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La Impunidad de los banqueros

Cuando los bancos roban con impunidad
Por Paul Krugman

Cuéntenme entre los que se alegraron de ver el triunfo del documental “Inside Job” ganando un Oscar. La película nos recordó que la crisis financiera del 2008, cuyos efectos secundarios todavía están marchitando las vidas de millones de norteamericanos, no sucedió por casualidad —fue hecho posible por la mala conducta de los banqueros, los reguladores y, sí, de los economistas.

Lo qué la película no precisó, sin embargo, es que la crisis ha creado todo un nuevo sistema de abusos, muchos de los cuales son ilegales así como inmorales. Y las principales figuras políticas están, finalmente, demostrando una cierta ira. Desafortunadamente, esta ira se dirige, no a quienes abusaron de las actividades bancarias, sino a quienes intentan hacer responsables de estos abusos a los bancos.

El punto inmediato de inflexión es un acuerdo propuesto entre los Fiscales Generales de los estados y la industria de servicios hipotecarios. El acuerdo sea un “chantaje”, dice el Senador Richard Shelby, de Alabama. El requerimiento del dinero de los bancos para las modificaciones hipotecarías sería una “extorción”, declara el Wall Street Journal. Y los propios banqueros advierten que cualquier acción en contra ellos puede poner en riesgo la recuperación económica.

Todo esto confirma que los ricos son diferentes de usted y de mí: Cuando rompen la ley, son los fiscales quienes se encuentran enjuiciados.

Para tener una idea de lo que estamos hablando aquí, miremos en la demanda archivada por el Fiscal General de Nevada contra el Bank of America. La queja acusa al banco de engañar a las familias en su programa de modificación de préstamo —que está supuesto a ayudarles a salvar sus casas— bajo falsas pretensiones; con dar una falsa información sobre los requisitos del programa (por ejemplo, diciéndoles que ellos podían dejar de pagar sus hipotecas antes de recibir una modificación); con engañar a las familias con promesas de la acción, y entonces “enviaban avisos de ejecución hipotecaria, fechas de subasta, e incluso vendían las casas de los consumidores mientras que esperaban por las decisiones”; y, en general, con explotar el programa para enriquecerse asimismo a costa de esas familias.

El resultado final, según la acusación de la demanda, era que “muchos consumidores de Nevada continuaron haciendo los pagos de una hipoteca que no podrían pagar (en el futuro), gastando sus ahorros, sus fondos de retiro, o los fondos para la educación de sus hijos. Además, debido a los falsos aseguramientos del Bank of America, los consumidores aplazaron la venta de sus casas y omitieron otras tentativas de atenuar sus pérdidas. Y esperaron ansiosamente, mes tras mes, llamando al Bank of América y sometiendo sus documentos repetidas veces, sin saber si o cuándo perderían sus casas”.

No obstante, cosas como estas solo les suceden a los perdedores que no pueden continuar con los pagos de su hipoteca, ¿cierto? No. Recientemente Dana Milbank, una columnista del Washington Post, escribió sobre su propia experiencia: un refinamiento hipotecario rutinario con el Citibank que alguien lo convirtió en una pesadilla de intereses mal anotados, de cargos impropios de intereses, y de cuentas bancarias congeladas. Y toda la evidencia sugiere que la experiencia de Milbank no es inusual.

A propósito, tome en cuenta que no estamos hablando de las prácticas de negocio de operadores que desaparecen de la noche a la mañana; estamos hablando de dos de nuestras tres compañías financieras más grandes, con más de $2 trillones cada uno en activos. Aun así, los políticos quieren hacerle creer a Usted que cualquier intento de lograr que estos gigantes bancarios abusivos hagan una modesta restitución es un “chantaje”. La única pregunta válida es si el acuerdo propuesto los deja intocables.

¿Qué hay sobre el argumento de que poner cualquier demanda en contra de los bancos pondría en peligro la recuperación? Mucho se ha dicho sobre este argumento, pero ninguno de ellos es bueno. Pero déjeme enfatizar dos puntos.

Primero, el acuerdo propuesto solo pide las modificaciones de préstamo que producirían un “valor actual neto” mayor que la ejecución hipotecaria —esto es, por ofrecer tratos que están en favor de los dueños de una casa y de los inversionistas. La verdad indignante es que, en muchos casos, los bancos están bloqueando tales acuerdos mutuamente beneficiosos, de modo que puedan continuar extrayendo honorarios. ¿Cómo se puede terminar con este robo que es malo para la economía?

En segundo lugar, el obstáculo más grande para la recuperación no es la condición financiera de los bancos importantes, que fueron rescatados una vez y ahora se están beneficiando de la amplia percepción de que serán rescatados otra vez si las cosas van mal otra vez. En cambio, un obstáculo es la proyección de las deudas familiares combinada con la parálisis en el mercado de viviendas. Si se consigue que los bancos aclaren las deudas hipotecarias —en vez de encadenar a familias para extraerles algunos más dólares— esto ayudaría, no lastimaría, a la economía.

En los días y semanas que vienen, veremos que los políticos pro-banqueros denunciaran el acuerdo propuesto, afirmando que todo está en defender el régimen de la ley. Pero lo qué ellos están defendiendo realmente es exactamente lo opuesto —un sistema en el cual solamente la gente sin poder tenga que obedecer la ley, mientras que los ricos, y los banqueros especialmente, pueden engañar y defraudar sin consecuencias.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía - Traducción: A. Mondragón
Fuente: NYTimes
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