La Nueva América según Héctor Silva Ávalos desde Trinidad y Tobajo
La nueva América
Escrito por Héctor Silva Ávalos
No debería ser la que vende la izquierda radical. Tampoco la de injerencia que apoyaron diversas administraciones estadounidenses el siglo pasado. No debería ser la maniqueísta que promueve Chávez. Tampoco la de “patio trasero” que facilitó George W. Bush. La nueva América, esta que parece posible formar al tenor de los discursos de moderación entonados por Barack Obama y líderes latinoamericanos como Michelle Bachelet en la V Cumbre de las Américas, debería partir de reconocer las diferentes sensibilidades a las que, en otras reuniones continentales, se ha referido Enrique Iglesias, el secretario general iberoamericano.
La nueva América no es una que responda sin repreguntar a las políticas salidas de Washington o que pregunte por trámite porque ya conoce la respuesta. Tampoco puede ser una que acceda a los chantajes ideológicos pagados con los petrodólares de PDVSA.
No puede ser, como la piensa el nicaragüense Daniel Ortega, una que pide cooperación de dineros extranjeros pero no está dispuesta a explicar sus entuertos, sus fraudes, su corrupción. Tampoco puede ser una de doble moral, que condene a la izquierda de Hugo Chávez cuando piensa en la reelección, pero falla al hacer lo mismo con la derecha de Álvaro Uribe.
Escribo esta pieza desde Puerto España, la capital de Trinidad y Tobago, durante el clímax del quinto capítulo de la Cumbre de las Américas, la reunión continental ideada por la Casa Blanca de Bill Clinton. Aquí, como en ningún otro lado, se perciben algunas señales positivas, algún atisbo de una América Latina que, a pesar de sus diferencias, intenta enrumbarse hacia un futuro de más desarrollo, menos demagogia, de más justicia.
Una de las cosas más importantes –que no la única– es que el gran vecino del norte, Estados Unidos, está ahora dirigido por un líder que se ha presentado al mundo como un rompedor de los viejos esquemas. En el caso americano esto debería significar para la diplomacia estadounidense, en definitiva, dejar de lado el monólogo para atender, siempre, la vía del diálogo.
Ya Obama lanzó ayer las primeras señales políticas aquí. Son solo palabras, sí, pero son las que forman las guías de la política exterior más influyente del continente.
“Debemos hacerlo con un sentimiento común de complicidad. A veces Estados Unidos hemos estado desconectados, y hemos dictado nuestros términos, pero les propongo una sociedad igualitaria en la que no hay socio mayor y socio menor”. Eso dijo Obama el viernes a sus 33 colegas jefes de Estado.
Parece un buen comienzo, siempre y cuando las palabras vayan acompañadas de acciones concretas, como la recapitalización efectiva del BID para ofrecer opciones que permitan a las economías latinoamericanas más pequeñas hacer los balances necesarios para que sus poblaciones menos favorecidas no retrocedan a los estadios de pobreza superados por el continente desde la segunda década del noventa o para avanzar en el largo camino que aún queda para superar las inmensas desigualdades sociales persistentes.
Será un buen comienzo también si América Latina entiende que las estridencias verbales y los disfraces ideológicos no bastan cuando las tareas no están hechas. La corrupción, la connivencia con el crimen organizado, el populismo, la ineptitud en el manejo de la cosa pública no desaparecen con una política externa de confrontación. Esas son nuestras propias deudas históricas.
Ha sido un buen comienzo, en esta cumbre, la presencia de dos presidentes salvadoreños, el saliente de derecha y el entrante de izquierda, como un ejemplo de transición democrática sin traumas. Una señal de la nueva América.
Fuente: LPG 19/4/2009
Escrito por Héctor Silva Ávalos
No debería ser la que vende la izquierda radical. Tampoco la de injerencia que apoyaron diversas administraciones estadounidenses el siglo pasado. No debería ser la maniqueísta que promueve Chávez. Tampoco la de “patio trasero” que facilitó George W. Bush. La nueva América, esta que parece posible formar al tenor de los discursos de moderación entonados por Barack Obama y líderes latinoamericanos como Michelle Bachelet en la V Cumbre de las Américas, debería partir de reconocer las diferentes sensibilidades a las que, en otras reuniones continentales, se ha referido Enrique Iglesias, el secretario general iberoamericano.
La nueva América no es una que responda sin repreguntar a las políticas salidas de Washington o que pregunte por trámite porque ya conoce la respuesta. Tampoco puede ser una que acceda a los chantajes ideológicos pagados con los petrodólares de PDVSA.
No puede ser, como la piensa el nicaragüense Daniel Ortega, una que pide cooperación de dineros extranjeros pero no está dispuesta a explicar sus entuertos, sus fraudes, su corrupción. Tampoco puede ser una de doble moral, que condene a la izquierda de Hugo Chávez cuando piensa en la reelección, pero falla al hacer lo mismo con la derecha de Álvaro Uribe.
Escribo esta pieza desde Puerto España, la capital de Trinidad y Tobago, durante el clímax del quinto capítulo de la Cumbre de las Américas, la reunión continental ideada por la Casa Blanca de Bill Clinton. Aquí, como en ningún otro lado, se perciben algunas señales positivas, algún atisbo de una América Latina que, a pesar de sus diferencias, intenta enrumbarse hacia un futuro de más desarrollo, menos demagogia, de más justicia.
Una de las cosas más importantes –que no la única– es que el gran vecino del norte, Estados Unidos, está ahora dirigido por un líder que se ha presentado al mundo como un rompedor de los viejos esquemas. En el caso americano esto debería significar para la diplomacia estadounidense, en definitiva, dejar de lado el monólogo para atender, siempre, la vía del diálogo.
Ya Obama lanzó ayer las primeras señales políticas aquí. Son solo palabras, sí, pero son las que forman las guías de la política exterior más influyente del continente.
“Debemos hacerlo con un sentimiento común de complicidad. A veces Estados Unidos hemos estado desconectados, y hemos dictado nuestros términos, pero les propongo una sociedad igualitaria en la que no hay socio mayor y socio menor”. Eso dijo Obama el viernes a sus 33 colegas jefes de Estado.
Parece un buen comienzo, siempre y cuando las palabras vayan acompañadas de acciones concretas, como la recapitalización efectiva del BID para ofrecer opciones que permitan a las economías latinoamericanas más pequeñas hacer los balances necesarios para que sus poblaciones menos favorecidas no retrocedan a los estadios de pobreza superados por el continente desde la segunda década del noventa o para avanzar en el largo camino que aún queda para superar las inmensas desigualdades sociales persistentes.
Será un buen comienzo también si América Latina entiende que las estridencias verbales y los disfraces ideológicos no bastan cuando las tareas no están hechas. La corrupción, la connivencia con el crimen organizado, el populismo, la ineptitud en el manejo de la cosa pública no desaparecen con una política externa de confrontación. Esas son nuestras propias deudas históricas.
Ha sido un buen comienzo, en esta cumbre, la presencia de dos presidentes salvadoreños, el saliente de derecha y el entrante de izquierda, como un ejemplo de transición democrática sin traumas. Una señal de la nueva América.
Fuente: LPG 19/4/2009
Labels
V Cumbre
Comentarios
No comments :
Gracias por participar en SPMNEWS de Salvadoreños por el Mundo