La opción ‘orfandad partidista’ de Mauricio Funes

Por Daniel Joya

Si bien en teoría un Presidente gobierna para todos y no solo para el partido que le llevó al poder, ésto no demanda el necesario divorcio con tal partido. Semejante conducta implicaría infidelidad, o si se quiere traición a sus electores.

Es entendido elemental en las ciencias sociales que un partido político busca el poder para impulsar programas de gobierno, no para colocar en posiciones de poder a individuos que le son hostiles o infieles. En consecuencia, los candidatos, salvo que hayan corrido independientes, ingresan casados con una agenda partidaria que enrumba su administración. El caso de Mauricio Funes no es la excepción ya que la Constitución de la Republica todavía no permite candidaturas despartidizadas.

Gobernar para todos no significa divorciarse del partido ganador una vez pasadas las elecciones; subestimar el mayoritario voto duro para justificar nuevas preferencias tiene implicaciones éticas que conllevan hacia la pregunta obligada de si ¿nos cambiaron el cambio con que soñó la base histórica que masivamente otorgó y defendió el voto por el cambio?, para ir tras nuevos bloques de poder con elementos reciclados de la izquierda y sujetos de derecha que por diferencias de intereses confrontaron el continuismo arenero. En esta mezcolanza de cuadros desgastados, ¿que confianza puede haber de que impulsen verdaderos cambios estructurales en favor de los mas pobres?

No es pecado intentar la construcción de un centro político que brinde el balance ante las llamadas extremas, el asunto es si el Presidente ha cumplido con el programa acordado con el FMLN y en su momento presentado al pueblo, o si la construcción del nuevo "movimiento ciudadano" tiene la exclusiva intencionalidad completar el divorcio con el partido que le sirvio de taxi. La conducta del ciudadano Presidente apunta a que, al igual que Tony Saca, en los próximos cuatro años dedicará buena parte de su tiempo como gobernante, ventajas inherentes a su posición, recursos del estado y capital político intentando consolidar el movimiento que en luego negociará con partidos de la derecha, si es que al final no ven viable volverse partido político en si mismo. Tal parece que Joaquín Villalobos es uno de los asesores solapados del Presidente.

No se trata de gobernar siguiendo ciegamente las directrices de un partido, ni pidiendo línea ante cada una de las decisiones estratégicas, ya que el Presidente se debe a la nación entera y responde a la Constitución. No obstante, que en el primer ano de gobierno aparezca airado contra el partido ganador de las elecciones mientras crea soportes políticos paralelos, sugiere una pésima capacidad de administrar las diferencias, falta de voluntad negociadora con su partido y sobre todo, que estamos ante un Presidente con clara opción por la orfandad partidaria para venderse al mejor postor.

Newer Post Older Post