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Entrevista de El Faro a Carlos Ramírez, dirigente del futuro Consejo Científico y Educativo de la Diáspora salvadoreña en el exterior

“Los chamanes son químicos sin diploma”

Carlos Ramírez es biólogo graduado de la Universidad de Nueva York y tiene un doctorado en etnobotánica, pero ha sido ese mismo conocimiento científico el que le ha llevado a descubrir – y a creer– en chamanes amazónicos y en poderes sobrenaturales que no puede explicar. Lo que sí sabe este salvadoreño con 28 años viviendo en Estados Unidos, es que en esos “viajes” no solo ha visto el poder curativo de las plantas, sino también espíritus que lo cuidan y anacondas de colores formando el espiral del ADN.

En su viaje a Estados Unidos -cuando la guerra salvadoreña estaba en el umbral- Ramírez pasó primero por ser lavaplatos y ascendió hasta convertirse en chef en un conocido restaurante francés de Nueva York. Ahí veía llegar como clienta habitual a Jackie Kennedy Onassis, y en una ocasión apareció el mismo Steven Spielberg.

Hoy es docente en la Universidad del Sur de Connecticut y desarrolla sus proyectos de investigación con plantas medicinales en El Salvador, el país que dejó a los 18 años pero al que frecuentemente viaja durante los fines de semana para descansar... en Apopa.

Es socio de Salvanatura, la organización no gubernamental que administra El Imposible. Y señala como su gran queja que El Salvador es el país donde menos se promueve la visita a los parques nacionales. Le colma la paciencia que la gente -la dueña de los parques- tenga que llegar a San Salvador a pedir una carta en la que le autorizan el ingreso.

También critica la manera en que el Estado toma sus decisiones sobre ambiente, a menudo sin fudamento. Como sucede con un árbol sobre el que hay una prohibición de consumo, aunque -dice- sus estudios prueban que hay una manera de garantizar a la planta la supervivencia.

… yo sé que a veces es surreal pensar que alguien viene a Apopa a descansar, pero sí, estoy en el patio, que es un patio grande, hay aves, no se oye casi el ruido de afuera. Y puedo estar ahí y nadie sabe que estoy ahí.

¿Y por qué Apopa?
De ahí soy originario. Son dos casas coloniales unidas en una.

¿Pero no es más chivo descansar en Estados Unidos?
Todo es equivalente. Si voy a México, no descanso, porque ando de turista. Aquí ya no me siento que vengo de turista porque es mi casa, me siento cómodo. Si voy a México, no me puedo estar en una casa, tengo que ir a ver un sitio arqueológico, tengo que ir a un museo, tengo que ir a un bar, a bailar, a escuchar música. Y eso deja de ser descanso. Ahora, si vengo a El Salvador me voy para Ahuachapán y allá paso un día entero, escribo, hago lo que quiera. Pero también es un poco imposible divorciarse del trabajo, siempre ando pensando en un posible proyecto. Es difícil descansar, pero es un esfuerzo que hay que hacer porque el estrés es alto. La carrera académica es muy linda y quizás es una de las mejores, al menos allá en los Estados Unidos tenemos mucha protección y la libertad académica, allá es sagrada, la libertad de expresión. Y eso lo gozamos.

¿Desde hace cuánto ejerce la docencia?
Estuve cuatro años en una universidad al norte de Nueva York, una universidad bien pequeña, de 2 mil estudiantes, bien élite, pero no había maestrías ni posgrados. Solo licenciaturas, de esas muy muy exclusivas.

¿Cómo se llama?
St. Lawrence. Era tan aislada que para ir de compras a un lugar grande tenía que ir a Canadá, a Ottawa, que era a hora y media de camino. Si no, tenía que ir a Syracuse, una ciudad dentro de Estados Unidos, que es horrible y fea, y no valía la pena ir dos horas y media. O si no, a dos horas y media, que es exactamente la distancia de Syracuse, estaba Montreal, en Canadá, entonces yo prefería ir a Canadá. Luego salió esa plaza en la universidad en la que estoy actualmente (Universidad del Sur de Connecticut), y lo que me gustó es que es exclusivamente para un botánico. Y es bien rara hoy en día una plaza para un botánico como esa en Estados Unidos.

¿Y qué hace?
Yo doy clases de botánica. Todo lo que tiene que ver con botánica lo doy yo, a nivel de licenciatura y maestría. Eso me da la libertad para hacer lo que me gusta, y allá cuando te dan una plaza nueva en una universidad se espera que desarrolles nuevos cursos, esa era la idea mía, desarrollar nuevos cursos para dar clases que yo quiero dar.

¿Usted llegó allá siendo ya licenciado en botánica?
No, yo de aquí me fui de bachiller en ciencias, del Inframen. El año que terminé, en octubre o noviembre del 79, ya en el 80 nos fuimos la familia completa.

¿Por qué?
Primero, porque la situación estaba horrible. Como recordarán, el 80 fue bien violento. En Apopa no había mucho conflicto todavía, pero como viajábamos a Aguilares porque teníamos familia, nos dábamos cuenta. En ese tiempo yo solicité entrar a la Universidad de El Salvador a estudiar agronomía. Aquí en El Salvador estudiabas agronomía o medicina, y mi otro interés era arqueología, y la única forma era ir a México o a Guatemala, pero mis padres no estaban dispuestos en ese momento a dejarme ir a otro país a estudiar. Ese año cerraron la universidad, la tomaron y no hubo ingreso de primer año. Solicité a la Escuela Nacional de Agricultura, porque también me gustaba la agronomía, pero tampoco hubo ingreso de primer año en 1980. Mi otra hermana mayor era bachiller también, y tampoco había mucha oportunidad. Mis padres dijeron: “Bueno, hay que hacer algo”. En el 80, Brasil daba becas a estudiantes salvadoreños, pero a odontología. Y muchos del Inframen queríamos ir a Brasil, muchos de mis amigos fueron y ya son doctores, me acuerdo que nos daban clases de portugués gratis, en el edificio de CAESS, y las becas eran completas, pero solo para odontología.

¿Y entonces lo tentó odontología?
Es que yo sí quería irme a Brasil, porque todos mis amigos iban para allá. Pero en eso mis padres, que habían ido a Estados Unidos a principios de los 70s, ya tenían amistades allá en Nueva York y dijeron que era mejor si nos íbamos a un lugar donde nos íbamos todos. Así fue. Nos fuimos todos, en un avionazo de Panamerican.

¿Pero no hubo una razón particular?
Es que ya estaba demasiado… yo ya me había graduado, ya no había excusa de que no me reclutara el ejército. El ejército llegaba a Apopa y agarraba a los chicos de la cancha de basquetbol, se los llevaba, y si no tenías una palanca te ibas obligado al ejército. Y ese era el temor. Y como yo era una de esas personas que andaba por todos lados, era boy scout y me iba a meter a todo El Salvador, era más fácil irme reclutado. Esa también fue la razón. La guerrilla también empezaba a ser activa en ese tiempo…

¿Pero sus papás no participaban…?
No, no, para nada. Teníamos un negocio en Apopa también, teníamos un bazar grande en Apopa, muy conocido, el bazar “La Universal”, cerca de la iglesia, y el miedo era también porque había extorsiones, que tal vez no éramos ricos, sino simplemente un poquito más cómodos que la mayoría. Por suerte nos dieron visa a toda la familia, de turismo, en ese tiempo las visas las daban por diez años y uno se podía quedar hasta un año como turista. Y como también fue la elección de Ronald Reagan, que cambió la política hacia El Salvador y dio ayuda al ejército en contra de la guerrilla, entonces había como conveniencia de que salvadoreños de una u otra forma migráramos también para que ellos dijeran “se están yendo por la guerrilla”.

¿Y cómo fue la llegada?
Pues llegamos al apartamento de un amigo de mi papá. Pero eso era en el Bronx, y en ese momento no era como ahora, que es un poco más seguro. Cuando llegamos, llegamos de noche, y en la mañana que nos levantamos, estábamos en el sexto piso del edificio y yo salí a la ventana, y todos los edificios alrededor estaban quemados. “¿Dónde hemos venido?”, pensé yo.

No era el sueño americano.
Exactamente. Ese fue el primer contraste, un shock.

¿E iban con todos sus ahorros para allá?
Todo quedó aquí. Llevamos lo básico, esa casa quedó cerrada, una tía quedó cuidando. El bazar cerrado. Pero la idea de mi papá…

¿Ellos hablaban inglés?
No, nadie. Lo básico que aprendimos en el bachillerato, a decir “I love you”, “hello”, “my name is Carlos”.

Ja, ja, ja, ja.
¡Y que ni sabíamos pronunciar!

A la brava, pues.
Sí, claro, con la diferencia de que sí tenían conocidos, cuando ellos estuvieron antes, que estaban en contacto, y nos dijeron que nos recibían al llegar.

¿Y para entonces usted ya iba con la idea de estudiar botánica?
No. Tenía 18 años e iba con la idea de estudiar biología. Habiendo vivido en El Salvador y habiendo viajado de niño por todo el país con los boy scouts, me daba cuenta de los problemas ecológicos de El Salvador, en mi propia mentalidad de ese tiempo, yo estaba con la preocupación de que algo malo estaba sucediendo y que se necesitaba hacer algo. Pero al llegar allá, llegamos y nos establecimos en el Bronx solo por una semana. Mi papá dijo: “Este no es el lugar donde vamos a vivir”. Nos fuimos a Queens, tomamos el tren y nos fuimos a buscar casa. Queens es una zona residencial bonita, no hay edificios altos como en Manhattan o el Bronx. Ellos conocían a una persona de una iglesia evangélica a la que iban en los setentas, y ella nos recomendó una casa de un señor y la alquilamos. Vivíamos tranquilos…

¿Pero cómo le hicieron ahí para alquilar cuando acababan de llegar?
A la semana de haber llegado, el hijo de la señora que nos dio llegada en el Bronx, trabajaba en un restaurante de lavaplatos, y era el verano, entonces no podía trabajar tiempo completo porque tenía que hacer unos estudios de verano. Entonces me dice: “¿Por qué no trabajás tres días y yo tres días?” Y yo nunca había trabajado en mi vida, aquí en El Salvador no trabajaba, como muchos de nosotros que estamos estudiando. Pero fui a trabajar y me empecé a ganar un poquito de plata, mi papá es sastre y era fácil conseguir ese tipo de trabajos allá, en ese tiempo; mi mamá es modista y consiguió un buen trabajo en una fábrica de disfraces, y consiguió un trabajo de hacer los modelos de los disfraces.

¿Y ahora qué hacen tus papás?
Tenemos un negocio propio, jubilados y están felices.

¿Hacen ropa?
Ya no. Él dejó de hacer ropa, en Estados Unidos no vale la pena hacer pantalones completos, sino que hacer ajustes, el ruedo. Vale 10 dólares hacerle el ruedo al pantalón. Y aquí teníamos un dry clean de los Jet Cleaners que está ahí en la avenida Roosevelt. Mi papá trabajaba en una compañía donde hacían uniformes militares y no le gustó, porque lo trataban mal. Allá tratan mal a la gente, entonces dijo: “Nosotros no estamos acostumbrados a trabajar para nadie, ¿por qué no empezamos nuestro propio negocio?”. Pero estábamos viviendo en esa casa donde no podíamos tener negocio, había que alquilar otra. Con el tiempo logramos ahorrar un poquito y nos mudamos a una casa de tres pisos, al cruzar la calle, de la manzana, a una avenida bien importante que se llama avenida Jamaica -que pasa el tren arriba por cierto-, y la alquilamos. Ahí vivimos como un año, o sea que fue un año de ajuste. Mis hermanos consiguieron trabajo, mi mamá consiguió el trabajo en esta compañía de disfraces y le daban trabajo para llevar a la casa y mis hermanas trabajaban en la casa, pero todo nuestro salario lo dábamos a las arcas de la familia. Yo ganaba en ese tiempo 250 dólares semanales que no era tan malo, pero tampoco era bueno.

¿Eso lavando platos?
Sí, y todo se lo daba a ella.

Su mamá era la administradora.
Sí. Entonces el chico este que me consiguió el trabajo de tres días lo echaron a las dos semanas de yo estar ahí. Entonces me dijeron que si yo me quería quedar con el trabajo completo. Y yo con una gran pena le decía: “Si querés yo renuncio porque el trabajo es tuyo”; “No”, me dijo “quedate”. Entonces ya me quedé seis días a la semana. A los tres meses a mí me fascinó la cocina, porque ver al cocinero que agarra las ollas, las cacerolas y las tira ¡chaz! (mueve las manos en el aire, como si estuviera manipulando sartenes y lanzando su contenido). Comida francesa de primera.

Entonces lo vamos a poner a cocinar.
Los voy a invitar el sábado para que vayan a comer a la casa, yo cocino también. Entonces yo... resulta que estaba lavando platos y le ayudaba al cocinero cuando estaban bien complicados y él vio que yo estaba interesado. A los tres meses echaron al que hacía las ensaladas...

Ja, ja, y entonces ascendió.
Ja, ja, ja, sí, y ascendí un peldaño. Ascendí de lavaplatos a ensaladas y pasé dos años así, en todos esos dos años estábamos con la familia, ahorrando y viendo cómo mejorábamos y ya nos habíamos mudado a la otra casa, ya el salario mío había mejorado, y yo estaba aprendiendo inglés con mis hermanas, porque una de las cosas que yo decidí es no ir a la universidad a aprender inglés; porque es muy caro, y yo pensaba que ir a un país donde se habla inglés, ¿por qué ir a pagar por aprender inglés cuando lo podés hacer de gratis?

¿Y cómo aprendió entonces?
Iba a programas de inglés gratis, que te dan en las bibliotecas, en las librerías, y cosas así. Y la mayoría de las universidades y las escuelas tienen programas nocturnos para adultos para aprender inglés. A los tres años ya tenía un poquito más de ahorros, más establecidos, más seguros, yo ya estaba de “salad man”, el que hace las ensaladas, y el vecino, que estaba en una casa idéntica a la que vivíamos, era de una familia de unos puertorriqueños y decidieron que se regresaban a Puerto Rico y le ofrecieron venderle la casa a mi padre, bien baratísima; sin tener que ir a un banco, entre nosotros solos. Con un abogado se hizo el contrato de compra y venta y les mandábamos la plata a Puerto Rico y así se compró esa casa, a los 10 años la pagaron completa. Imagínese la casa que valía como 100 mil dólares ahora vale más de medio millón. Pero la cuestión es que ya ahí decidió mi papá poner el “dry clean”. Un negocio muy pequeño, de familia, pero muy acogedor, entonces la clientela subió rápido. Luego fue que entré a la universidad. Nos habían dado un permiso de trabajo que no era un refugio político ni nada de eso, sino que era permiso de trabajo por la situación en que estaba El Salvador, que podía conllevar a un refugio, a una estadía como refugiados. Pero por el trabajo de mi mamá, que era un trabajo especializado, le dieron la residencia a ella.

¿Era trabajo de...?
Ella hacía los modelos de los disfraces que presentan a las tiendas para venderlos. Hacía los trajes que usan en Broadway, en esos teatros. Era un trabajo muy especializado y con eso consiguió la residencia ella y ella nos la pasó a nosotros. Por eso en el 88 nos dan la residencia total y nos toca regresar, fue la primera vez que vinimos a El Salvador, después de ocho años. Yo ya estaba en la universidad.

¿A qué vinieron, a ver a familia?
No, cuando obtienes la residencia tienes que venir a una entrevista a la embajada y ahí deciden si te dan la residencia o no. Un formalismo, pero tienes que venir, tienes que salir a hacer la entrevista a la embajada y ya aquí te dan el pasaporte sellado.

¿Sintió alguna diferencia cuando vino en el 88?
Un cambio tremendo, en Apopa habían dos colonias de como 50 que eran. Pero como nosotros somos del centro de Apopa, esa parte no ha cambiado tanto, pero lo que ha cambiado es el número de personas.

Pero imagino que habrán venido con algo de miedo.
Había miedo por lo que veíamos en las noticias, pero creo que éramos bien positivos, nosotros éramos bien positivos en el sentido de que no teníamos enemigos, no estábamos en política... aunque teníamos una prima en la guerrilla, que fue una gran comandante, teníamos un tío en el ejército, estábamos en un sándwich.

¿Quién era su prima?
¿Cómo le llamaban a ella...? No me acuerdo, pero ella murió en el 89, en la ofensiva. Estuvo en Cuba, en Nicaragua; entonces nos dábamos cuenta de todo. Y claro, esa también fue otra razón por la que nosotros sentíamos un poco más de peligro, por esa prima. ¿Se recuerdan cuando se tomaron el primer edificio de la Corte de Cuentas? Bueno ustedes estaban muy chiquitos, ella había desaparecido por dos años y ahí apareció, la vimos en la tele. Y el otro tío que se metió en la Escuela Militar, que ahora es un coronel jubilado...

Por los dos lados tenía... ¿pero no era la hija?, la hija en la guerrilla y el papá en el ejército.
No, pero eran de la misma familia, del mismo lado de la familia. Luego de los cinco años de estar trabajando con un salario mejorcito, subí al segundo rango del restaurante, era el segundo jefe de la cocina, yo ya cocinaba, casi un chef francés y ya me estaba graduando de licenciado.

¿Y por qué no se dedicó a eso?
Ya te voy a decir, ya te voy a decir. Ganaba muy bien, tenía un mes de vacación pagado y ganaba muy bien, tenía seguro...

Igual que acá, igual que en El Faro...
Ja, ja, ja... yo seguí el modelo de mi papá, que estudió hasta segundo grado, porque cuando él aprendió a ser sastre le dijeron: “Suficiente en la escuela, ya no tienes que ir a la escuela a hacer pantalones”, y mi mamá hizo hasta sexto grado porque cuando aprendió a hacer vestidos le pasó lo mismo. Pero, en su propio trabajo, individual, han logrado hacer cosas que no muchos tienen aquí en El Salvador y nada de herencias, puro trabajo duro. Al ver eso, yo decidí que si me quedaba en el restaurante era trabajar para alguien toda mi vida hasta que me jubilara, a menos que pusiera mi propio restaurante en el cual me iba a esclavizar, porque tampoco me gustaba la esclavitud de mis padres en sus negocios.

¿Cómo se llamaba el restaurante?
El Refugio (“Le Refuge”, un restaurante francés de muy buen reputación).

¿Y existe ese restaurante todavía?
Sí, es uno de los poquitos que han durado.

¿Va a comer usted ahí?
No voy a comer, pero cuando mando amigos todavía dicen que la comida es buena.

¿Y es caro?
Sí, sí. Una cena vale 130 dólares. Es tan bueno que una de las especialidades era lo vegetariano. Yo hacía los platos vegetarianos y ustedes ven que cuando sirven un bistec le ponen todas las verduras para que se vea bonito. Ah, pues eso era también lo que hacía, mi trabajo era diseño. Que se viera bonito y supiera bien. Y fíjense que yo soy alérgico a los mariscos y yo tenía que cocinar mariscos y langostas , pero entonces aprendí a cocinar sin tener que probar, pero darle el toque. Una de nuestras clientas famosas era Jackie Onassis, llegaba a cenar por lo menos tres o cuatro veces por semana.

¿La vio o la saludó?
No, no, nosotros no podíamos salir ni a la puerta, la veíamos pero sabíamos que ella era la que comía porque nos decían “este es de Jackie Onassis”.

Debe haber sido una gran presión.
Se acostumbra uno.

¿Ella llegaba con el esposo o llegaba sola?
Sola. Llegaba también el alcalde de Nueva York... ah, y cuando salió (la película) E.T., Spielberg alquiló el restaurante completo, quitaron todas las mesas y sólo él con su novia, sentados y pagando como si estuviera lleno el restaurante. Pero bueno, yo para entonces empecé a sentirme enfermo, yo me sentía mal porque el estrés era alto y no dormía y fui al doctor y me dice: “Bueno, o dejas de trabajar o de estudiar o te mueres joven”. Tenía la presión alta y el corazón... entonces, puta... (Carlos Ramírez se acuerda de que está siendo grabado y se dirige entonces, rectificando, a la grabadora) púchica, ja, ja, ja, ja, ja. Platiqué con mis padres, ya nosotros bien establecidos y les digo: “Yo no quiero dejar de estudiar, mejor voy a ver si dejo de trabajar”. A esta altura ya estábamos bien nosotros, así que ya dejo de trabajar y conseguí también una beca en la universidad. Con eso me alcanzaba para pagar los pasajes y la colegiatura era gratis.

Le gustaba mucho la universidad a usted.
Sí, entonces le llegó la noticia al jefe. Cuando llegué al restaurante, le dije: “Pierre, voy a dejar de trabajar porque el doctor me ha dicho esto y esto”. Pero cuando le dije al dueño que me iba a ir, si yo no estaba ahí, ese restaurante no funcionaba cuando estaba con 100 o 50 personas, todo el mundo sentando al mismo momento. Me dijo: “Mirá, ¿por qué no trabajás el viernes y sábado, y te pagamos como tiempo completo?”

A usted sí que se le dio el sueño americano.
Ja, ja, ja. Al año voy con la noticia de que me gradué de licenciado y que quiero seguir con el posgrado. Ahí me dice que él me paga la escuela culinaria para ser un chef oficial francés. Un chef francés en ese entonces ganaba mil dólares semanales. Era un salario bueno.

Muy bueno.
Y no tienes que trabajar toda la noche, solo como cinco horas. Ahí es cuando decidí. “O trabajo para alguien toda mi vida o busco una carrera donde tengo una independencia”. Para entonces ya sabía lo que era ser un profesor universitario de los Estados Unidos. Los beneficios, las ventajas y desventajas. Entonces ahí es que me fui a la Universidad Estatal de Michigan, ahí hice mi maestría de botánica, empecé en el otoño del 89.

¿Pero cómo es que llega a decidir estudiar botánica?
Ya llegamos a eso. Cuando llegás a la maestría, no te especializás tanto como en el doctorado. Yo quería estudiar botánica para estudiar la ecología de plantas, cómo sobreviven en el ambiente, qué pasa si cambia el clima, qué pasa si hay contaminación, si se cortan demasiado, qué pasa a la diversidad de especies si se tala un bosque.

¿Lo hizo pensando en El Salvador o en general?
La idea era hacer mi tesis en El Salvador, por eso en el 89, cuando yo empecé la maestría, vine a El Salvador, fue la segunda vez que vine. Vine en septiembre o agosto, antes de empezar la universidad, con la idea de hacer un proyecto en El Salvador. Y me contactaron con una señora que trabajaba en el Jardín Botánico La Laguna, una eminencia salvadoreña, María Luisa Reina de Aguilar. Yo sabía un poquito de lo que ella había hecho en su trabajo de tesis, en Montecristo, Santa Ana. Yo vine con la idea de seguir los pasos de ella y estudiar bosques nebulosos. Llego al Jardín Botánico y le digo mis intenciones. Me dice: “Vos estás loco, ¿qué vas a ir a hacer allá? Hay un parque nuevo que se llama El Imposible, en Ahuachapán, nadie ha hecho nada y es una mina de conocimiento y posibilidades”. Me dio una carta para poder entrar, porque no se podía entrar porque estaban los soldados a la entrada. Era Agronomía el que dirigía parques nacionales en ese entonces. Me gustó tanto, pero ese noviembre fue la ofensiva final y mi asesor me dijo: “Usted no se va a El Salvador a hacer su tesis, lo hace acá en Estados Unidos o se va a otro país”. Hice mi tesis en Estados Unidos, pero dije: “Hago la maestría, pero cuando haga el doctarado sí voy a El Salvador”. Así fue.

¿La maestría es en botánica?
Sí.

¿Y el doctorado?
Regreso a la Universidad de Nueva York, al programa de doctorado en biología, porque resulta uno de los programas más prestigiosos porque está en colaboración con el Jardín Botánico de Nueva York, que es uno de los mejores del mundo. Para mí, trabajar en una institución como esa me iba a abrir puertas, y así fue. Me aceptaron, me dieron una de las becas más altas en Estados Unidos, en la maestría también. En esa época te daban 8 mil dólares para vivir, pero no pagabas colegiatura. A mí me dieron una de 25 mil dólares.

¿Eran como 2 mil y algo mensual?
Sí, ganaba más que cualquier persona en un trabajo sencillo. Me daba la oportunidad de participar en cursos de verano, fui a Costa Rica a tomar un curso y todo eso me lo pagaba. Iba a estaciones biológicas, la maestría era bien sólida en ese sentido. Llego al doctorado y pasa lo mismo. Pude transferir 30 créditos de la maestría al doctorado.

¿Eso es bastante?
Sí. Con eso solo tomé tres cursos para mi doctorado. En 1994 tomé mi doctorado y le dije a mi asesor que iba a hacer mi tesis de doctorado aquí. Vine a El Salvador, viví un año en El Salvador, en El Imposible, para terminar de escribir.

¿Qué hace exactamente un botánico?
Veamos... la botánica es una rama de la biología, se divide en áreas de especialización. Yo estudié en el área de las plantas y su interacción en el medio ambiente. ¿Cómo el medio determina donde las plantas viven, sobreviven, cómo se reproducen, cómo compiten por recursos, agua, luz, tierra? Esa es la ecología. Tambiém está la botánica molecular, donde estudias la genética de la botánica, y también se estudia la etnobotánica, que es el uso de plantas por seres humanos. En mi caso, me especializo en indígenas. Hay plantas para vestirse, plantas para ceremonias, para medicina, para ver espíritus, ves el futuro y comunicarse con el más allá.

¿Y lo ha experimentado? ¿Le ha tocado con marihuana o con peyote, por ejemplo?
Es como el peyote, pero más avanzado. Con una bebida que se llama ayahuasca, de la amazonía peruana, Perú, Ecuador, Colombia, Brasil. Hay hasta una iglesia basada en esto. Es una bebida que se hace con dos plantas, se cuecen por un día entero y es una ceremonia entera para hacerla. Antes de tomarla tienes que hacer una dieta de tres días, es difícil: no alcohol, no chile picante y especies fuertes y no sexo, por tres días.

Ja, ja, ja.
Muchos fallan.

Casi a nadie le gustaba hacerlo.
Ja, ja. Los chamanes, que son los curanderos, la toman porque en la idiosincrasia amazónica la idea es que las enfermedades muchas veces son causadas por espíritus o energía y la cura es a ese nivel.

Usted intentaba racionalizar eso, me imagino.
Si tú eres antropólogo te quedás ahí.

¿Y la probó?
Sí, pero ya vamos a eso. Hasta la preparo, sé prepararla.

¡Oh!
Una de las preguntas que nos hacemos en la botánica es: ¿cómo el chamán amazónico saber qué planta usar para curar, de miles que hay? No es al azar. Ellos saben cuál es. Si tú tienes un dolor de cabeza o infección, de miles de miles de plantas que tienen en la selva, saben cuál agarrar para darla para que se la tomen y prepararla.

¿Es sicológico o en serio curan?
Puede ser las dos.

Placebos.
Como ellos piensan que es espiritual, puede ser espiritual. En mi caso, yo lo llevo más allá. Como biólogo, a mí me interesa saber cuáles son los químicos que tiene ese planta. ¿Hay algúm químico que realmente tiene efecto antibacterial, antibiótico o que cura? Yo lo llevo al nivel más alto.

Yo quiero saber del “viaje”, de eso quiero que nos cuente.
Ja, ja, ja. Cuando se descubre una planta medicinal efectiva hay tendencia a sobreexplotarla y se puede ir a extinción, con eso perdemos recursos genéticos y biólogicos y curas a enfermedades. La creencia convencional es que los chamanes sobreexplotan las poblaciones porque las comercializan. Mi trabajo lo que hace es demostrar que eso no es así, ellos mismos cuidan sus propias plantas para que no se vayan a extinción , si no, se mueren. El tamagaz es una serpiente venenosa que te puede matar. Si te muerde, en 20 minutos te mueres, pero ellos tienen plantas que te curan. Esas son las pruebas. ¿Dónde están esas plantas? Esa es la otra parte que estudio. Si tú eres el curandero, vives en un lugar aislado, no puedes ir a una clínica, pero sabes qué planta usar para salvar a tu hijo de una mordida de serpiente. ¿Y qué vas a hacer? Ellos van, caminan un día, se traen una ramita y la siembran en su casa. Por dos razones: están accesibles y no tienen que explotar las silvestres. Ese es su banco de medicina.

¿Esa sabiduría cómo es que la adquieren, por intución, prueba y error?
Algunos argumentan que la ayahuasca les enseña. Es la planta maestra, así se llama. Otros dicen que lo ven en sueños, algunos conocimientos. Hay cosas que no las podemos comprobar, ni tampoco revocar. Eso es donde estamos, todavía estamos en la infancia. La ayahuasca, no se sabe quién la descubrió esa receta, se mezclan dos plantas. Es un bejuco leñoso, con las hojas de una planta de la familia de café, se cuece con una olla de este tamaño (unos 50 centrímetros de diámetro) y se hace poquito (del tamaño de un tazón casi). Súper concentrada. Se empieza a las 6 de la mañana, a las 7 de la noche se está terminando, filtrándose y preparándose para tomarse esa noche o guardarla para cuando quieras. Cuando la tomás, hay dos efectos: el primero, la bebida tiene una purga, porque te limpia el cuerpo. Entonces, si no has hecho la dieta como debes de hacer, tienes el efecto bien fuerte. El efecto es vómito y diarrea. Mientras más impuro está tu cuerpo, más fuerte es el efecto. Yo, hasta hora, gracias a Dios no he tenido el efecto de atrás, sólo el vómito.

Ja, ja, ja.
Pero sí la he tomado. La última experiencia fue por un chico de Checoslovaquia. Él me contactó por medio de mi universidad, había sido tratado por la epilepsia en Checoslovaquia, había ido a Rumania, le habían hecho estudios chamánicos, también con la medicina occidental, la que usamos nosotros, y estaba tomando una de las medicinas más fuertes para que no le dieran los ataques. Él fue a una de mis conferencias y se interesó. Y yo le dije que conozco a un chamán en Perú que me había dicho que trataba a gente con epilepsia. Y él me dijo que quería ir y que lo llevara. Y fuimos. Nos aislamos en la selva, tres días de camino. Nadie viviendo con nosotros.

¿Y qué vio?
Luego de la purga, viene la limpieza. Tu cuerpo está limpio y empiezas a sentir una euforia, frío y calor, frío y calor. Y empiezas a ver estrellas y colores y es por lo que dicen algunos que se parece al peyote o al LSD (dietilamida del ácido lisérgico, un alucinógeno sintético de gran boga con la era hippie). Ves colores (hace gestos con sus manos indicando cómo se ven de dispersos en el aire los colores). Pero lo que la identifica, no importa si estés en la selva, Asia o Inglaterra, es que siempre ves anacondas.

¿¡Anacondas!?
Anacondas que van volando y son sicodélicas, de todos los colores.

Ja, ja, ja. Un gran viaje. ¿No se asustó?
Al principio, sí. Algunas de las anacondas hacen la forma del ADN. Es característica.

¿Todo mundo ve eso?
Sí, al principio. Ves unos remolinos que antes no entendía que eran, y depende con quién hablas te dicen que son energías que se están formando y que pueden ser negativas. Pero lo que he experimentado y según dice el chamán, es que son ventanas a otras dimensiones. Entonces tú te metes y ves otras cosas. ¿Qué pasa después? En todo esto está el canto del chamán, o si estás en una zona urbana la música, estás viviendo la música. Tu visión va conforme la música. De momento hace ¡puc! Y empiezas a ver. Ves tu niñez y a veces ves las cosas malas que has hecho. Por eso puede ser muy…

¿Traumático?
Sí, el chamán tiene que estar contigo.

¿Cuánto dura el efecto?
Hora y media.

Deberían de exportarlo.
En Perú ya es legal y en Estados Unidos también porque hay una iglesia basada en esta… en Brasil también.

¿Cómo se hace uno de esta religión?
Ja, ja, ja. Tienes que ir a Brasil. Con el chico hicimos tres días y uno de los días… imagínense que están en la selva y se topan con estos sapitos que cantan… y llega un momento en el que están sincronizados al cántico del chamán, al silbidito, que cuando él para, los sapos paran. Los chamanes creen tener fuerza sobrenatural. El última día, el tercero, en la última ceremonia, donde iba a ser el tratamiento final del chico con epilepsia, se pone el cielo pero negro, de esas tormentas amazónicas que dan miedo. Y yo le digo: “Tony –se llama Tony–, vamos a tener que parar la ceremonia porque viene la tormenta”. “No, no podemos, tiene que ser hoy para darle el seguimiento como debe ser”. “¿Y ahora?”, dije yo, porque la ceremonia se hace a la intemperie. Y me dice algo que para mí cambió mi vida: “Ahora vas a ver el poder amazónico”… se fuma un tabaco, sin filtro. Un tabaco especial para esto. Y empieza a fumar y hace su cántico.

(Carlos empieza a imitar aquel cántico, silbando y llevando también el ritmo con un zapateo bajo la mesa).

… y fuma, y el humo… en un minuto el cielo se puso rosado, como magenta, fucsia le dicen aquí.

¡Ese efecto de la planta debe haber sido!
No. Estábamos sin tomar. Eso fue antes. Y el cielo se puso rojizo, un color maravilloso. Había luna llena y estaba en el centro cuando, un minuto antes, la luna estaba sellada por las nubes de la tormenta. Se pararon los truenos y me dice: “Pedí a la madre naturaleza que parara la lluvia hasta que termináramos la ceremonia”. Terminamos la ceremonia, nos acostamos y la tormenta ha caído por tres horas.

Y usted, como hombre de ciencia, ¿cree en eso?
Lo he visto, lo he experimentado. Estamos sentados los cuatro y abro los ojos y cuando abrís los ojos, la visión continúa. Y veo a todos estos ancianos alrededor nuestro, gente parada ahí, con sombrero, y le digo: “¡Tony, Tony, ahí hay unos hombres!” Y me dice: “No, son unos espíritus que he llamado para que nos cuiden”, porque también en ese mundo, como en cualquier otro, hay positivo y negativo, hay espíritus negativos que te quieren hacer daño y cuando estás en ese momento estás vulnerable. Entonces te protegen para que no te vengan a hacer daño. Como la cura era tan fuerte para este chico… el chamán determinó que el problema de la epilepsia venía de su niñez y de su familia (no era fisiológico). Pero el joven tenía ataques si no tomaba la medicina y ahí le dio uno, porque el chamán le dijo: “No puedes tomar medicinas cuando estás con nosotros”. Hoy en día, al chico ya no le dan ataques. ¿Fue sicológico o no? No sé. Lo que sí sé es que este chico ya no tiene ataques. Él le manda extractos de plantas para que tome. Puede ser sicológico, pero también hay química, porque si tomas extractos de plantas hay bioquímicos. Y sabemos que las plantas producen químicos medicinales.

Cuéntenos de plantas que el conocimiento local ha conservado.
El chichipince. Nuestros ancestros lo usaban…

“Nuestros ancestros”... si es que usted habla como chamán.
Me llaman “el chamán” y puedo hacer cosas de chamán, je, je, je. Tanto que tengo una ramita de bejuco, que me regalaron, de una parte bien aislada del río Napo, de Ecuador. La partí en dos, le di una a mi papá y la otra me la quedé yo. Me la llevo a Nueva York y la que siembro se muere. Él la sembró y ya va creciendo bastante.

A ver, a ver. Usted es biólogo, etnobotánico, ¡y lo que siembra se muere!
Sí, ja, ja, ja. Y la tengo en una maceta y voy a sembrar en Apopa, pero hay que tener la otra para hacer el brebaje. Pues el chichipince se conoce que es usado para prevenir y curar infecciones. La hoja se hace líquido, se aplica y mata la bacteria. Hicimos unos experimentos con esos extractos, y le hicimos unas heriditas a ratas para ver si era efectivo. A unas ratas las tratamos con agua; y a otras, con extracto de chichipince. Las heridas sanaron como 90% con chichipince y el 10% con agua. Promueve más rápido la cicatrización porque promueve la desinfección. Para mí, es efectiva.

¿Y para el dolor? Aquí la venden hasta para aprender a hablar inglés.
No he escuchado eso. Es una planta peligrosa también si no se usa bien. Hay gente que la toma en té, pero si tomas demasiado, puedes tener problemas en los riñones o se inflaman, la gente se hincha. No puedes tomar chichipince, punto.

¿Qué planta le parece más sorprendente?
En El Imposible tuve la fortuna de conocer una plantita que existe ahí –y también otras partes del país- que la gente usa la raíz para curar el cólera. Se llama Aristolochia arbórea. También existe en Guatemala, pero en mis estudios descubrí que no son la misma planta. Podría ser una especie nueva, así que decidí tomar ese proyecto, aparte de mi tesis. El nombre para la versión salvadoreña es Aristolochia salvadorensis.

¿Qué significa Aristolochia?
Es el género que se le da a las plantas y luego cada género tiene especies. Entonces se le daba el mismo nombre con la de Guatemala, pero con mis estudios demostramos que es una especie nueva y le dimos el nombre del país. Por eso se llama así.

¿Y popularmente cómo se llama?
“Guaquito de tierra”, porque se da a la base del tronco de la planta. Es un arbustito pequeño y ahí ocurre todo. Hemos hecho estudios de reproducción, de morfología de la planta, polinización y hemos descubierto un compuesto que sólo está en tres organismos vivientes en todo el mundo: esta planta, un coral y la última creo que es como una babosa de Asia.

¿Cuál es ese compuesto?
Es complicado de escribir, pero se supone que es un compuesto nuevo descubierto en una planta. En este caso, por ejemplo, qué de cierto hay que realmente cura el cólera. Eso es lo que voy a retomar, ese es mi nuevo estudio.

¿Usted se ha curado ya con plantas medicinales?
Sí. Yo he tomado y nunca falla.

¿Qué ha tomado y para qué?
He tomado helechos. Cuando estás trabajando en el campo, te dan amebas, te dan fiebre, te dan diarreas y yo nunca he tomado medicinas. Ahí mismo me he curado.

¿El helecho mata a las amebas?
Algunos.

¿No son venenosos?
Algunos, por eso a mis estudiantes les digo: “No se puede jugar con las plantas”. Primero, te pueden enfermar, o te pueden matar, curar o elevar.

Y los hongos que crecen en el estiércol de vaca, ¿esos no los ha probado?
No. No me he atrevido porque esas son drogas recreacionales...

¿Lúdicas?
Sí. La ayahuasca la he tomado porque es algo serio para ellos. Hay algunos que lo hacen por recreación, por ver las visiones, pero esos que la toman sin hacer la dieta, terminan paranoicos, locos o con problemas sicológicos. Entonces, a esos les da mal viaje, pero si lo hacés bien hecho, es algo fabuloso.

Pero todavía no entiendo... ¿cómo puede combinar el conocimiento científico con un chamán que, usted dice, hace llover y que, aparte, llama a ancianos que lo cuidan?
Como yo te he dicho, esas cosas es imposible comprobarlas científicamente, pero también es imposible decir que no...

Como Dios...
No. Es que Dios es diferente... o bueno, como Dios, si tú quieres. Si tú crees que Dios te ha hecho un milagro, tú me lo puedes contar, pero yo no lo experimento. Yo sí, estoy con el chamán y con el paciente y estamos viendo lo mismo. Ahora, si es una visión múltiple, puede ser. Pero no todo es así. Tenemos cosas en común, pero que yo lo apliqué a mi ciencia, la biología, lo que yo trato de entender es que si las plantas que ellos usan sí son medicinales y sí curan enfermedades. ¿Cómo lo compruebo? En mi laboratorio, haciendo pruebas con bacterias y con hongos, viendo si matan o no. Y eso es ciencia. Y extrayendo los químicos y cuáles son los compuestos, que se llaman alcaloides, que curan y que están presentes a la hora de curar. Por ejemplo, el tabaco. El tabaco puro, sin los químicos que le ponen las tabacaleras, esa es la planta por excelencia para los chamanes centroamericanos para ver las visiones como las que vimos en la Amazonía. Y si es cierto o no, yo sé porque yo lo he hecho. Yo he tenido visiones con el tabaco.

¿Y una dosis muy grande puede ser tóxica?
Venenosa. La nicotina pura es un insecticida de primera clase. Natural.

¿Entonces la planta hace la nicotina en sus hojas para matar insectos? ¿ O alejar mosquitos?
Ajá. A los biólogos los que nos interesa es la evolución, ¿por qué las plantas producen químicos? Para defenderse de los insectos, de los herbívoros. Sabemos, por ejemplo, que si viene un grillo y come la hoja del tabaco, le afecta el sistema nervioso, o se desmaya o se muere. Entonces, si tú aprendes eso, empiezas a jugar con las concentraciones y ves cuál es la adecuada para sentirte riquísimo...

¿Y el THC de la marihuana para qué lo hace? ¿Es un mecanismo de defensa?
Correcto.

Pero no para espantar a los hombres, ja, ja, ja.
Lo que pasa es que nosotros somos tan inteligentes que sabemos aprovecharlo y abusarlo. Toda la medicina...

Hay gente que le habla a las plantas, que dicen que entonces crecen más bonitas...
Pero eso es mentira. No hay pruebas contundentes. Muchos estudiantes quieren hacer esos proyectos y lo primero que les digo es que no deben hacer el de la música. Hubo un hombre, no recuerdo su nombre, que hizo popular esa idea y que escribió un libro que vendió millones de copias. Hizo plata. Ahora vale un dólar. Él argumentaba que las plantas responden a estos estímulos como la música y que llegan a un momento en que, si tu plantita es tan allegada a ti, y si te pasa algo, ella lo siente. Entonces, hizo un experimento con una persona a cuyas plantas les cantaba y que esta persona iba con él en un avión y a la planta le puso detectores de magnetismo y electricidad y que en el avión él pinchaba a la mujer y le dolía y la planta lo sentía en su casa. Pero, eso se ha demostrado que no es verdad. No hay prueba alguna que demuestre que las plantas tienen sistema nervioso. Sí responden al medio ambiente, a la luz, la electricidad, el magnetismo, la gravedad... pero es otro tipo de respuesta.

¿Cuál es la planta que resisite a cualquier condición? ¿El cactus?
Mirá, los cactus...

Bueno, aunque con Edith no resisten porque se le murieron.
A mí también se me mueren, no te preocupés, no les echo mucha agua.

Ja, ja, ja. Vaya, al menos eso me consuela.
Hay de todo. Hay plantas que pueden sobrevivir condiciones extremas. La idea es que las plantas se adaptan a los extremos de la temperatura del medio. Que, claro, sobreviven mejor en el medio, pero pueden sobrevivir en los extremos. Pero lo que determina la sobrevivencia de la planta, sobre todo, es el agua y la luz.

¿Se ha topado con alguna planta que popularmente sea considerada medicinal y a la hora de estudiarla en el laboratorio se da cuenta de que es paja?
No una específica, pero el noni, por ejemplo, es popular, pero han salido estudios que dicen que no tiene ninguna propiedad. Pero vamos a lo mismo, si tú me dices que te funciona, esto funciona, si es placebo, a mí no me importa. Pero si es la planta la que sirve, está bien. Hay muchos ejemplos así, lo que pasa es que como se comercializan tanto que a la farmacéutica no le conviene que haya una planta curativa. Vaya, por ejemplo, la medicina actual, la pastilla actual más eficiente que existe en el mundo, ¿saben cuál es?

La aspirina, ¿no?
Sí. ¿Saben por qué? Porque es la más barata, accesible al mundo entero y sí funciona. Tiene más funciones de lo que pensamos, no solo para el dolor de cabeza y la fiebre, reduce la posibilidad de ataques al corazón.

¿Y ahí no puede ser por placebo?
No, porque tiene un químico.

Y ese químico lo sacaron de la corteza del sauce o algo así... que las curanderas lo usaban...
Exacto. No solo las curanderas, los romanos la usaban y en Estados Unidos los indígenas tomaban los tés para prevenir las fiebres en el invierno. En ese tiempo no se sabía qué era, pero fue el alemán de Bayer, que es la que tiene la patente, el que la mezcló con vinagre y de ahí viene la aspirina que tú y yo tomamos. Antes no sabían qué era, pero hubo una prueba contundente, porque la aspirina que tomamos es 100% hecha en laboratorio. Ya no es natural y funciona.

¿Y usted está de acuerdo con eso de que las grandes farmacéuticas le paguen a las naciones, a los nativos que descrubieron las propiedades de algunas plantas y que ellos han sintetizado?
Yo pienso que sí. Lo que se argumenta no es a quién le pertenece la planta como individuos o como especie, sino el conocimiento de su uso. Ese es el hecho.

Hay que patentar el chichipince, entonces.
Exacto. Porque si hay un uso que tú puedes comprobar, escribir desde los ancestros tuyos o que tú lo descubriste o que tú lo has mantenido, lo podés hacer, pero tenés que demostrarlo.

¿Nunca ha patentado algo?
Mira, si hacemos los estudios de la Aristolochia salvadorensis y podemos patentarlo, pero patentarlo con la intención de hacerlo un patrimonio para El Salvador, que si siendo la segunda enfermedad que mata más gente en el mundo -aparte de la malaria- podría hacerse plata. Entonces, la idea es que si podemos patentar y sacar una medicina los fondos vayan directamente a alguna causa en El Salvador, ya sea la promoción de medicinas naturales en el país o en la preservación de áreas siempre y cuando se mantiene el derecho de las comunidades, porque el problema que puede pasar es que cuando se hace un descubrimiento de esos entonces le dicen “usted ya no la puede recolectar porque está patentada” y para mí ese es el crimen más grande que corre la sociedad. Con la uña de gato así ha pasado, la han sobreexplotado en Perú…

¿Para qué sirve la uña de gato?
Para cáncer, para el sistema inmunológico, para inflamaciones, y eso se ha comprobado en laboratorios de Europa y en todas partes. Eso está bien comprobado.

¿Y hay mucho charlatán en El Salvador?
Yo hice un estudio aquí en El Salvador sobre las plantas que se venden en los mercados. Si tú vas a Izalco, Sonsonate, Apopa, Nejapa y le preguntas a los vendedores de medicina, tú les crees porque te dan la receta y cómo prepararla, pero si tú le preguntas dónde aprendiste que esta planta es para esto, hay dos posibilidades: “De mi abuela o de mi abuelo”, que es muy válido. Pero yo empecé a indagar un poquito más porque encontré que había plantas que eran de México o que vienen de Guatemala importadas. Entonces, ¿de dónde las consiguen? Van al mercado central, allí las compran y luego las revenden. ¿Es bueno o no? Ese es el peligro porque allí sí te pueden dar algo tóxico.

¿Y cuál es es la planta más mortal que conoce? Tipo que me le quede viendo y me muero.
Tanto así no.


Ja, ja, yo sé, yo sé, era una exageración.
Pues fijate que hay una de la familia del marañón, en Sudamérica, que la corteza, si tú pones la cara cerca, emite un aceite que hace que se te caiga la piel.

¡Pero entonces sí es casi como que la veo y me muero!
Mira, las plantas son tan fascinantes, que yo cada vez que aprendo algo nuevo digo: “Dios, la naturaleza es grande”, pero en total nosotros ya pretendemos entender un poquito más sobre la guerra química que existe entre los animales y las plantas. Las plantas producen un químico para defenderse del insecto que se va comer las hojas y el animal produce efectos para intoxicarla y eso produce la evolución de los químicos más fuertes. Los chamanes son químicos sin diploma porque ellos mezclan plantas que tienen ese efecto como el del vinagre con el ácido de la corteza del sauce. Esa es la parte donde nuestros estudios académicos entran a jugar un papel para poder validar el conocimiento medicinal tradicional.

En un documental yo vi que había una planta que jugaba el papel de anticonceptivo. ¿Cómo lo pueden descubrir, porque eso no es de simple prueba y error?
Nadie sabe el origen de algunas de las cosas. ¿Sabían ustedes que una de las plantas anticonceptivas más efectivas es la semilla del aguacate? En Ecuador las mujeres lo hacen polvillo, se lo aplican y no quedan preñadas por años. La píldora que toman las mujeres para prevenir los embarazos viene de una planta como el camote. Ahora, ¿cómo lo comprobamos? La planta produce una hormona que se llama estrógeno. O sea que hay plantas que producen químicos que se parecen a las hormonas de los animales. Mi dominio es del conocimiento tradicional, validarlo, pretender una relación ser humano-planta-medio ambiente.

Mire, y aquí en El Salvador, a nivel académico, ¿hay bastante producción de conocimiento en este campo?
Limitado, porque no hay mucho acceso a la información y eso es parte de cómo nosotros queremos colaborar. La difusión de conocimiento es bien limitada, el internet ha cambiado mucho eso, pero la información especializada no es accesible y creo que ese es el patrón que queremos romper.

¿Y usted se ve regresando a El Salvador para instalarse acá y transferir ese conocimiento?
No, es difícil, en el sentido de que el salario allá es muy bueno, el acceso al mundo es directo... cuando me jubile, tal vez, pero yo me siento más efectivo teniendo mi púlpito allá porque aquí no existe la libertad de expresión que existe allá, allá nadie me puede decir nada si yo digo que El Salvador es el país donde menos se promueve la visita de parques nacionales, comparado con toda Centroamérica, o que en El Salvador se está perdiendo el conocimiento tradicional en un 40%. Si lo digo aquí, pierdo mi trabajo o me censuran, pero allá no, allá nos incentivan a que nos comuniquemos, a que presentemos nuestros estudios. Para mí es mucho más efectivo venir a El Salvador con fondos de Estados Unidos, hacer proyectos, contratar gente, preparar estudiantes que puedan ellos mismos hacer sus proyectos. Cuando yo venía con estudiantes de Estados Unidos, por cada uno que venía, venía uno de El Salvador. Y no tenerlos como peones, simplemente tomando datos, tomando mediciones y la persona se lleva los datos para los Estados Unidos, los publica y nunca regresan. Para mí, ese es el patrón que yo siempre he querido romper.

¿Por qué dice que el 40% del conocimiento tradicional se está perdiendo?
Yo he hecho algunos estudios y mi conclusión final -que presenté aquí y que fue un balde de agua helada para ciertas personas- es que en El Salvador aquellas organizaciones que están a cargo de parques nacionales tienen la mentalidad de hacerle trabas para que la gente no pueda ir a los bosques, a las áreas naturales, y es el contacto con las áreas naturales lo que te da el interés en conocer cuáles plantas son medicinales...

¿Como Salvanatura, que maneja El Imposible...?
... Bueno, tú lo dijiste, y ese es el ejemplo más clásico. Porque inclusive, yo cuando doy ponencias así, casi nunca identifico a las organizaciones, porque a pesar de todo, yo le doy donaciones a Salvanatura, soy miembro, le pago mi membresía de unos 30 dólares anuales, les he donado para comprar más tierras y hacer el parque más grande, he comprado hectáreas a nombre mío, a nombre de mis sobrinos... eso se puede hacer, pero si usted quiere ir a El Imposible tiene que ir a las oficinas de Salvanatura a que le den una carta para entrar al parque nacional, ya sea que venga de San Miguel o de donde sea. El Salvador es el único país de Centroamérica donde se hace esto. Pero como yo te digo, si no estuviera allá... aquí como que los poderes son tan grandes que los tentáculos del pulpo llegan a todas partes. También creo que la experiencia mía allá como académico me ha enseñado a ser objetivo, pero no dejás de ser subjetivo al derecho intelectual de la gente en general, ya sea una persona de un mercado en San Salvador o Apopa, o un indígena de Izalco. Y el derecho nuestro como ciudadanos a tomar ventaja de esto poquito que tenemos. Porque, imagínate, yo traté de averiguar cuánta gente visita el parque El Imposible al año, el parque de El Salvador más promovido internacionalmente, ¡y una evasión de información! Fui al Ministerio del Ambiente, fui a Turismo, me mandaron aquí y no pude hacerlo. Lo hice de Costa Rica y de todas partes, pero aquí no pude hacerlo. Fui al Jardín Botánico La Laguna, y resulta que ellos, en un lugar privado y tan pequeño, reciben como 65 mil visitantes anuales. De estos, 60 o 50 son estudiantes de todo El Salvador, cuando gente de Ahuachapán podrían simplemente entrar a El Imposible y ver todo ahí al natural, pero no pueden porque no tienen el tiempo ni el dinero para venir a San Salvador a pedir una cartita para acceso a un parque que les pertenece a ellos.

¡Ya no lo van a dejar entrar, usted, después de que lean esto!
Ja, ja, ja.. cómo no, porque yo soy miembro activo.

Ja, ja, ja...
Ajá, exacto... ¿ustedes han oído hablar del ojushte?

Sí. Hacían tortillas antes.
Hay mujeres que están promoviendo hacer hasta sopas, pasteles, pan y todo, y no les permiten colectar semillitas en un área protegida de Caluco, porque va a llevar al árbol a la extinción, porque al colectar las semillas estás colectando las futuras generaciones. ¿Pero sabés qué? Mis estudios demuestran que el ojushte es el árbol dominante de los bosques de El Salvador. Si el árbol produce 200 libras de semilla y tú colectas 190 y quedan 10, ese árbol no se va a la extinción en mil años. Pero esa comida es una de las semillas más nutritivas, más nutritivas que el maíz, que el trigo, que el arroz, equivalente a un huevo. Y les dicen que no pueden colectar porque van a dañar la naturaleza, pero viene la otra gente y les dice “sí pueden colectar huevos de tortuga, siempre y cuando nos den una docena y se llevan 10”, y está bien. Entonces, quienes les evitan hacer eso son los del Ministerio del Ambiente, que toman decisiones no basadas en datos científicos contundentes, sino en lo que yo creo.

Si usted se hubiera quedado aquí quizás nunca hubiera hecho lo que ha hecho allá. ¿Qué opina de que aquí el gobierno no le dice a la gente “miren, quedémonos acá, hagamos este país juntos, levantémoslo”?
Yo creo que el viajar a estudiar al extranjero es fabuloso, porque te ayuda a crecer como ser humano y si regresas, regresas con una mentalidad más abierta, aprendes una experiencia diferente. Si te quedas y estudias aquí, el problema es que hay tantas barreras económicas, sociales, idiosincrásicas, que es tan difícil, y cuando te gradúas no hay trabajo. ¿Y por qué no hay trabajo? Porque los trabajos aquí, generalmente son trabajos de amistades: si estás en el color adecuado, tenés trabajo, si no, no. No es por tu conocimiento, como quien dice, no es lo que sabes, sino a quién conoces. Y ese es el problema de por qué la gente prefiere no estudiar. Entonces, mientras eso no cambie, vamos a seguir con lo mismo: ¿para qué estudiar biología o matemática, si no tiene sentido estudiarlo aquí? Cuando ven que aquí se puede hacer tanto. Yo vengo y cada vez que vengo llevo proyectos nuevos. Yo a todo mundo le digo que si pueden irse a estudiar al extranjero, que se vayan, que si pueden conseguir trabajo en el extranjero, consíganlo. Pero miren, yo regreso aquí, yo no me he quedado allá, ese es mi compromiso con mi país, con mi sociedad, con mi Apopa -con todo lo malo que tiene-. En Apopa estamos planeando hacer un proyecto de reforestación con árboles con contexto cultural, como el ojushte, como el madrecacao, para que la gente aprenda eso. Eso es lo que se necesita. Allá en Estados Unidos se nos es difícil llegar a donde estamos, hay que romper barreras, racismos, abrir puertas, empujar puertas, y si no se abren, hay que botarlas, pero se puede. Entonces yo dije que lo que yo puedo hacer es quitarle llave y usted la empuja, pero yo no la voy a empujar por nadie, yo no le voy a abrir la puerta a nadie. Yo te ayudo a sobrevivir allá, si tú quieres venir a mi universidad, yo te ayudo, pero tú tienes que sacar buenas notas para sobrevivir. Y es así en la ciencia.

¿En periodismo no puede abrir esas puertas? Ja, ja, ja.
También, si allá hay periodismo, claro. Lo mío es dirigirte cómo es el proceso, yo no te puedo decir “te aseguro tu entrada al periodismo”, pero yo te aseguro el proceso, que lo hagas adecuadamente para que puedas hacerlo.

Por Sergio Arauz, Edith Portillo, Óscar Luna y Mauro Arias Fotos: Mauro Arias -Publicada el 01 de diciembre de 2008 - El Faro
Comentarios
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6 comments :

  1. Este joven le vi muy humilde sin pretenciones infladas en el area academica.
    Me llamo la atencion que su lucha no fue de una sola direccion sino mas bien fue de multiples direcciones en cuanto a su persona, familiar y social enlazada con su patria.

    Felicito al Doctor Carlos Ramirez por ser Biologo "expertice" en temas botanicos que mucho puede ayudar a desarrollar la nacion hacia su encuentro con la naturaleza para bienestar del ser humano.

    Vamos adelante Carlos en la misma ruta de Inmigrantes responsables!


    Saludos,


    Jose Matatias Delgado Y Del Hambre.

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  2. El Amigo de Apopa es un tipo muy al suave, un gran cientificon, lastima que el gobierno, es grocero con su gente de altas capacidades.

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  3. Carlos Ramirez para presidente!!!

    Futuro Partido de la Diaspora.

    Marzo 2014

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  4. Solo quiero felicitar a este hemano salvadorenio por todo su esfuerzo y truinfo, gracias tambiem a SEEM por dar a conocer a estos salvadorenios que ponen en elto en nombre de nuestro pais y que pueden servir de ejemplo de la capacidad de nuestros compatriotas en el exterior.

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  5. Gracias por esta maravillosa entrevista.

    Carlos se perdió mucho y leer esto proporcionó una gozoso rememberance de él.

    Espero que permanezca aquí para todos.

    -un estudiante

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