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Capitán Funes y Sus Marineros

El capitán y sus marineros
Por Carlos Abrego*

Desde que Mauricio Funes se pronunció contra la participación de sus ministros en las campañas electorales, fueron pocas las voces que con cierta timidez criticaron esta torcida salida del madamás salvadoreño. El vice-presidente Sánchez Cerén afirmó que si su partido le pedía participar en la campaña electoral, lo haría y sólo entonces renunciaria de su cargo de ministro de Educación. Hubo otras declaraciones diciendo que perfectamente podían hacerlo durante los días de fin de semana. No obstante la gran mayoría de comentarios fue favorable a este dictado presidencial.

En realidad los comentarios, casi todos, recordaban la conducta del expresidente Saca, que estuvo los cinco años de su mandato en permanente campaña publicitaria promoviendo su persona y en los últimos meses en constante campaña electoral en favor de su candidato a la presidencia, Rodrigo Ávila. Esta actitud fue justamente criticada por el FMLN entonces en la oposición. Pero hay aquí un aspecto que es necesario recordar, en la campaña publicitaria de Saca usaba los dineros del Estado y en sus desplazamientos propagandísticos en favor del candidato arenero, el expresidente dispuso de medios humanos y materiales del Estado. Ya verán luego porque traigo esto a colación. En todo caso, la mayoría ha visto un paso adelante para nuestra “democracia”.

El partido FMLN terminó aceptando la voluntad presidencial, la escaramuza efemelenista no duró mucho, al contrario el nuevo portavoz del partido, el diputado Lorenzana, acudió complacido a plegarse y abundó en las razones que movieron al presidente para dictar esta prohibición.Y como ya se está volviendo costumbre, Medardo González aportó su donosa bufonada y sentenció que “donde manda capitán, no manda marinero”. La honda perspicacia de Medardo González de deja perplejo.

Ya lo he dicho en otras ocasiones que el FMLN no tiene, por incapacidad teórica, ningún análisis del Estado salvadoreño y tampoco mide, ni percibe las intenciones de Mauricio Funes. Me voy a detener en algo que se deduce de la declaración de Sánchez Cerén. La primera es que los ministros son nombrados y destituidos por el presidente y para esto no necesita ninguna justificación, se trata de su potestad. En cambio no puede destituir al vice-presidente.

Mauricio Funes ha comenzado ya a buscar la manera de despedirse por completo del partido que lo puso en el sillón presidencial. Este ha sido su primer gran intento. Los dirigentes del partido “en el gobierno” han esquivado este “derechazo”. No obstante la cosa se plantea que si constitucionalmente Funes puede distituir a sus ministros y a los altos funcionarios de las agencias del Estado, en estos momentos aún no puede hacerlo políticamente.

Es por eso que aprovechando la coyuntura que se ha creado ha sugerido que perfectamente puede llamar a ocupar un puesto ministerial a un miembro de ARENA o de GANA. Vean que no mencionó a los dos partiditos satélites, el PCN y PDC. Esto ha traído un manifiesto malestar en las bases del FMLN y en el electorado de izquierda. El llamado a la “unidad nacional” en este caso no ha funcionado cien por cien. Esta es la brecha que la derecha aprovecha para pedir que los ministros del FMLN renuncien de sus cargos o de sus puestos de dirigentes del FMLN. El intrépido editorialista Hinds le exige a Funes que sea claro y preciso, que diga exactamente que pueden o no pueden hacer sus ministros y que lo exprese en el decreto. La derecha se siente revigorizada y se muestra hasta exigente con Funes.

No obstante la falta de un análisis del Estado se manifiesta en que la cúpula del FMLN no supo sopesar el carácter presidencialista de la Constitución y la permisividad que le ofrece al primer magistrado de la república de convertirse simplemente en un déspota. La Constitución consagra el despotismo presidencial. Varias veces me referí a este aspecto durante la presidencia de Tony Saca. El presidente actual, ya en tanto que candidato, lo hizo sentir con creces en sus actitudes y en sus declaraciones. Las descalificaciones de los ministros, la manifesta prepotencia ante el FMLN, los insultos a los diputados y a la misma Asamblea, su desprecio por los partidos políticos y otras instituciones son claras manifestaciones de la misma actitud despótica que permite la Costitución y que es aceptada sin pispiliar por los “revolucionarios” que dan muestras de su “vocación democrática”. Se trata de una vocación a aceptar acríticamente la democracia del Estado burgués como el súmum, como un límite. Recuerden las reincidentes declaraciones de Schafik Handal que “su programa era la Constitución, toda la Constitución”. Claro, en esto se manifestaba un “contraataque” a las invectivas y acusaciones de la derecha sobre las intenciones antidemocráticas del FMLN. En esta actitud defensiva, pues no se trata de otra cosa, el FMLN fue paso a paso entregándosse al sistema y abandonando sus antiguas posiciones de clase. Funes ha venido simplemente a acelerar estos abondonos.

Voy a volver al decreto presidencial. Este decreto contiene tácitamente un derecho presidencial, pero por el otro lado encierra un abuso que se basa en una torcida interpretación del artículo 218 de la Constitución. Voy a poner aquí entero:

ARTICULO 218.- Los funcionarios y empleados públicos están al servicio del Estado y no de una fracción política determinada.No podrán prevalerse de sus cargos para hacer política partidista. El que lo haga será sancionado de conformidad con la ley.

Este artículo no prohibe a los funcionarios y empleados públicos participar en campañas electorales, ni tampoco hacer política partidista. Lo que se prohibe es “prevalerse de sus cargos”. Lo que hizo Saca, por ejemplo. Se trata de que un funcionario no puede prometer, ni debe obtener prebendas para sus votantes o para los que lo apoyen, haciendo uso de su cargo. La orden presidencial rebalsa el contenido de este artículo. Se trata pues de una sobreinterpretación. Es pues otro acto del despotismo presidencial.

El FMLN se ha aculado en una esquina del ring, por su oportunismo, por no haber hecho política de clase durante estos diecivueve años. Ellos se dedicaron de lleno al parlamentarismo burgués con los ojos cerrados y la cabeza gacha. Se dejaron imponer un candidato que no pertenece a su partido. Desde la campaña Funes los obligó a aceptar sus posiciones anti-venezolanas, su adhesión total a la política estadounidense, es decir, a la política imperialista. Aceptaron mantener la economía dolarizada, asimismo abandonaron la exigencia de abolir la ley de Amnistía. Todo esto lo hicieron cuando Funes aún era candidato. En ese momento, pudieron perfectamene detener sus pretenciones, exigiéndole que cumpliera con los principales lineamientos del partido al que había adherido para ser candidato. Todavía era tiempo, aún no era presidente. Pero la deriva derechista y oportunista ya había comenzado años antes. Esta derechización tiene profundas raíces en el pasado del PCS que ahora domina la dirección del FMLN.

En el discurso de los dirigentes y de los militantes del FMLN todavía hay residuos de la época en que pretendían transformar la realidad salvadoreña. Ahora han vuelto a los antiguos pretextos que usó el PCS para no entrar en la lucha armada de los años setenta y para participar en un golpe de Estado y otro tipo de intentonas putchistas. En un próximo artículo voy de nuevo a referirme a este aspecto de la política del FMLN de ahora.

Fuente: Blog de Carlos Abrego
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