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Un sábado por la tarde en el Hospital General de Puerto Príncipe, Haití.

Por Tracy Wilkinson L.A.Times – Traducción José Manuel Ortiz Benítez

En un pequeño pabellón de estuco construido como consulta de urología –uno de los pocos edificios en el complejo hospitalario considerado de estructura sólida en Puerto Príncipe, Haití – paciente tras paciente eran trasladados en sillas de ruedas hacia una sala de operaciones improvisada en una vieja cama, el día sábado 16 de enero de 2010. El personal médico roció las paredes con un desinfectante, al tiempo que un par de enfermeras preparaba a los heridos y les daba una mínima ración de anestesia.

Rápidamente empezaron a salir las sierras.

El trabajo: amputaciones generalizadas de una cola de pacientes sin comienzo ni fin.

Sobre el piso de este Hospital General, gravemente dañado, los heridos –algunos con extremidades que colgaban literalmente de hilos de carne– gemían o aguantaban la mirada distraídamente, mientras esperaban su oportunidad vital: ser atendidos por un equipo médico, haitiano o extranjero.

Oda Mukkuaka, un cirujano de Haití, que ha trabajado en el Hospital General de Puerto Príncipe durante cuatro años, ayudó a guiar los dientes de la sierra a través de la pantorrilla de una de mujer de 40 años que había perdido un pie, después de haber sido golpeada por la caída de una pared de cemento.

Utilizando una bombilla de baterías en la frente, como las que usan los mineros, porque no había electricidad, y con una bata verde, rota, atada a la cintura, en medio del calor, Mukkuaka despejó un poco de pellejo de la zona. Una vez hecho el corte, rápidamente empujó el alambre de metal a través de la piel, cosiendo los pliegos a modo de bolsillo de pantalón como para formar lo que sería el final de una extremidad amputada.

Algo notable, dada la naturaleza de la obra y la magnitud de la catástrofe, Mukkuaka, de 35 años, parecía aguantar las dos agotadoras horas de operación paso a paso sin demasiados entusiasmos.

"Estamos acostumbrados a trabajar en un ambiente hostil, porque estamos en Haití", dijo, citando la escasez de suministros y la precaria subsistencia en la que antes vivían los haitianos. "La diferencia esta vez es el volumen". La cola era infinita.

Los Médicos haitianos estaban, en gran parte, desaparecidos en acción en los primeros días después del sismo. Clínicas y hospitales, si no destruidos, estaban en su mayoría cerrados, inoperantes.

Un pequeño grupo de médicos continuaba trabajando en el Hospital General, dentro de un grupo de edificios, verdes y blancos, de dos plantas cada uno, en torno a un trozo de césped gris, una puesta en escena realmente dantesca.

Georges Lamarre, un hombre alto, flaco, el médico general del hospital, estaba en su casa cuando el terremoto estremeció la ciudad de Puerto Príncipe. En apenas dos horas, había conseguido hacerse camino de regreso al hospital a través de la escombrera generalizada. Comenzó atendiendo a algunos de los heridos que se tambaleaban hacia el interior del hospital en busca de ayuda, según aterrizaba, a toda velocidad, por la puerta principal.

Después, Lamarre entró en el edificio y lo primero que hizo fue ayudar a dar a luz a una mujer embarazada que había sido sustraída de los escombros de un edificio colapsado.

A medianoche del sábado, solo cinco médicos estaban trabajando en el Hospital General, al amanecer, habían alrededor de 20. Nunca antes había visto tal desproporción entre las necesidades a atender y los recursos disponibles. Todo estaba destrozado, muchos médicos habían muerto, habían desaparecido o estaban dedicándose a salvar la vida de sus propias familias.

"Tuvimos una gran cantidad de pacientes la primera noche, pero al día siguiente, fue incontrolable", dijo Lamarre, de 35 años de edad. La mayoría de los pacientes se ha desangrado hasta morir, dijo. No había antibióticos o suministro de sangre. No había nada. "Hasta este momento, hay pacientes por ahí que ni siquiera hemos tocado".

Entre ellos, Yolanda Gehry, que trajo a su bebé –Ashleigh– al hospital la noche del martes. Cuatro días más tarde, un médico se acercó y le puso cinta adhesiva alrededor de la cabeza, pero nadie todavía se había ocupado de tratar la mano deshecha que tenía la bebé. Ashleigh se sentó en el regazo de su madre, y lloró desconsoladamente. Un vendaje envuelto en la mano izquierda, como un guante, empapado de sangre, le pesaba demasiado.

"Los médicos haitianos no tenían nada que ofrecernos, así que tuvimos que esperar a que llegaran los médicos extranjeros", dijo Gehry. "No estoy enojada. Simplemente estoy esperando."

En los terrenos adyacentes al hospital –rebosantes de basura y podredumbre– las moscas pululaban por doquier. Los heridos yacen en delgados colchones en el suelo o en camas desvencijadas bajo toldos de láminas de plástico sostenidos por palos para proporcionar un poco de sombra para esquivar el brutal y sofocante calor. La mayoría de ellos ha estado allí desde el martes. No es seguro llevarlos al interior de los edificios dañados, dijo una voz.

Jule Lutheran, una del montón, dijo que pensaba que el brazo de su ahijada podría haberse salvado si hubiera recibido ayuda a tiempo. Otra mujer de 26 años, Jean Orelis, yacía en los restos de una cuna, con el brazo tronchado, envuelto con unos trapos. "Dependemos de Dios. No se puede estar enojada con Dios" dijo.

En el cuarto de las cirugías, los médicos sierran la pierna a un niño de 7 años de edad llamado Ulises. Mientras se despertaba, comenzó a gemir, a continuación, gritó, "¡Oh Dios! Mes Amis!" Segundos más tarde, sus gritos se convirtieron en un monótono lamento que se fundió en las paredes de un estrecho pasillo, abarrotado de heridos.

Varios de los médicos de Haití parecían aturdidos, muy cansados. Las operaciones no comenzaron en serio hasta que los equipos médicos extranjeros –incluido un equipo de Medical Corps de la ciudad de Los Angeles– llegaron el sábado 16 de enero con los suministros.

En la sala de operaciones, mesas y triángulos de esquinas se apilaron con gasas, jeringas, guantes, cintas, vendas, tijeras, bisturís y otros suministros de primera necesidad. Una enfermera dijo que ya se estaban quedando sin sutura, un material médico básico para coser y cerrar cortes y heridas.

"Tenemos que tener los materiales básicos para trabajar", dijo Lamarre, el médico general. "En tiempos normales, a veces no tenemos oxígeno o medicamentos". “Esto es diferente.”

Incluso con la ayuda internacional, Lamarre, permanecía con dudas de que toda la gente fuera a ser atendida.

Estaba a punto de realizar una cirugía mayor, la amputación de las dos piernas a una mujer de 22 años justo por debajo de las caderas. Hay tantas amputaciones, dijo, debido a la cantidad de personas afectadas y la naturaleza de las heridas traumatológicas causadas los aplastamientos.

¿Cuál es el futuro de esa mujer?, le pregunté.

El médico levantó el ceño.

"¿En Haití?", preguntó.

"Esta gente está terminada" dijo.

Reportaje Original: In Haiti, many injuries beyond repair - Traducción de José Manuel Ortiz Benítez Editor de Salvadoreños en el Mundo
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3 comments :

  1. Que Dios se apiade de toda ésta gente de Haití!!

    Talvez El Salvador toma nota de lo que produce la corrupcuón en los gobiernos de turno!!...

    Quién ha dicho que acá no podría suceder?....

    Máxime con las experiencias ya vividas en el pasado,dondo se roban las donaciones!

    Acá las catástrofes son apetecidas por gente como Flores Pérez y todos los que se roban hasta el aceite de oliva y luego lo vemos en venta por varios puestos incluyendo supermercados muy reconocidos! !LADRONES!....ese es el problema de Haití....

    Al igual que E.S. han sido y siguen siendo empobrecidos hasta la médula....

    Quiera Dios tener misericordia de todos los haitianos y lops bendiga con milagros y buena vida por venir!!

    Ojo sr. Funes....invierta en prevención de desastres...porque vivimos en el "Valle de las Hamacas",no se le olvide!!....

    Hago oración y elevo plegaria por toda esa gente inocente que sufre!!

    Talvez curas y pastores hacen algo especial para ayudar a éste pueblo que gime y llora de dolor y miseria...veremos cuántos se apuntan....

    Ciudadano consternado!

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  2. Loor a la memoria perdida del Polititologo Salvadoreño Le Chevellier, parece ser que no se encuentra por ningun lado...

    De nuestro lado esta presente !


    Jose Matatias Delgado Y Del Hambre.

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  3. De Haití, el diario de MSF ( medicos sin fronteras: tiene más sentido que aterricen tropas de tierra o medicinas?
    Stefano Zannini, jefe de la misión de Médicos Sin Fronteras en Haiti todos los artículos del autor
    Hoy finalmente logró aterrizar un avión. Esto ha suscitado un poco ", aunque la situación sigue siendo alarmante y las perspectivas no son simples. Inquietantes rumores que circulaban sobre el posible cierre del aeropuerto para facilitar el desembarco de soldados americanos. Estado de cosas, con decenas, incluso miles de personas que necesitan ayuda humanitaria, tiene más sentido que aterricen soldados armados o la ayuda médica para tratar lesiones y salvar vidas?

    Nuestros quirófanos están funcionando a toda velocidad, hasta ahora hemos hecho 450 operaciones, contamos con 10 quirófanos y tres centros en los que prestar atención básica, frente a abrasiones, heridas, todo lo que no necesitan cirugía. A partir de mañana el hospital de campaña está en funcionamiento, vamos a tener 100 camas, esto significa que podemos dar una respuesta inmediata: nuestra prioridad sigue siendo este hecho, la capacidad de intervenir tanto como sea posible y tan pronto como sea posible, la gente está muriendo por falta de la atención médica, probablemente habría reducido el número de amputaciones a cabo si la medicina hubíese llegado a tiempo. A sabiendas de que cinco de nuestros pacientes murieron porque no se consiguió un avión nos llena de ira.

    Aquí las necesidades son siempre los mismas: estamos en la primera fase de la emergencia, luego de la cirugía, las acciones de riesgo, la falta de alimentos y agua. Una gran parte de la ciudad sigue sin electricidad. Puerto Príncipe es casi arrasada, las personas que viven en las calles o en los campamentos instalados a toda prisa. El problema, sin embargo, es que una vez que has trabajado, no termina aquí: no hay hospitalización, que dura por semanas días meses. Nuestra mayor preocupación es que una vez que la emergencia de Haití estará de vuelta en las sombras. Olvidando que aquí no hay centros de salud.

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