El gobierno de Funes y la opción preferencial de gobernar para los pobres

Buen consejo
Por Caterina Monti

El 15 de marzo de 2009 participé como observadora de las elecciones presidenciales. Mi misión, registrar cada respiro que daba la Junta Receptora de Votos, JRV, 04502, ubicada en la Avenida Baden Powell, una callecita adyacente al ITCA en Santa Tecla. De principio a fin, conducta ejemplar. Resultados de la mesa, 174 votos para el FMLN, 158 para ARENA y 1 en blanco.

Eran aproximadamente las 6 p.m. cuando la mayoría de mesas se encontraban simultáneamente en la más ansiosa de las etapas, la del conteo de votos. De vez en cuando se oía, “Mayor Roberto d’Aubuisson. Presente por la Patria”. Era el anuncio de un triunfo de ARENA en una JRV. Otras veces, con más frecuencia, el anuncio era precedido por un silbato, aplausos y luego un “Viva el FMLN… ” o un “Viva Schafik… ¡Qué viva!”.

Poco a poco, la Baden Powell se iba quedando vacía. Los presidentes de las JRV se llevaban los paquetes electorales y los entregaban a la siguiente autoridad en la cadena del proceso. Un vigilante del FMLN y otro de ARENA escoltaban cada una de las entregas.


Unos minutos después de las 7 p.m. salí del centro de votación. Ya alguien me había enviado un texto por teléfono con el mensaje que la tendencia era a favor del FMLN. Pensé, “bueno hay que esperar”. Sin embargo, para algunos no había duda. A la salida, una treintena de efemelenistas, entre ellos algunos de los que habían sido vigilantes minutos antes, ondeaban sus banderitas rojas, saltaban, algunos bailaban, y voceaban “Sí se pudo” una y otra vez.


Me crucé la calle, la Panamericana, en busca de mi aventón a casa y fue cuando vi que poco a poco, de entre las penumbras… de uno en uno, de dos en dos… ancianos, mujeres embarazadas, niños, jóvenes, familias enteras, inclusive sus mascotas, salían de las champas que juntas conforman una comunidad marginal, frente al ITCA. Estaban felices y poco a poco incorporaban sus voces al “sí se pudo” del otro lado de la calle.


La felicidad de los habitantes de Comunidad Las Cruces no era la que puede provocar el triunfo del partido de preferencia en un juego de fútbol, ni la que pudiera sentir un estudiante, de clase media, ávido de democracia… contento en su intelecto por la realidad de la alternancia. No, esta gente estaba sublimemente feliz. Era la felicidad de la esperanza… de la posibilidad de pasar de la exclusión a la inclusión… de dejar de vivir al margen del acceso a la salud, a la educación, a un trabajo estable y a una vivienda digna.


Fueron nada más un par de minutos que observé el momento, que hice mío, mientras buscaba regresar a mi casa, pero fueron los dos minutos de ternura más intensa que recuerdo haber vivido. Sí, me refiero a ese tipo de ternura, de la que hablaba el argentino… la que nunca hay que perder si se pretende gobernar con “opción preferencial por los pobres”, un noble e inequívoco compromiso expresamente adquirido por el presidente electo esa misma noche.


En pocos días, la dulzura del triunfo histórico de la izquierda, la luna de miel y los abrazos multisectoriales perderán fuerza. Vendrán entonces los choques de intereses, dentro y fuera del circulo político del presidente. Vendrá el momento de entablar alianzas estratégicas, negociaciones… y sin duda alguna tocará al nuevo gobierno adentrarse en la cloaca que suele ser la política real. Así es y así debe ser, aunque esta vez esperamos que se eviten los pactos perversos y la corrupción, dándole oportunidad a las instituciones para que se fortalezcan. Éste será el momento cuando se pondrá a prueba la calidad e intensidad de la ternura de este primer gobierno de izquierda.


De “Buena Fé”, dos trovadores lo advierten con un “Buen Consejo”:


“A tí que decidiste renegar la displicencia, sumarte a los que van, ponerle sueños a tu esencia…. A ti que decidiste militancia y compromiso, yo te quiero advertir pa’ que no pierdas el hechizo… ¡Cuídate mucho del embullo, que el riesgo es personal y cada cual tendrá lo suyo!”.


Mantener la ternura, con pragmatismo y cruzando una realidad en crisis, no será fácil, pero sin ella, un gobierno de izquierda puede convertirse en algo tan dramático como un régimen stalinista o tan patético como el que se vive bajo el vecino Ortega. Que las mil y una “comunidades Las Cruces” que, creo, han conmovido a lo largo de los años el alma del nuevo mandatario, de algunos de sus cercanos y de los efemelenistas que no sucumbieron en el cinismo, sean las que inspiren cada día y cada paso de este nuevo gobierno. Eso es lo que esperamos muchos. La solidaridad de todos los sectores será el complemento necesario.


Y que la ternura como principio político regidor estimule a los cerebros a el cómo, el cómo romper con las más obscenas desigualdades que nos degradan como nación de hermanos. Las “comunidades Las Cruces” se lo merecen, simplemente porque creyeron. El Salvador se lo merece por haber vencido el miedo y haberle dado la oportunidad a la promesa del cambio; y en el caso de los que no votaron por ello, por haberlo aceptado democráticamente.

Fuente Original: Diario La Página 30/03/2009

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