan un modelo de comportamiento. Un sistema que, más allá de cualquier situación, se rige por una ley tácita: la del miedo a caer en desgracia. El miedo a ser el perdedor, a ser el que pierde el respeto (o temor) de los otros. El de Torrez no es un caso diferente, por ejemplo, al de muchos gerentes que se aterran frente a la idea de que otros conozcan los verdaderos resultados de sus gestiones. Curioso fenómeno: no les preocupan los malos resultados; les preocupa que los demás los conozcan. De hecho, un fenómeno muy común en el ámbito empresario salvadoreño es el de escuchar a ejecutivos que suelen detallar una autobiografía épica, repleta de triunfos y grandes resultados en todas las empresas por las que han pasado. Sin embargo, la realidad nada tiene que ver con esos relatos. ¿Por qué lo hacen? ¿Para demostrarle qué a quién? No lo tienen muy claro. Sólo saben que es posible deformar la realidad (con mentiras o silencio), pero que la percepción negativa de los demás sobre uno –en un modelo que sólo privilegia a los que joden y no se dejan joder- puede resultar el ocaso definitivo.

* Periodista de origen Argentino -Fuente La Página 8/5/2009
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2 comments :

  1. COMO ARENA VENDIA LA IDEA JODIDOS PERO CONTENTOS!!!
    PERO CUANDO LLEGO EL FRENTE SE LE DIO VUELTA A LA TORTILLA ARENERA CON: PERO NO CONTENTOS DE ESTAR JODIDOS!!
    ES DIFICIL ASIMILAR CIERTOS ADAGIOS COMO EL DE LA OTRA VEZ QUE QUEDE AVERGONZADO CON LA CARA ROJA PORQUE ME INVITARON MIS AMIGOS ARGENTINOS A CENAR Y AQUI POR CORTESIA AL FINAL DE LA FIESTA SE LAVAN LOS PLATOS, OTRO RECOGE LAS COSAS, Y ASI POR EL ESTILO, PERO TIENE OTRO SIGNIFICADO EN ARGENTINA DECIRLE A LA MUJER DE MI AMIGO TE LAVARE LOS PLATOS ES UNA COSA QUE QUEDE PASMADO!!!
    PERO VOLVIENDO AL TEMA DE ESTE SENOR TORREZ ME PARECE QUE LE TOCO LA PEOR PARTE SE ENCONTRO EN EL LUGAR EQUIVOCADO CON LA GENTE EQUIVOCADA EN UN TIEMPO EQUIVOCADO TODOS ESTABAN NERVIOSOS POR LA PERDIDA ASI QUE DESCARGARON EN EL TODA LA FURIA COMO CANIBALES SE ABALANZARON SOBRE EL DESTRUYENDOLO TODO HASTA SU FAMILIA!!

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  2. Deberia cambiar la frase de ¨Joder y no dejarse joder¨ por otra cristiana que seria ¨No dejar joder y evitar joder¨

    A proposito que la mayoria somos Cristianos en El Salvador, ya que el arenismo saca a todas luces la religion Catolica cuando le tocan sus cimientos ¨morales¨ como el asunto de la homosexualidad.

    DEBERIA ESTE PARTIDO SER MAS SENSATO EN DEFINIR ESTRATEGIAS ETICAS DE SU PARTIDO QUE HA SAQUEADO EL ESTADO EN TODO ESTE TIEMPO INCLUYENDO LOS TIEMPOS DEL MILITARISMO DEL PCN !!!


    Jose Matatias Delgado Y Del Hambre.

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