Ansiedades Ambientales: La Oportunidad política para el medioambiente salvadoreño
Por Raúl Artiga*
Hemos estado muy atentos al proceso político salvadoreño y especialmente llenos de muchas expectativas y esperanzas por el cambio de gobierno, después de 20 años de gobiernos de Arena, sus banqueros y comerciantes que han usufructuado de lo público, sino también porque el cambio es histórico en un país que desde su centenaria vida republicana fue gobernado por regímenes a favor, por y para los grandes terratenientes y sus administradores militares.
Por ese legado histórico en la conducción del Estado desde la derecha, siempre estuvimos consientes que los problemas y especialmente los referidos a la degradación ambiental que aquejan a nuestro país no se solucionarán de la noche a la mañana, tampoco en un periodo de gobierno y mucho menos sin el concurso activo de una sociedad unida, solidaria y comprometida con un desarrollo equitativo y con oportunidades para todos. Y hoy más que nunca estamos más convencidos que no podemos pensar en cambios sustanciales en el corto plazo ante el déficit fiscal que deja el gobierno de Saca, la inoperante gestión pública arenera, la precaria institucionalidad democrática, el balance de poderes legislativos resultado de las recientes elecciones y todo ello en el marco de una crisis económica mundial.
En ese sentido, al observar los últimos acontecimientos en el país previos a la toma de posesión de la Administración de Mauricio Funes y ver y leer sobre las posiciones de ONGs y grupos sociales y ambientalistas –afines al FMLN, --ejerciendo presión y movilización social para ser escuchados y ser tomados en cuenta en el gabinete y en el rumbo de la futura gestión pública; reflexionamos sobre la pertinencia y lo oportuno de estos movimientos en esta coyuntura y las velocidades de los cambios que el país necesita.
En realidad, estas posiciones, movimientos y propuestas no solo representan ansiedades ambientales naturales existentes después de un déficit tan grande en la gestión de lo público más público: el ambiente. Más bien, consideramos que estos grupos representan la visión y perspectiva de hacerse y asegurarse de un espacio de gestión pública que rompa con el modelo mercantilista y economicista de Arena que basó su gestión ambiental en el otorgamiento de los permisos ambientales y de trámite requeridos por ley para garantizar el interés corto placista de nuestro sector empresarial más retrogrado.
En ese sentido, estos movimientos serán legítimos y oportunos, siempre y cuando en realidad su principal motivación no sea obtener un simple coto de caza para el partido y sus allegados con banderas ambientalistas, sino que tras su visión de desarrollo que el país necesita y que quieren llevar a la práctica, promuevan las acciones de política con los balances y equilibrios necesarios para garantizar una efectiva gestión de nuestros recursos naturales y desarrollo de nuestro capital natural, base y fundamento de medios de vida y economía de miles de salvadoreños y no se reduzcan al ambientalismo radical, confrontativo, que será contraproducente en el mediano y largo plazo para una verdadera y sostenible protección de nuestros recursos naturales , eso es lo que esta en juego y no podemos perder la oportunidad de iniciar ahora.
Ya lo vimos y vivimos en otros países de América Latina que al igual que el nuestro, por décadas no han contado con la atención al tema ambiental y hay reformas y cambios políticos hacia la izquierda, donde el discurso y la propuesta ambientalista inicia con propuestas radicales y donde el balance entre la dimensión natural, social y económica se pierde. Estos movimientos reconocen después de un tiempo que en realidad han terminado limitando las oportunidades reales de una verdadera protección de los recursos y su valor social y económico como aporte sustancial para el desarrollo de las futuras generaciones. Ya aprenderán estas organizaciones y esperamos que más pronto que tarde, que no es lo mismo oponerse a medidas que construir soluciones desde una responsabilidad pública.
En realidad una gestión ambiental eficaz; expresada a través de políticas, programas y promoción e incentivo de nuevas prácticas con nuestro medio ambiente representa una oportunidad muy valiosa para la nueva administración de gobierno por varias razones; primero; precisamente por su abandono y déficit acumulado de años de gestión medio ambiental basada en la explotación y uso irracional de los recursos, una nueva gestión desde una perspectiva de desarrollo sostenible y comprometida realmente con la protección ambiental y la calidad de vida de los salvadoreños puede representar el área de gestión pública que puede evidenciar cambios visibles y contundentes en el corto plazo en relación con las gestiones anteriores y convertirse en un signo real de cambio altamente valorados por la sociedad salvadoreña en su conjunto, segundo, que buena parte de la gestión ambiental se da en el espacio local y es ahí donde precisamente se construye conciencia y participación ciudadana y es ahí también donde en los últimos años se ha consolidado un capital social que ya cuenta con experiencias valiosas de manejo sostenible de recursos naturales que pueden orientar el camino ha seguir, ahora con apoyo y voluntad política desde el Ejecutivo y tercero, porque precisamente los nuevos gobernantes no debería estar atados o comprometidos con el interés económico inmediatista que ha gobernado el país, lo cual permitiría un actuar màs apegado a la ley y a los criterios de sostenibilidad que necesitamos.
Por lo tanto, las ansiedades ambientales deben transformarse en oportunidades para nuestro medio ambiente, esperamos y deseamos que después de la prioridad central que el equipo de transición de Funes ha dado al ámbito económico, reconozcan el potencial y valor que puede representar una visión y compromiso político serio con nuestro medio ambiente y como esto se traduce en bienestar para los salvadoreños y en una positiva valoración política de la ciudadanía.
Raúl Artiga es economista, master en cooperaciòn internacional, colaborador de SEEM
Hemos estado muy atentos al proceso político salvadoreño y especialmente llenos de muchas expectativas y esperanzas por el cambio de gobierno, después de 20 años de gobiernos de Arena, sus banqueros y comerciantes que han usufructuado de lo público, sino también porque el cambio es histórico en un país que desde su centenaria vida republicana fue gobernado por regímenes a favor, por y para los grandes terratenientes y sus administradores militares.
Por ese legado histórico en la conducción del Estado desde la derecha, siempre estuvimos consientes que los problemas y especialmente los referidos a la degradación ambiental que aquejan a nuestro país no se solucionarán de la noche a la mañana, tampoco en un periodo de gobierno y mucho menos sin el concurso activo de una sociedad unida, solidaria y comprometida con un desarrollo equitativo y con oportunidades para todos. Y hoy más que nunca estamos más convencidos que no podemos pensar en cambios sustanciales en el corto plazo ante el déficit fiscal que deja el gobierno de Saca, la inoperante gestión pública arenera, la precaria institucionalidad democrática, el balance de poderes legislativos resultado de las recientes elecciones y todo ello en el marco de una crisis económica mundial.
En ese sentido, al observar los últimos acontecimientos en el país previos a la toma de posesión de la Administración de Mauricio Funes y ver y leer sobre las posiciones de ONGs y grupos sociales y ambientalistas –afines al FMLN, --ejerciendo presión y movilización social para ser escuchados y ser tomados en cuenta en el gabinete y en el rumbo de la futura gestión pública; reflexionamos sobre la pertinencia y lo oportuno de estos movimientos en esta coyuntura y las velocidades de los cambios que el país necesita.
En realidad, estas posiciones, movimientos y propuestas no solo representan ansiedades ambientales naturales existentes después de un déficit tan grande en la gestión de lo público más público: el ambiente. Más bien, consideramos que estos grupos representan la visión y perspectiva de hacerse y asegurarse de un espacio de gestión pública que rompa con el modelo mercantilista y economicista de Arena que basó su gestión ambiental en el otorgamiento de los permisos ambientales y de trámite requeridos por ley para garantizar el interés corto placista de nuestro sector empresarial más retrogrado.
En ese sentido, estos movimientos serán legítimos y oportunos, siempre y cuando en realidad su principal motivación no sea obtener un simple coto de caza para el partido y sus allegados con banderas ambientalistas, sino que tras su visión de desarrollo que el país necesita y que quieren llevar a la práctica, promuevan las acciones de política con los balances y equilibrios necesarios para garantizar una efectiva gestión de nuestros recursos naturales y desarrollo de nuestro capital natural, base y fundamento de medios de vida y economía de miles de salvadoreños y no se reduzcan al ambientalismo radical, confrontativo, que será contraproducente en el mediano y largo plazo para una verdadera y sostenible protección de nuestros recursos naturales , eso es lo que esta en juego y no podemos perder la oportunidad de iniciar ahora.
Ya lo vimos y vivimos en otros países de América Latina que al igual que el nuestro, por décadas no han contado con la atención al tema ambiental y hay reformas y cambios políticos hacia la izquierda, donde el discurso y la propuesta ambientalista inicia con propuestas radicales y donde el balance entre la dimensión natural, social y económica se pierde. Estos movimientos reconocen después de un tiempo que en realidad han terminado limitando las oportunidades reales de una verdadera protección de los recursos y su valor social y económico como aporte sustancial para el desarrollo de las futuras generaciones. Ya aprenderán estas organizaciones y esperamos que más pronto que tarde, que no es lo mismo oponerse a medidas que construir soluciones desde una responsabilidad pública.
En realidad una gestión ambiental eficaz; expresada a través de políticas, programas y promoción e incentivo de nuevas prácticas con nuestro medio ambiente representa una oportunidad muy valiosa para la nueva administración de gobierno por varias razones; primero; precisamente por su abandono y déficit acumulado de años de gestión medio ambiental basada en la explotación y uso irracional de los recursos, una nueva gestión desde una perspectiva de desarrollo sostenible y comprometida realmente con la protección ambiental y la calidad de vida de los salvadoreños puede representar el área de gestión pública que puede evidenciar cambios visibles y contundentes en el corto plazo en relación con las gestiones anteriores y convertirse en un signo real de cambio altamente valorados por la sociedad salvadoreña en su conjunto, segundo, que buena parte de la gestión ambiental se da en el espacio local y es ahí donde precisamente se construye conciencia y participación ciudadana y es ahí también donde en los últimos años se ha consolidado un capital social que ya cuenta con experiencias valiosas de manejo sostenible de recursos naturales que pueden orientar el camino ha seguir, ahora con apoyo y voluntad política desde el Ejecutivo y tercero, porque precisamente los nuevos gobernantes no debería estar atados o comprometidos con el interés económico inmediatista que ha gobernado el país, lo cual permitiría un actuar màs apegado a la ley y a los criterios de sostenibilidad que necesitamos.
Por lo tanto, las ansiedades ambientales deben transformarse en oportunidades para nuestro medio ambiente, esperamos y deseamos que después de la prioridad central que el equipo de transición de Funes ha dado al ámbito económico, reconozcan el potencial y valor que puede representar una visión y compromiso político serio con nuestro medio ambiente y como esto se traduce en bienestar para los salvadoreños y en una positiva valoración política de la ciudadanía.
Raúl Artiga es economista, master en cooperaciòn internacional, colaborador de SEEM
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