Liberales y amantes de la patria
Por Alvaro Rivera Larios (*)
No somos un bloque identitario; somos, más bien, un desgarro y un conflicto
Avanzaríamos mucho si dejásemos de concebir la patria como un patrimonio partidista y avanzaríamos más si dejásemos de verla como un ente fijo y cerrado. La patria, entre nosotros, todavía es un proceso abierto.
La patria no es un corral cercado por una sola idea. Si algo la caracteriza es esa pluralidad de sensibilidades y concepciones que han arraigado en este paisaje de lagos, costas y volcanes. Una de las líneas arguméntales que configuran la historia moderna de El Salvador es el enfrentamiento de distintas visiones y modos de vida. Ha sido así desde que los indígenas y los españoles se enfrentaron por primera vez en este territorio.
No somos un bloque identitario; somos, más bien, un desgarro y un conflicto en los cuales, como partes enfrentadas, todavía no hemos dado con un marco incluyente que nos permita vivir y convivir dentro de un equilibrio racional. En esa búsqueda andamos.
Todo un siglo contempla nuestras batallas y nuestros fracasos a la hora de construir un proyecto común. Todavía es cierto aquello que dijo Alberto Masferrer: no somos una patria.
Y no lo somos porque las diferencias sociales en nuestro país todavía son abismales y debilitan cualquier intento de construir una comunidad abierta y verdaderamente libre de ciudadanos. Nuestra realidad social conspira contra el espíritu de nuestra Constitución. Nuestras mejores leyes no hayan asidero en nuestras prácticas sociales. Y no afirmo nada nuevo, tan sólo repito con otras palabras aquello que dijo Masferrer a principios del siglo XX: para que cuajen las reformas políticas deben ir acompañadas de reformas sociales y eso supone un cambio de orientación en nuestra forma de concebir y hacer la política.
Dos tragedias marcan nuestra historia reciente: la guerra civil y la emigración. Si una fue el síntoma manifiesto del fracaso de un modelo político, la otra lo es de una forma de entender la economía. Nuestra reflexión sobre ambas tragedias todavía es superficial. Para la derecha, que tanto habla de la nación, la guerra y los millones salvadoreños que han abandonado el país deberían de dar pie a un debate teórico más profundo. Incluso desde la perspectiva de Alberto Masferrer, los conservadores han fracasado en su intento de liderar la construcción de El Salvador como una patria plenamente cohesionada.
Su forma de concebir el liberalismo delata un miedo terrible a una política autónoma. Durante un siglo han reducido la libertad a libertad económica y han recelado de las otras libertades. Su miedo explica en parte las malformaciones de nuestra cultura política y esas malformaciones explican en parte el fracaso del proyecto conservador de nación.
Ahora que una crisis recorre el mundo y pone en tela de juicio los dogmas del liberalismo más cegato, es hora de reflexionar sobre cómo encaja una nueva perspectiva liberal en la visión conservadora de la patria.
Y ya no se trata de seguir al pie de la letra doctrinas importadas, se trata de adaptarlas al horizonte de nuestros problemas. ¿Qué sentido del liberalismo conviene más a un modo más abierto de concebir El Salvador?
Sería una lástima que Arena sólo recapacitase sobre los motivos de su derrota electoral. Debería ir más allá y pararse a reflexionar honestamente sobre sus ideas a la luz de los datos crudos que arrojan sus veinte años de gobierno. Que los fáciles culpables no se conviertan en muñecos de trapo que una vez quemados dejan todo tal como estaba antes. Ahora es cuando tendría que abrirse en Arena un debate profundo que lo convirtiera en una organización política moderna. Porque ya no se trata de volver atrás, aplicando más de la misma receta, se trata de mirar hacia delante, hacia la posibilidad de explorar una nueva forma de entender el país.
(*) Escritor salvadoreños residente en Madrid - Fuente: Contrapunto 16/4/2009
No somos un bloque identitario; somos, más bien, un desgarro y un conflicto
Avanzaríamos mucho si dejásemos de concebir la patria como un patrimonio partidista y avanzaríamos más si dejásemos de verla como un ente fijo y cerrado. La patria, entre nosotros, todavía es un proceso abierto.
La patria no es un corral cercado por una sola idea. Si algo la caracteriza es esa pluralidad de sensibilidades y concepciones que han arraigado en este paisaje de lagos, costas y volcanes. Una de las líneas arguméntales que configuran la historia moderna de El Salvador es el enfrentamiento de distintas visiones y modos de vida. Ha sido así desde que los indígenas y los españoles se enfrentaron por primera vez en este territorio.
No somos un bloque identitario; somos, más bien, un desgarro y un conflicto en los cuales, como partes enfrentadas, todavía no hemos dado con un marco incluyente que nos permita vivir y convivir dentro de un equilibrio racional. En esa búsqueda andamos.
Todo un siglo contempla nuestras batallas y nuestros fracasos a la hora de construir un proyecto común. Todavía es cierto aquello que dijo Alberto Masferrer: no somos una patria.
Y no lo somos porque las diferencias sociales en nuestro país todavía son abismales y debilitan cualquier intento de construir una comunidad abierta y verdaderamente libre de ciudadanos. Nuestra realidad social conspira contra el espíritu de nuestra Constitución. Nuestras mejores leyes no hayan asidero en nuestras prácticas sociales. Y no afirmo nada nuevo, tan sólo repito con otras palabras aquello que dijo Masferrer a principios del siglo XX: para que cuajen las reformas políticas deben ir acompañadas de reformas sociales y eso supone un cambio de orientación en nuestra forma de concebir y hacer la política.
Dos tragedias marcan nuestra historia reciente: la guerra civil y la emigración. Si una fue el síntoma manifiesto del fracaso de un modelo político, la otra lo es de una forma de entender la economía. Nuestra reflexión sobre ambas tragedias todavía es superficial. Para la derecha, que tanto habla de la nación, la guerra y los millones salvadoreños que han abandonado el país deberían de dar pie a un debate teórico más profundo. Incluso desde la perspectiva de Alberto Masferrer, los conservadores han fracasado en su intento de liderar la construcción de El Salvador como una patria plenamente cohesionada.
Su forma de concebir el liberalismo delata un miedo terrible a una política autónoma. Durante un siglo han reducido la libertad a libertad económica y han recelado de las otras libertades. Su miedo explica en parte las malformaciones de nuestra cultura política y esas malformaciones explican en parte el fracaso del proyecto conservador de nación.
Ahora que una crisis recorre el mundo y pone en tela de juicio los dogmas del liberalismo más cegato, es hora de reflexionar sobre cómo encaja una nueva perspectiva liberal en la visión conservadora de la patria.
Y ya no se trata de seguir al pie de la letra doctrinas importadas, se trata de adaptarlas al horizonte de nuestros problemas. ¿Qué sentido del liberalismo conviene más a un modo más abierto de concebir El Salvador?
Sería una lástima que Arena sólo recapacitase sobre los motivos de su derrota electoral. Debería ir más allá y pararse a reflexionar honestamente sobre sus ideas a la luz de los datos crudos que arrojan sus veinte años de gobierno. Que los fáciles culpables no se conviertan en muñecos de trapo que una vez quemados dejan todo tal como estaba antes. Ahora es cuando tendría que abrirse en Arena un debate profundo que lo convirtiera en una organización política moderna. Porque ya no se trata de volver atrás, aplicando más de la misma receta, se trata de mirar hacia delante, hacia la posibilidad de explorar una nueva forma de entender el país.
(*) Escritor salvadoreños residente en Madrid - Fuente: Contrapunto 16/4/2009
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Democracia
ENTONCES CAMBIEMOS TODA LA LETRA A LA ORACION A LA BANDERA!! PATRIA TU HISTORIA BLASON DE HEROES Y MARTIRES!!DESDE FARABUNDO MARTI HASTA EL ULTIMO QUE SERA ASESINADO POR UN MARERO POR UNA CORA AUNQUE EL ES UN MARTIR Y HEROE!!!
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