Cuadrada o redonda
Cuadrada o redonda
Escrito por Francisco Andrés Escobar
De dónde había sacado aquel chichipate semejante atrocidad, nadie lo sabía. Lo único que alcanzaba a entender don Sofonías Pereira era que, cuando Memo Sotero se pasaba de tragos, se apoyaba en un compinche, empezaba a oscilar, y soltaba a todo güergüero aquella leperada tan suya: “¡¡¡Aquí la verga es cuadrada y no hay culo que la redondeye!!!”
“A saber qué querrá decir con eso ese baboso”, le dijo don Sofonías a su mujer, aquella mañana. “Se me hace que quiere decir que nadie lo puede hacer cambiar de como él es”. Y la niña Teba siguió mezclando el mamaso de chicharrones rancios y tortillas recalentadas para el gatón viejo, que maullaba esperanzado. En la calle, Sotero alargaba sus mecimientos y proclamaba triunfal aquella inédita sandez.
“Y a propósito de la barbaridad que va diciendo este istulte, vieras lo que me contó Filiberto, el talabartero. Dice que un primo suyo tiene un hijo preso. El pobre hombre hizo todo lo posible para enderezar al bicho, pero el mono siempre anduvo en malas juntas. Solo se metía con motoristas y cobradores. No es que todos ellos sean malos; pero ¡hay unas firmitas! Un día lo metieron en un brete: le quisieron sacar pisto al dueño de unas fincas, y les cayó la policía. Según dice Filiberto, al hombre le habían pedido una renta única. Él les dijo que la iba a dar y que se iba a quedar callado; pero dio aviso a la policía. Cuando los babosos y el hijo del primo de Filiberto fueron a recoger la bolsa en que supuestamente iba el gran pistal, los rodeó la tira. Como les hallaron pistolas, los acusaron de intento de robo, tenencia de armas y asociación ilícita. ¡Fueron a dar a la cárcel! Pues ya vas a ver.
Hace como unos tres domingos, el primo de Filiberto quiso ir a ver al hijo. ¿Y qué creerás? ¡Que los que revisan a la gente para que no meta drogas, armas o celulares, lo primero que le dijeron fue que se bajara los pantalones y el calzoncillo! ‘¿Y para qué?’, les dijo él. ‘¡Ah, vos bajátelos y callate’, le dijeron. Él hizo caso. Se bajó los trapos... ¡cuando va viendo a un guarda que venía con la mano enguantada y el dedo de en medio listo! ‘Enseñá, tumbate’, le dijeron. Entonces, él les dijo que mejor no iba a entrar, que si no se había dejado hacer un examen médico con tal de que no le hicieran algo parecido, mucho menos se iba a dejar ahora. Y no entró. Y ahí está el pobre: sin hallar cómo hacer para ir a ver al hijo.
Yo digo, Teba, que, con todo el platal que se güeveyan los funcionarios corruptos, bien se podría comprar aparatos de rayos equis, o algo así, para examinar lo que la gente pueda llevar escondido, y no someterla a semejante ingratitud. Imaginate: le meten el dedo a uno, se rompe el guante, le zampan el arañazo, ¡de ahí, a una infección...! Ahora ponete a pensar en lo que significa para una mujer o una niña que la trasteyen toda. Yo no sé si harán esto con toda la gente, o solo con aquella a la que le ven cara humilde, porque ya ves que, aquí, la cara es la que hunde o defiende. ¡No, no hay derecho! ¡Cuadrada o redonda, como dice Sotero, una registrada así no hay cristiano que la aguante!”
Fuente LPG 25/4/2/2009
Escrito por Francisco Andrés Escobar
De dónde había sacado aquel chichipate semejante atrocidad, nadie lo sabía. Lo único que alcanzaba a entender don Sofonías Pereira era que, cuando Memo Sotero se pasaba de tragos, se apoyaba en un compinche, empezaba a oscilar, y soltaba a todo güergüero aquella leperada tan suya: “¡¡¡Aquí la verga es cuadrada y no hay culo que la redondeye!!!”
“A saber qué querrá decir con eso ese baboso”, le dijo don Sofonías a su mujer, aquella mañana. “Se me hace que quiere decir que nadie lo puede hacer cambiar de como él es”. Y la niña Teba siguió mezclando el mamaso de chicharrones rancios y tortillas recalentadas para el gatón viejo, que maullaba esperanzado. En la calle, Sotero alargaba sus mecimientos y proclamaba triunfal aquella inédita sandez.
“Y a propósito de la barbaridad que va diciendo este istulte, vieras lo que me contó Filiberto, el talabartero. Dice que un primo suyo tiene un hijo preso. El pobre hombre hizo todo lo posible para enderezar al bicho, pero el mono siempre anduvo en malas juntas. Solo se metía con motoristas y cobradores. No es que todos ellos sean malos; pero ¡hay unas firmitas! Un día lo metieron en un brete: le quisieron sacar pisto al dueño de unas fincas, y les cayó la policía. Según dice Filiberto, al hombre le habían pedido una renta única. Él les dijo que la iba a dar y que se iba a quedar callado; pero dio aviso a la policía. Cuando los babosos y el hijo del primo de Filiberto fueron a recoger la bolsa en que supuestamente iba el gran pistal, los rodeó la tira. Como les hallaron pistolas, los acusaron de intento de robo, tenencia de armas y asociación ilícita. ¡Fueron a dar a la cárcel! Pues ya vas a ver.
Hace como unos tres domingos, el primo de Filiberto quiso ir a ver al hijo. ¿Y qué creerás? ¡Que los que revisan a la gente para que no meta drogas, armas o celulares, lo primero que le dijeron fue que se bajara los pantalones y el calzoncillo! ‘¿Y para qué?’, les dijo él. ‘¡Ah, vos bajátelos y callate’, le dijeron. Él hizo caso. Se bajó los trapos... ¡cuando va viendo a un guarda que venía con la mano enguantada y el dedo de en medio listo! ‘Enseñá, tumbate’, le dijeron. Entonces, él les dijo que mejor no iba a entrar, que si no se había dejado hacer un examen médico con tal de que no le hicieran algo parecido, mucho menos se iba a dejar ahora. Y no entró. Y ahí está el pobre: sin hallar cómo hacer para ir a ver al hijo.
Yo digo, Teba, que, con todo el platal que se güeveyan los funcionarios corruptos, bien se podría comprar aparatos de rayos equis, o algo así, para examinar lo que la gente pueda llevar escondido, y no someterla a semejante ingratitud. Imaginate: le meten el dedo a uno, se rompe el guante, le zampan el arañazo, ¡de ahí, a una infección...! Ahora ponete a pensar en lo que significa para una mujer o una niña que la trasteyen toda. Yo no sé si harán esto con toda la gente, o solo con aquella a la que le ven cara humilde, porque ya ves que, aquí, la cara es la que hunde o defiende. ¡No, no hay derecho! ¡Cuadrada o redonda, como dice Sotero, una registrada así no hay cristiano que la aguante!”
Fuente LPG 25/4/2/2009
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Tribuna de escritores
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