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¿Volverán las oscuras golondrinas?

Sergio Ramírez*

En qué momento los militares de América Latina cambiaron de ideas y se convencieron de las virtudes del orden constitucional? ¿Cuándo decidieron que era necesario dar paso a la democracia y renunciar a los golpes de Estado? ¿Y fue una conversión verdadera?

Por lo menos desde la elección del presidente Raúl Alfonsín en Argentina, en 1983, parecía que se habían vuelto invisibles en todo el continente, y que de verdad estaban de regreso en sus cuarteles, de donde no saldrían nunca más. Todo se había vuelto miel sobre hojuelas y, como por arte de una lobotomía frontal, la vieja doctrina que los situaba como árbitros permanentes del poder parecía borrarse, y en uno y otro país, fuera el Caribe o el Cono Sur, los comandos supremos y los estados mayores conjuntos proclamaban su obediencia al poder civil.

Eran los mismos generales y almirantes que antes habían ocupado los palacios presidenciales, o que habían decidido quién debía ocuparlos; habían salido de las mismas academias de guerra, se habían entrenado gran parte de ellos en la Escuela de las Américas en Fort Gullick, en la Zona del Canal de Panamá, pero de pronto parecían renunciar a su pasado y se adherían a las elecciones libres, y al respeto de los periodos presidenciales establecidos en las Constituciones. Hasta que de pronto sonó el primer pistoletazo.

En 1991, el general Raoul Cédras derrocó por la fuerza de las armas al presidente constitucional de Haití, Bertrand Aristide, interrumpiendo un breve sueño de democracia en un país gobernado hasta hacía poco por la larga tiranía de los Duvalier, padre e hijo. Cédras estableció otra, a la vieja usanza de la guerra fría cuando la guerra fría había recién terminado, y la presión internacional, coronada por una intervención militar, le obligó a devolver el poder a su legítimo dueño, que, otra vez, electo de nuevo, volvió a ser derrocado en 2004, esta vez sin esperanza de regreso desde su lejano exilio en Suráfrica.

El siguiente disparo se escuchó en 1992, cuando el coronel Hugo Chávez encabezó un levantamiento militar, fraguado dentro de los cuarteles, para derrocar al presidente constitucional de Venezuela, Carlos Andrés Pérez. El golpe fracasó, pero le abrió a Chávez las puertas de su futuro político, pues tras dos años en la cárcel, y después de ser indultado, vino a ganar las elecciones presidenciales de 1999 y se ha quedado desde entonces en el Palacio de Miraflores, de donde no pudo arrancarlo otro golpe militar orquestado por sus propios compañeros de armas en 2002, en connivencia con civiles.

Cédras no proclamó ninguna revolución, por supuesto. El padre Aristide, depuesto dos veces, era el que se proclamaba revolucionario de izquierda, como se proclamó el coronel Chávez con su revolución bolivariana, fracasado en su golpe militar y triunfante luego en las elecciones, sin que fuera la primera vez que un golpe abría al golpista las puertas del triunfo electoral; basta citar el ejemplo del general Juan Domingo Perón en Argentina, que organizó el golpe contra el poder civil en 1943, fue derrocado y encarcelado en 1945 y de la prisión salió a ganar las elecciones presidenciales de 1946, en olor de multitudes, para ser reelecto de nuevo, aunque al final otro golpe lo sacó del poder en 1955. Pero de golpes de Estado nacieron el peronismo y el chavismo como fenómenos populares y populistas.

¿Lunares apenas en el rostro limpio de la democracia los golpes de Cédras y de Chávez? Ahora tenemos otro, el primero del siglo XXI, el del general Romeo Vásquez, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Honduras, en contra del presidente Manuel Zelaya Rosales, casi al final de su mandato, un golpe contra el que ha protestado de manera vehemente el propio Chávez. El general Vásquez no se quedó en la silla presidencial, pero sin duda es el árbitro del poder. Y ese papel de árbitros del poder es el que, según la fábula, los militares habían perdido para siempre, de regreso en la neutralidad apolítica de sus cuarteles.

El golpe contra Zelaya siguió las reglas clásicas, ya se sabe que fue sacado de su cama y enviado al exilio en pijama, según el general Vásquez por razones de seguridad nacional, pues si los militares lo dejaban preso en Honduras amenazaba la violencia. Cuando al general Vásquez, que es devoto de Jesús de la Buena Esperanza y lee libros de autoayuda, le preguntan si aspira en el futuro a ocupar la presidencia, se ríe y dice que en esta vida todo es posible.

El asunto está en que el golpe de Honduras sigue abriendo las costuras de una herida que ya creíamos cerrada, y otra vez en este siglo, como en el pasado, los militares vuelven a arrogarse la potestad de decidir cuándo la democracia ha fallado, o cuándo se vuelve peligrosa, y amerita así su intervención bienhechora.

Es un funesto precedente frente al que hay que poner las barbas en remojo. ¿Qué garantías tenemos ahora de que los militares de verdad se convirtieron al credo democrático y no oiremos sonar el próximo pistoletazo, porque no les gusta lo que está haciendo el Gobierno civil electo por los ciudadanos, sea de izquierda o de derecha?

Que nadie se sienta a salvo.

Sergio Ramírez, ex vicepresidente de Nicaragua, es escritor.
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4 comments :

  1. Sergio Ramirez, el Villalobos nicaragüense.

    Acaso trata de despistarnos?

    Si el militarismo apenas es un instrumento de la oligarquia o gran capital.

    Tratar de senalar al militarismo es tratar de desviar la vista donde debe estar : el capital.

    Si un dia este golpe funciona mal, pues Dona Oligarquia Catracha no dudara en senalar a los militares como los culpables.

    Saludos y a otro perro con ese hueso.

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  2. jamas hay que confiar en los militares siempre han sido y siempre seran defonsores arrecimos de las oligarquias a quienes les han lavado el cerebro para luchar contra todo aquello que signifique tocar los intereses de los ricos

    es muy delicado lo que piensa hacerse en el salvador, volver al militarismo seria grave y seria por gusto la lucha de casi 20 años, los acuerdos de paz y las reformas constitucionales

    debe pensarse bien porque a los militares media vez se le da un poquito de poder abusan

    MILITARES EN LOS CUARTELES Y POLICIAS EN LA SEGURIDAD PUBLICA

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  3. NO TEMAIS AL QUE TEMIO!!
    QUE PINTORESCA LA OPINION!!
    YA LOS SALVAS HEMOS DERROTADO CON LAS ARMAS A LOS MISERABLES MILITARES LOS GRINGOS NO PUDIERON HACER NADA CON ESE MILLON DE DOLARES DIARIOS QUE MANDABAN PARA CONTRARRESTAR LA GRAN OFENSIVA GUERRILLERA Y COMO DIJO RUBEN ZAMORA SI NOSOTROS QUEREMOS LOS SACAMOS DE AHI NO HAY NINGUN PROBLEMA LOS MILITARES HAN SIDO DERROTADOS YA QUE LA FRASE INTELIGENCIA MILITAR NO ES COMPATIBLE!! LOS HUEVOS LOS TENEMOS BIEN PUESTOS Y NO EXITAREMOS EN TOMAR LAS ARMAS DE NUEVO ASI QUE MEJOR NO LO INTENTEN Y QUE NI TAN SIQUIERA LES PASE POR LA CABEZA ESTE PENSAMIENTO!
    NOSOTROS MEJORES QUE TODOS ELLOS!!

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  4. Comenze a leer el articulo pero me dio GUEVA TERMINAR DE LEERLO !

    Las razones son las mismas porque el escrito es similar de un arenistas frustrado y confundido con el pulso del pueblo pujante en medio de los cambios trascendentales de America Latina.

    Me solidarizo con el exponente en la cartelera de las 21:12 del dia de ayer.

    Es exactamente lo que pienso yo !


    YA ESTAMOS HARTOS DE TANTA PAJA ARENISTA Y DE LA JUSTIFICACION Y FRUSTRACION DE LOS GRANDES CAPITALES EN CENTROAMERICA Y RAMIREZ ES UN EXPONENTE MAS.


    Jose Matatias Delgado Y Del Hambre.

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