La comercialización de un desastre ecológico y el café ecológico

Por Carlos Ramírez*

En el Hemisferio Occidental, El Salvador y Haití se pelean los primeros lugares en la densidad poblacional y en la deforestación. En los años ochenta, muchos presagiaron que la desertificación era eminente en estas dos pobres naciones. Para los noventa, el mundo entera clamaba por la alta perdida de biodiversidad tropical y en ese entonces Costa Rica demostró que algo se podía hacer para protegerla. Los ticos crearon varios parques nacionales y declararon muchas áreas naturales protegidas.

Los ecoturistas llenaron los vuelos para visitar esta pequeña nación que a su vez era la cuna de un Premio Nobel de la Paz. Niños de Suiza ahorraron centavos para comparar tierras y crearon el Área protegida de Los Niños en Monteverde. Los salvadoreños no se podían quedar atrás y se establecieron Organizaciones No-Gubernamentales (ONGs). La competencia por fondos del extranjero para conservar la poca biodiversidad que le queda a El Salvador y consecuentemente atraer a los ecoturistas .

Para esto biólogo, este fue el inicio de la comercialización del medio ambiente salvadoreño pues no solo las ONGs tomaban en co-manejo las pocas áreas protegidas sino también competían por adueñarse de las más grandes donde se alberga la una alta diversidad biológica. El Ministerio del Medioambiente se creó para dirigir el manejo y acatamiento del medio ambiente y así mejorar la vida de la gente.

Las ONGs engrandecieron y monopolizaron el manejo de las áreas protegidas y otras desaparecieron sin saberse en que gastaron los fondos que lograron recibir en nombre del medio ambiente y hoy en día la gente tiene menos acceso a las áreas naturales de El Salvador. Irónicamente, si no se obtiene una carta para ingresar a lugares como El Parque Nacional El Imposible, no se puede visitar aun cuando es un derecho constitucional y le pertenece a todos los salvadoreños.

A finales de los 80, un dato que le cambió la mente a muchos fue que la tasa de deforestación más alta en el mundo se la dieron a Costa Rica, seguida por la Costa de Marfil (África Occidental) y el grito de preocupación se escucho por doquier. Lo que pasaba es que a pesar del tan aclamado sistema de protección desarrollado en esa nación tan pacífica, la deforestación seguía incesante fuera de los parques nacionales para dar lugar a grandes plantaciones de banana en la costa del Atlántico. Esto lo corroboré con mi visita a Sarapiquí al principio de los 90. Mientras tanto El Salvador iniciaba su trayectoria conservacionista y las grandes ONGs seguían creciendo, los dólares seguían llegando. Pero, la Cordillera del Bálsamo sangraba, los manglares desaparecían, los ríos y lagos se contaminaban y la lista de especies en peligro de extinción aumentaba y las ONGs crecían y aumentaban su monopolio.

Con el interés en los productos “amigos de la biodiversidad” en El Salvador en le apostaron de lleno a la conservación de los cafetales con sombra y la inversión se enfatizó en estos bosques artificiales. Por supuesto, al parecer es un argumento válido y juicioso pues en El Salvador nos quedan pocos bosques naturales y los cafetales con sombra representan un buen por ciento del la cobertura boscosa. Sin embargo, esta inversión no ha permitido que fondos lleguen a pequeñas ONGs dirigidas por comunidades en lugares abandonados por el Gobierno Central y mucho menos apoyo de las mega-ONGs. Poco se ha hecho para corregir los problemas ecológicos de El Salvador y la destrucción continua pero las ONGs se benefician económicamente y las áreas protegidas se convierten en sus nuevas haciendas donde los nuevos caporales son “biólogos.”

Muchos argumentan que el café es la salvación de El Salvador ya que ahí llegan aves migratorias de Norte America. Si bien es cierto que los cafetales con sombra juegan un papel importante en la temática de la diversidad ecológica de El Salvador, esto no borra la realidad que vive la gente salvadoreña que corta este producto de exportación. Hoy en día se ofrecen “ecotours” de fincas cafetaleras y es de preguntarse si al “ecoturista” le cuentan que los cortadores de café son de la gente más pobre en el país y que su exportación incluye el sudor y hanbre de ellos. El nuevo gobierno y su nuevo Ministro de Medioambiente deben tomar conciencia y hacer acatar las leyes ambientales para asegurar que la población salvadoreña sea parte de la solución y no culpen al pobre por recolectar su leña, por cazar o pescar para comer ni callarles por pedir agua limpia para tomar. Es de suma importancia que las nuevas politicas ambientales se adapten a las nuevas realidades y que las inversiones de conservación sean mucho más alineadas a la conciencia social y a la justicia ambiental. El reto para el FMLN y su gobierno es la descentralización y desmonopolización de las áreas protegidas. Hay que dar apoyo a las ONGs comunitarias con talleres de capacitación y tecnificar al pueblo para que sea parte de la solución.

Carlos R. Ramírez, Ph.D. Miembro del Consejo Científico de SEEM

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