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Hoy en la doble columna: Fidel Castro y el Sacerdote Salesiano

Volvamos a entender el capitalismo ¡Ay de mí si no anuncio el evangelio

La Ley de Selva

Ricardo Esmahan*Óscar Rodríguez Blanco, s. d. b.*

A partir de la exacerbación de la crisis financiera en las últimas semanas, han surgido una serie de cuestionamientos al funcionamiento de la economía de mercado; cuestionamientos que vienen acompañados de fuertes críticas a este sistema económico en el que los recursos se asignan en base al libre mercado.
Ha habido quienes incluso han llegado a anunciar que esta crisis marca el fin del capitalismo y que el péndulo en cuanto a sistemas económicos se ha movido hacia un extremo en el que el Gobierno debe jugar un papel preponderante en la actividad económica de las naciones.

Los argumentos de los detractores del capitalismo giran en torno a una mala interpretación que hacen respecto al papel que debe jugar el Estado en un sistema capitalista o de libre mercado. De una forma simplista, entienden que capitalismo es sinónimo de subordinar cualquier acción del Estado a la iniciativa privada, que la ausencia total de Gobierno es la mejor representación del capitalismo en su más pura expresión. Tal interpretación es totalmente errónea.

por el contrario, recuerdo al padre de la economía, Adam Smith, que reconocía el importante papel de un Estado en un sistema capitalista. El fomento de la competencia, la satisfacción de las necesidades básicas de la población, garantizar el ordenamiento jurídico, la corrección de fallas del mercado, son los más importantes deberes de un Estado en un sistema capitalista.

La crisis financiera actual no ha sido producto de una falla inherente en el capitalismo, sino el resultado de la intervención tardía del Estado en una tarea que le corresponde en un sistema capitalista: la corrección de fallas de mercado. Y es que hasta defensores del capitalismo, como el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, reconocían que la arquitectura financiera internacional adolecía de dos fallas de mercado importantes: riesgo moral y falta de información.

El término riesgo moral se refiere en la literatura económica a los efectos contraproducentes que generan los seguros en el comportamiento del mercado. La idea del término la ejemplificamos en una persona que asegura su carro y al hacerlo, quizás no tenga incentivos a ser tan prudente al manejar. En el contexto financiero, la existencia de riesgo moral se origina en la creencia por parte de los prestatarios y prestamistas que si algo malo pasa, los gobiernos saldrán al rescate (como hoy lo han hecho). Esta falla de mercado hizo que los inversionistas tomaran decisiones riesgosas que han puesto al sistema en la situación que actualmente está.

Por otro parte, la complejidad de la arquitectura financiera internacional impedía conocer todos los riesgos que se estaban generando, lo que al final se conjugó en una combinación de riesgo moral y asimetría de información. La intervención oportuna del Gobierno para corregir ambas fallas y garantizar el buen funcionamiento del mercado no sólo es imperante, sino compatible con el sistema capitalista.

La supremacía del capitalismo como sistema económico es innegable: los incentivos al esfuerzo individual característicos del capitalismo son el motor que contribuyen a que éste sea el sistema que más prosperidad ha brindado al mundo, al ser la forma mercantil más desarrollada.

Al final del día, como lo ha dicho Paul Krugman, una economía de mercado o sistema capitalista funciona independientemente de si la gente cree o no en este sistema. El capitalismo no exige que todos compartan la misma creencia ideológica, ni siquiera requiere que crean en este sistema, simplemente este sistema funciona en la medida en que cada persona, buscando su propio bienestar, se esfuerza. Y ese esfuerzo contribuye a incrementar el bienestar de toda la sociedad.

*Ministro de Economía.La Iglesia Católica dedica cada año el mes de octubre a despertar en los fieles el espíritu misionero y a solidarizarse con los misioneros y misioneras, que en el mundo entero, entregan sus vidas al anuncio del evangelio según el mandato de Cristo: "Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia a toda criatura" (Mc.16, 15). Es un mandato que corresponde a toda la iglesia, a cada comunidad cristiana, a cada creyente. La razón fundamental de la iglesia es cumplir con esta misión, es su verdadera y única tarea. El apóstol San Pablo escribiendo a los Corintios les dice: "El hecho de predicar el evangelio no es para mí motivo de soberbia. No tengo más remedio. Y ¡ay de mí si no anuncio el evangelio! (1 Cor.9, 16). Esa es la misión de la iglesia, esa es la misión de todos aquellos que somos iglesia.

La palabra "evangelizar" significa literalmente "buen mensaje, buena noticia" y esa buena noticia es Cristo, fuente de vida nueva y promesa de felicidad. Evangelizar no es sólo enseñar una doctrina, es anunciar la persona de Jesús con palabras y con acciones, es hacerse instrumento de su presencia y acción en el mundo. San Pablo en su camino a Damasco comprendió que la redención es obra de Dios y de su amor, y fue ese amor, el que lo condujo al anuncio del evangelio en medio de los gentiles, fue ese amor, el que lo condujo hasta el imperio romano para ser mensajero de Dios y maestro del evangelio. El Papa Juan Pablo II al comenzar el tercer milenio nos llamó a "remar mar adentro" y comprometernos en una "nueva evangelización": "Nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión".

El domingo 19 de octubre se celebrará la Jornada Mundial de las Misiones, "Domund", es una jornada especial para que los creyentes en Cristo tomemos una conciencia más viva y más eficaz de que Jesucristo, Salvador universal, no es conocido ni aceptado como tal en muchos lugares del mundo. Todos los días son propicios para anunciar la buena noticia de salvación, pero el "Domund", es un día por excelencia en el que la oración, el sacrificio y la solidaridad económica en favor de los misioneros, ocupan un lugar muy especial. Los misioneros son hombres y mujeres, que como sacerdotes, religiosos o religiosas, laicos o laicas anuncian en muchos lugares del mundo el Reino de Dios, educan en la fe a los que aceptan la llamada a la conversión y comparten con ellos la riqueza de ser hijos de Dios.

La misión de la iglesia es evangelizar, y cada creyente, debe sentirse comprometido a cumplir con esta misión donde se encuentre, empezando por la familia, como el lugar idóneo para la transmisión de la fe de padres a hijos. Nos decía el recordado Papa Juan Pablo II que "el espíritu de toda actividad misionera es el amor, que es y sigue siendo la fuerza de la misión, y es también el único criterio según el cual todo debe hacerse y no hacerse, cambiarse y no cambiarse. Es el principio que debe dirigir toda acción y el fin al que debe tender. Actuando con caridad o inspirados por la caridad, nada es disconforme y todo es bueno" (Redemptoris Missio, n.60). Ese es el criterio que debe sustentar todo cristiano para convertirse en discípulo y misionero de Cristo, esa es la fuerza que debe tener para anunciar el "evangelio del amor". Los documentos de Aparecida nos invitan a llenarnos de Dios para afrontar todos los retos que nuestro continente presenta.

"Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo" (D.A.29).

*Sacerdote Salesiano -Publicación El Diario de Hoy

Por Fidel Castro*

El comercio dentro de la sociedad y entre los países es el intercambio de bienes y servicios que producen los seres humanos. Los dueños de los medios de producción se apropian de las ganancias. Ellos dirigen, como clase, el estado capitalista y se ufanan de ser los impulsores del desarrollo y el bienestar social a través del mercado, al cual se rinde culto como dios infalible.

Dentro de cada país es la competencia entre los más fuertes y los más débiles, los de más vigor físico, los que se alimentan mejor, los que aprendieron a leer y escribir, los que fueron a las escuelas, los que acumulan más experiencia, más relaciones sociales, más recursos, y los que carecen de esas ventajas dentro de la sociedad.

Entre países, los que tienen mejor clima, más tierra cultivable, más agua, más recursos naturales en el espacio en que les tocó vivir cuando no existen más territorios que conquistar, los que dominan las tecnologías, los que poseen más desarrollo y manejan infinitos recursos mediáticos, y los que, por el contrario, no disfrutan ninguna de estas prerrogativas. Son las diferencias a veces abismales entre las que se califican como naciones ricas o pobres.

Es la ley de la selva.

Las diferencias entre las etnias no existen en cuanto se refiere a las facultades mentales del ser humano. Es algo más que probado científicamente. La sociedad actual no fue la forma natural en que evolucionó la vida humana; ha sido una creación del hombre ya mentalmente desarrollado, sin la cual no se puede concebir su propia existencia. Lo que se plantea es, por tanto, si el ser humano podrá sobrevivir al privilegio de poseer una inteligencia creadora.

El sistema capitalista desarrollado, cuyo máximo exponente es el país de naturaleza privilegiada adonde el hombre blanco europeo llevó sus ideas, sus sueños y sus ambiciones, se encuentra hoy en plena crisis. No es la habitual cada cierto número de años, ni siquiera la traumática de los años treinta, sino la peor de todas desde que el mundo siguió ese modelo de crecimiento y desarrollo.

La actual crisis del sistema capitalista desarrollado se produce cuando el imperio está próximo a cambiar de jefatura en las elecciones que tendrán lugar dentro de veinticinco días; era lo único que faltaba por ver.

Los candidatos de los dos partidos que deciden en esas elecciones, tratan de persuadir a los desconcertados votantes ―muchos de los cuales no se han preocupado nunca por votar― de que ellos, como aspirantes a la Presidencia, son capaces de garantizar el bienestar y el consumismo de lo que califican como un pueblo de capas medias, sin el menor propósito de verdaderos cambios en lo que consideran el más perfecto sistema económico que ha conocido el mundo; un mundo que, por supuesto, en la mentalidad de cada uno de ellos, es menos importante que la felicidad de trescientos y tantos millones de habitantes de una población que no llega al cinco por ciento de los habitantes del planeta. La suerte del otro noventa y cinco por ciento de los seres humanos, la guerra y la paz, la atmósfera respirable o no, dependerá en gran parte de las decisiones del jefe institucional del imperio, si es que ese cargo constitucional tiene o no poder real en la época de las armas nucleares y los escudos espaciales manejados por computadoras en circunstancias tales que los segundos son decisivos y los principios éticos tienen cada vez menos vigencia. No puede, sin embargo, ignorarse el papel más o menos nefasto que corresponde a un presidente de ese país.

En Estados Unidos existe un profundo racismo, y la mente de millones de blancos no se reconcilia con la idea de que una persona negra con la esposa y los niños ocupen la Casa Blanca, que se llama así: Blanca.

De puro milagro el candidato demócrata no ha sufrido la suerte de Martin Luther King, Malcolm X y otros, que albergaron sueños de igualdad y justicia en décadas recientes. Tiene además el hábito de mirar al adversario con serenidad y reírse de los aprietos dialécticos de un oponente que mira hacia el vacío.

Por otro lado, el candidato republicano, que cultiva su fama de hombre belicoso, fue uno de los peores alumnos de su curso en West Point. No sabía nada de Matemáticas, según confiesa, y es de suponer que mucho menos de las complicadas ciencias económicas. Sin duda, su adversario lo supera en inteligencia y serenidad.

Lo que más abunda en McCain son los años, y su salud no es en lo absoluto segura.

Menciono estos datos para señalar la eventual posibilidad ―si algo ocurriera con la salud del candidato republicano, si lo eligen― de que la señora del rifle e inexperta ex gobernadora de Alaska fuese Presidenta de Estados Unidos. Se observa que no sabe nada de nada.

Meditando sobre la deuda pública actual de Estados Unidos que el presidente Bush descarga sobre las nuevas generaciones en ese país ―diez mil doscientos sesenta y seis millones de millones―, se me ocurrió calcular el tiempo que tardaría un hombre para contar la deuda que aquél prácticamente ha duplicado en ocho años.

Suponiendo ocho horas de trabajo neto diario sin perder un segundo, al ritmo rápido de cien billetes de un dólar por minuto, 300 días de trabajo al año, un hombre tardaría setecientos diez mil millones de años para contar esa suma.

No encontré otra forma gráfica de imaginarme el volumen de esa suma de dinero que se menciona casi diariamente en estos días.

El gobierno de Estados Unidos, para evitar un pánico generalizado, declara que garantizará depósitos de ahorristas que no rebasen los 250 mil dólares; administrará bancos y cifras de dinero que Lenin, con ábacos, no habría imaginado contabilizar.

Podemos preguntarnos ahora qué aporte hará la administración Bush al socialismo. Pero no nos hagamos ilusiones. Cuando el funcionamiento de los bancos se normalice, los imperialistas se las devolverán a las empresas privadas, como hizo algún que otro país en este hemisferio. El pueblo paga siempre las cuentas.

El capitalismo tiende a reproducirse en cualquier sistema social, porque parte del egoísmo y los instintos del hombre.

A la sociedad humana no le queda otra alternativa que superar esa contradicción, porque de otra forma no podría sobrevivir.

En este momento, el mar de dinero que les lanzan a las finanzas mundiales los bancos centrales de los países capitalistas desarrollados está golpeando fuertemente a las bolsas de los países que tratan de superar el subdesarrollo económico y acuden a esas instituciones. Cuba no posee bolsa de valores. Sin duda surgirán formas de financiamiento más racionales, más socialistas.

La crisis actual y las brutales medidas del gobierno de Estados Unidos para salvarse traerán más inflación, más devaluación de las monedas nacionales, más pérdidas dolorosas de los mercados, menores precios para las mercancías de exportación, más intercambio desigual. Pero traerán también a los pueblos más conocimiento de la verdad, más conciencia, más rebeldía y más revoluciones.

Veremos ahora cómo se desarrolla la crisis y qué ocurre en Estados Unidos dentro de veinticinco días.

Ex-Presidente de Cuba - Publicado en el Granma.

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3 comments :

  1. El capitalismo no es un dios al cual hay que venerar y arrodillarnos, como sistema economico tiene debilidades como decia el Arzobispo Romero: NO IDOLATREN LAS RIQUEZAS.

    Es el capitalismo un sistema mas que tendera a desaparecer como otros muchos en el desfile de la historia.

    La crisis de este sistema como tal no traera beneficio A LOS POBRES, ES MAS, GOLPEARA A LOS QUE HAN LOGRADO UN ESCANO MAS O MENOS COMPETITIVO EN LA CLASE MEDIA.

    LOS RESPONSABLES DE ESTE ECATOMBE FINANCIERO, SE LES PREMIARA POR TAN LOABLE, AUDAZ Y ESPANTOZO PUESTO A RIEZGO ESTE SISTEMA CAPITALISTA QUE NO PERDONA AL QUE NO TIENE SINO LO VICTIMAZA. ELLOS, LOS BANQUEROS, ESTAN BIEN... GRACIAS.

    Saludos,

    Jose Matatias Delgado Y Del Hambre.

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