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García Márquez ya tiene quien lo escriba

Escrito por Tomás Eloy Martínez*

La última vez que vi a Gerald Martin, en marzo de 2007, él llevaba ya 15 años trabajando en la biografía de Gabriel García Márquez.

Martin me contó que Mercedes Barcha, la esposa de su biografiado, que siempre lo había tratado muy bien, parecía un poco harta. “Se preguntaría seguramente: ‘¿Cómo este tipo viene durante tantos años y no escribe nada?’ Pero, ¿sabes? la semana próxima voy a entregar a los editores el original terminado”.

Hubo, algunos cambios: El libro, que había llegado a las 2,500 páginas, acaba de ser publicado en Gran Bretaña en una versión reducida a 664 páginas. Bill Swainson, el editor de Bloomsbury, anunció en México que también saldrá en mayo en Estados Unidos. América Latina y España deberán esperar hasta la segunda mitad de 2009. Las primeras críticas señalan que la riqueza de los testimonios acumulados por Martin y su titánica investigación intimidarán a cualquier otro biógrafo que trate de seguirle los pasos.

De los más de 300 entrevistados algunos han muerto y otros no abren sus agendas generosamente: el líder cubano Fidel Castro, el ex primer ministro de España Felipe González y varios presidentes colombianos encabezan la lista, junto a los escritores Carlos Fuentes de México, el peruano Mario Vargas Llosa y el colombiano Álvaro Mutis.

La historia, que ya es leyenda, comienza en el pequeño pueblo de Aracataca, del Caribe colombiano, cuando el primero de los 11 hijos de Luisa Santiaga Márquez y el telegrafista Gabriel Eligio García vino al mundo en medio de una tormenta. Luego de ese nacimiento de novela, Gabo tuvo también una infancia nutrida de historias que harían de él “un pobre notario que copia lo que le dejan sobre el escritorio”, según dijo a Martin.

En los siete años que estuvo al cuidado del coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, escuchó los relatos más inverosímiles sobre las guerras civiles del siglo XIX y se recalentó la imaginación en el circo y en el cine. La abuela, Tranquilina Iguarán, fue un venero de supersticiones; las tías aportaron sus propios cuentos familiares y múltiples desvíos de una realidad ya de por sí exuberante.

Martin describe la fractura que la novela “Cien días de soledad” produjo en la vida de García Márquez: “Sintió una liberación y una autoafirmación encarnadas en la creación extraordinaria que él sabía que sería una obra única, posiblemente inmortal”.

Martin es un académico inglés, especializado en literatura latinoamericana, autor de una excelente edición anotada de “El señor presidente” del escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias y, sobre todo, un profesor y un crítico al que una biografía no le pasaba por la imaginación. Cuando un editor inglés le sugirió que escribiera la de García Márquez, Martin descubrió que la idea le atraía.

“Es increíble cómo ha vivido este hombre”, dice, “los lugares: en Colombia, obviamente en Aracataca, en Cartagena, en Barranquilla, en Bogotá; ha vivido en Nueva York, en Francia, en España, en Cuba, en Venezuela, en México por supuesto. Y los momentos: En 1948 él está a pocos metros de donde matan a Jorge Gaitán; en 1959 llegó a Cuba tres semanas después de la revolución. Solo estuvo cuatro meses en Nueva York como corresponsal de Prensa Latina, pero esos meses fueron los de Playa Girón. Creo que hay muy pocos escritores tan vinculados a su época como él”.

García Márquez era ya una celebridad mundial cuando Martin se lanzó a su búsqueda en Cuba, dispuesto a comenzar su trabajo. Buscó la protección de Alquimia Peña, directora de la Fundación de Nuevo Cine Latinoamericano. Mientras Alquimia esperaba la ocasión para presentarlos, Martin se enteró por azar de la dirección del escritor en La Habana y se presentó en su casa con la convicción de un vendedor de biblias o ­como él dice ahora­ movido acaso por el pavor de renegociar su pasaje en Aeroflot. Solo pudo dejarle un mensaje. Se lo devolvieron con una notita al pie: “Va a ir a buscarlo mi Mercedes Benz. Tiene 10 minutos de entrevista”.

El novelista aseguró al biógrafo que los seres humanos tenemos tres vidas, “la pública, la privada y la secreta”. La primera y buena parte de la segunda se exponen con inteligencia en este libro y entreabren las puertas de una intimidad celosamente guardada.

“Me interesa explorar cómo las ficciones de Gabo reflejan su vida de modo indirecto”, ha dicho Martin, “su experiencia aparece expuesta a tal punto en sus novelas que cada una de ellas es, a su modo, una autobiografía encubierta”.

La tercera vida, en cambio, sigue secreta. En la obra de Martin no hay el menor atisbo de las debilidades sobre las que el autor jamás ha querido hablar y ni una sola palabra sobre lo que se ha negado a mostrar.

Hace 40 años el escritor argentino Jorge Luis Borges notó que la obra más importante de un escritor es la imagen que deja de sí mismo en la memoria de los hombres. García Márquez ha tenido siempre una extrema conciencia de su importancia histórica y hasta algunas de sus conversaciones incidentales ante amigos están pobladas de frases que parecen dichas para ser impresas. No ha dejado al azar un gesto ni una coma.

“Antes de que yo mismo lo hiciera, Gabo percibió que es el biógrafo quien tiene la última palabra”, señaló Martin, “pero aun así, tengo la extraña sensación de que yo soy solo un instrumento y que, inconscientemente, lo que he escrito es el retrato que Gabo me ha dictado”.

*Es un escritor y periodista argentino - The New York Times Syndicate
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